El Órgano Común Permanente entre la CAV y Nafarroa es seguramente una de las mayores espinas clavadas que tenemos todas las personas abertzales, sobre todo las militantes de Eusko Alkartasuna. Quién sabe los frutos que podría haber dado su desarrollo normalizado desde 1996 y quién sabe cuál sería la actual situación de Hegoalde de haber sido así.

Decimos que los militantes de Eusko Alkartasuna sentimos especial aprecio por el Órgano Común Permanente porque nuestro partido fue el artífice de dicho espacio que tenía potencialidad para la estructuración institucional de Hegoalde. Fue la participación de Eusko Alkartasuna en los gobiernos de Lakua e Iruñea lo que hizo posible su puesta en funcionamiento. Pero el Órgano Común Permanente era mucho más que un objetivo ideológico, era también una cuestión eminentemente práctica para generar sinergias y crear una cooperación que debería haberse traducido en mejores servicios a la ciudadanía, impulsos económicos conjuntos,…

No tiene mucho sentido lamentarnos, y menos hoy en día, cuando, por fin, están puestas las bases del cambio en Nafarroa. Pero lo cierto es que entre las muchas prioridades que tiene la Nafarroa del cambio, también está la de recuperar unas relaciones normalizadas con el resto de herrialdes.

El más irracional nacionalismo español echó por tierra el Órgano Común Permanente, porque todo avance en materia de territorialidad, de estatalidad, por muy leve que sea, es considerado como un ataque al Estado. Sin embargo, fue la primera vez que a la ciudadanía de Nafarroa se le ofreció entidad propia como sujeto de decisión, como sujeto propio, ya que no hay que olvidar que la sociedad navarra vive una realidad político-administrativa que nunca ha votado.

La realidad es que quien impone su forma de pensar a la sociedad navarra es el Estado, que ha presentado 17 recursos de inconstitucionalidad a leyes navarras aprobadas por la mayoría del Parlamento. Mientras, el navarrismo españolista –en esto sí que da igual derecha que izquierda, PP y UPN que PSN- nunca ha querido permitir que los navarros y navarras decidan su futuro, opinen sobre su estructuración institucional y vive obsesionada con una supuesta pérdida de autonomía e identidad de Nafarroa en un proceso de construcción nacional de Euskal Herria.

Sin embargo, todos los proyectos impulsados por el independentismo, desde luego los defendidos por Eusko Alkartasuna, otorgan a los y las navarras el derecho a decidir su futuro, con todas las opciones sobre la mesa, eso sí.

La Euskal Bidea, la vía vasca a la independencia que propone EH Bildu a la sociedad, no solo respeta los ritmos de cada unidad de la realidad institucional de la Euskal Herria actual, sino que hace de ello su base.

Por lo tanto, fantasmas y miedos aparte, sabemos que ningún paso en el sentido de una estructuración nacional de la Euskal Herria de los siete herrialdes será a instancias de la CAV, sino que partirá desde cada realidad administrativa, de Nafarroa y de los herrialdes de Iparralde. Corresponde a la CAV, eso sí, tirar del carro, iniciar el proceso por la lógica democrática de una amplia mayoría democrática a favor del derecho a decidir.

Sabemos que todo tiene que llevar su ritmo, no se trata de forzar la situación, y, de ninguna forma, de imponer un proyecto. Pero tampoco parece serio que las fuerzas del cambio muestren miedo a iniciativas como el Órgano Común Permanente –se llame como se llame-. Si se va a propiciar relaciones con la CAV, algo que no solo es lógico por historia y cultura compartidas, sino también por sentido común, lo más práctico sería institucionalizarlos.

Eusko Alkartasuna, en su ponencia política, apuesta claramente por estructuras transicionales legislativas y ejecutivas entre la CAV y Nafarroa, entre Hegoalde e Iparralde, en el camino hacia la estructuración. Una estructuración que también habrá que definir con el tiempo y siguiendo las órdenes de la ciudadanía. Es pronto para aventurar si el modelo de la Euskal Herria independiente por la que apostamos ha de tener la fórmula de Dieta vasco-navarra como órgano de máxima decisión del país; pero bien haríamos estudiando todas sus posibilidades y articulaciones jurídicas posibles para debatir sus diferentes posibilidades y, sobre todo, dejar de equiparar CAV con Euskal Herria, dejando a Nafarroa como elemento meramente folclórico.