El mismo día en el que miles de personas reclamarán en Donostia la libertad para Arnaldo Oteg, se cumplen cuatro años de la Conferencia de Aiete, uno de los hitos en el camino hacia la pacificación y la normalización en Euskal Herria. Cuatro años en los que se han ido dando pasos frenados por la decisión de Madrid de no permitir avanzar.
Los sucesos de la última semana son el mejor dan una idea muy fidedigna de la situación en la que estamos. Como se ha podido comprobar, salvo un grupo reducido de la dirección del PP vasco, el cambio de panorama político es un clamor en Euskal Herria. Esto es así incluso en la mayoría del los populares, contenidos in extremis por un grupo de dirigentes a las órdenes de Madrid y con más interés en hacerse con el poder de un partido que corre el riesgo de convertirse en marginal en Euskal Herria que en aportar a la convivencia.
Que el PP haya preferido una nueva crisis en vísperas de las elecciones antes que dar un paso mínimo refleja perfectamente hasta qué punto el partido en el Gobierno de Madrid apuesta por frenar todo avance en el sentido de avanzar y consolidar la paz.
Mientras el PP se atrinchera contra el cambio, ha habido pasos adelante significativos. Seguramente los más satisfactorios son los que tienen que ver con las víctimas. Por una parte, por colectivos de víctimas de ETA que apuestan claramente por construir una nueva convivencia en la que todas las personas que han sufrido vean reconocido su dolor. Por otra parte, las víctimas del franquismo han visto como la justicia argentina, con la vía abierta por la juez Servini, abre la puerta que el Estado español mantiene cerrada bajo siete llaves.
Cuatro años después de la Conferencia de Aiete podemos preguntarnos si todos los agentes han hecho todo lo que debían. Seguramente, no. Seguramente los partidos podríamos haber hecho más; los agentes sociales podrían haber trabajado más; los expertos podrían haber mirado más todavía hacia este pequeño país; el colectivo de presos podría haber dado más pasos,… Pero, desgraciadamente, todo ha estado condicionado por la actitud de Madrid.
A estas alturas de la legislatura, el PP solo puede aspirar a ser el partido que, teniendo todo de su parte para cerrar un capítulo negro de nuestra historia, se negó a hacerlo e impidió que los demás lo hicieran. A dos meses de las próximas elecciones, ya no importa demasiado lo que quiera hacer el PP pero sí marca una prioridad para la o las fuerzas que asuman el Gobierno de Madrid tras el 20-N.