El 1 de mayo vuelve a ser un día eminentemente reivindicativo, en el que recordamos que los derechos laborales son el fruto de la lucha para conseguir que las leyes recojan las reivindicaciones de los y las trabajadoras. Hoy en Euskal Herria sigue siendo necesario esa reivindicación porque estamos afrontando las consecuencias de una grave crisis económica que no ha sido originada por la clase trabajadora, pero que sí la condena a ser la máxima perjudicada del juego sucio de eso que se llama mercado libre: paraísos fiscales, multinacionales, grandes fondos de capital,…

Y esa reivindicación, esa lucha por cambiar las cosas puede ser hoy en la calle y mañana en las instituciones o, mejor, todos los días con iniciativas institucionales y apoyando a las pancartas que merecen la pena. Esa es la apuesta de Eusko Alkartasuna.

Vivimos tiempos de crisis que nos retrotraen al pasado, con el agravante de que en otros momentos la recuperación, la creación de nuevos empleos pasada la crisis, se traducía en aumento de bienestar de la sociedad en sentido amplio. Hoy en día, los brotes verdes, el comienzo de la recuperación, solo nos recuerdan que la precariedad que nos trajo la crisis ha venido para quedarse y que tener un contrato, un puesto de trabajo, no asegura dejar atrás la precariedad y poder desarrollar una vida digna.

Las reformas laborales han originado un aumento de las desigualdades y una desestructuración social; actualmente trabajar no asegura salir de la pobreza, ya que el 40 % de los trabajadores están por debajo del umbral de la pobreza, de ahí el vergonzoso número de trabajadores y trabajadoras que deben recurrir a los servicios sociales para poder vivir.

Unido a esto, el miedo: miedo a protestar, a reivindicar, a salir a la calle para protestar. Miedo a perder el contrato a tiempo parcial y por tiempo definido de 600 € y no encontrar nada mejor. Así, el poder consigue una sociedad desmovilizada porque pierde la esperanza y por temor.

Un partido socialdemócrata como Eusko Alkartasuna debe implicarse en la defensa de los derechos laborales y sociales. El trabajo institucional debe ser clave, ya que apostamos por hacer uso al máximo de las capacidades que tienen nuestras instituciones, aunque sabemos que solo la soberanía plena nos dará los recursos que necesitamos para afrontar la crisis y defender los derechos de toda la sociedad y en particular de las personas más desfavorecidas.

También el 1 de mayo como ciudadanos y ciudadanas vascas exigimos el derecho a decidir sobre nuestro futuro, porque solo decidiendo el modelo de sociedad que queremos –fiscalidad, educación, legislación,…- seremos capaces de superar el modelo económico basado en la insolidaridad y en beneficio inmediato sin pensar en el futuro.

El Gobierno español nos impone recortes de derechos laborales y sociales que han puesto a la clase media al borde de la desaparición y han llevado a mucha gente a la pobreza, con casi la mitad de los jóvenes en situación de desempleo, y ha supuesto el desmantelamiento del sistema público. Si a esto le unimos la estatalización de los convenios laborales, negociados por un sindicalismo mucho más sumiso y, una vez más, lejos de las condiciones y los actores implicados, debemos subrayar que un Marco Vasco de Relaciones Laborales, que responsa a las necesidades de Euskal Herria y acabe con la precariedad actual y garantice los derechos de la clase trabajadora cercenados por las distintas reformas laborales llevadas a cabo por los Gobiernos del estado Español, es hoy más necesario que nunca. Y es que siempre termina apareciendo el mismo problema: además de tener que hacer frente a las consecuencias de la crisis debemos enfrentarnos a decisiones impuestas por fuerzas políticas sin respaldo social en Euskal Herria y tomadas a miles de kilómetros de distancia.

Decimos que el trabajo institucional es importante porque en los últimos meses ha explotado otro de los problemas derivados de la actuación de las instituciones, tanto vascas como españolas en este caso: la dependencia de las multinacionales está pasando una dura factura, como lo demuestra el caso de Arcelor Zumarraga, que es el último caso, pero no el único.

En lugar de potenciar el tejido socioeconómico propio, durante años, décadas, se ha puesto alfombra roja a las multinacionales, a la inversión extranjera de grandes corporaciones, que ha demostrado ser pan para hoy y hambre para mañana. Tener los centros de decisión a miles de kilómetros y ser una entre mil factorías hace que decisiones como dejar en la calle a 600 trabajadores se tomen sin problemas y sin pensar en las consecuencias sociales.

Y el trabajo institucional es importante también porque debemos ofrecer a la sociedad instrumentos que funcionen. Necesitamos instrumentos para trabajar las políticas activas y pasivas de empleo en serio, no a medias porque al Estado no le da la gana transferirnos competencias que estatutariamente nos corresponden. Mientras dependamos de otros para que nos den permiso hasta para crear instrumentos que ayuden a las personas a buscar empleo seguiremos creando sacos de gastar dinero público como Lanbide, en el que no creen ni sus gestores, que irresponsablemente ponen a los pies de los caballos a los trabajadores de Lanbide, criticando sus carencias, sin asumir la responsabilidad que les corresponde por no adoptar las medidas necesarias para que dicho organismo y sus trabajadores puedan llevar a cabo los fines para los que se creó.

La prioridad de las instituciones vascas debería ser la de adoptar políticas que posibiliten la creación de empleo estable, seguro, con salarios dignos, en el que no se discrimine a las mujeres.

Hoy es día de salir a la calle y saldremos, hoy y siempre que haya una reivindicación que deba ser apoyada por Eusko Alkartasuna. Y, además, mañana volveremos a las instituciones donde hay mucho trabajo por hacer. Un trabajo que será un poco menos difícil si unimos fuerzas todos los partidos y sindicatos que queremos cambiar no solo la situación actual, sino también el modelo socioeconómico para evitar que la situación actual se perpetúe o se repita.