Texto íntegro de la intervención del Consejero de Justicia, Empleo y Seguridad Social, Joseba Azkarraga Rodero, en el Fórum Europa
Buenos días a todos:

Compartir es el primer verbo que deseo conjugar. Porque este foro me brinda hoy la posibilidad de compartir con ustedes lo que representa la posición de Eusko Alkartasuna (EA) en el Gobierno Vasco y la visión que mi partido tiene de lo que puede y debe ser el futuro de Euskadi en un Estado plurinacional.

Hoy, 13 de mayo, se cumplen tres años de las elecciones en las que los ciudadanos vascos nos otorgaron su confianza. Ha sido casualidad la coincidencia y yo no pretendo edulcorar la realidad ni venderles un producto falso.

Lo que me gustaría es corresponder con sinceridad a la amable invitación de este Forum, de modo que ustedes saquen en claro qué es lo que nosotros defendemos desde una radical apuesta por la democracia.

A los vascos en general, al nacionalismo vasco en particular, se nos ha demonizado mucho durante los últimos tiempos. El perverso discurso que asimiló nacionalismo y violencia puso a nuestro pueblo a los pies de los caballos. Como bien definió Manuel Vazquez Montalbán en su diagnóstico sobre la aznaridad, ?desmesurar el problema vasco? ha sido parte de una estudiada estrategia. Por eso, agradezco doblemente que se nos quiera escuchar desde el sosiego y el respeto.

Ustedes saben que pertenezco a un partido independentista y que, como tal, sitúa su horizonte en un Estado vasco dentro del marco de una Europa de los Pueblos. No contemplamos más vías para lograr ese objetivo que las vías pacíficas y democráticas. Hemos hecho una apuesta inequívoca por los Derechos Humanos, por todos los derechos para todas las personas, y estamos, sin excepciones, con las víctimas, con todas las víctimas.

La seña de identidad del proyecto político de Eusko Alkartasuna es su radicalidad democrática. Renegamos de la violencia y repudiamos a ETA, o cualquier otra forma de terrorismo, porque estamos convencidos de que ningún objetivo político, por muy importante que sea, merece el derramamiento de una sola gota de sangre.

No estamos dispuestos a permitir que una organización que produce terror suplante la voluntad ciudadana. Porque lo que está muy claro, o al menos lo está para mí y para mi partido, es que no es ETA, sino la decisión de todos y cada uno de los que hoy vivimos en Euskal Herria, la que determinará lo que vayamos a ser en el futuro.

Ahora bien, con la misma rotundidad, consideramos necesario apostar por un final dialogado del conflicto vasco que evite cerrar en falso lo que, sin ningún género de duda, constituye un problema irresuelto de raíces políticas innegables.

Durante las últimas semanas, y principalmente a raíz del 11 M, se ha especulado con la expectativa de una tregua más o menos inminente por parte de ETA. Aunque el discurso del PP trata ya de restar todo valor a una declaración de alto el fuego, presentándolo como una nueva treta de la banda para esconder su debilidad, lo cierto es que, también en este tema, estamos ante un nuevo momento político que no debemos dejar pasar.

Mi partido siempre se ha manifestado dispuesto a trabajar en pos de situaciones de distensión que permitan abordar el diálogo entre las fuerzas políticas de forma serena. Por ello, hemos manifestado nuestra disposición a participar en iniciativas que persiguen acercarnos a una situación diferente. Es lo que el lenguaje coloquial ha definido como una ?labor de cocina? que, desde la discreción, busca ser efectiva.

Porque de lo que se trata es de que la acción política promueva soluciones y que lo haga con auténtica vocación democrática y sin ingenuidad. Hay que ser sinceros y constatar que pasó ya el tiempo del Pacto de Ajuria Enea, el tiempo de la Declaración de Lizarra y el tiempo del llamado, erróneamente a mi juicio, Pacto por las Libertades y contra el terrorismo que, desde mi punto de vista, era y es un acuerdo excluyente contra los nacionalistas y no contra el terrorismo?

Empeñarse en reproducir esquemas de pasado constituye ahora un ejercicio de nostalgia que tiene poco que ver con el pragmatismo y el futuro. Vamos hacia otro estadio en el que una nueva propuesta se tendrá que ganar la credibilidad de los ciudadanos. Y no bastan ya las declaraciones. Todos tendremos que comprometernos con hechos.

SOBERANIA

Ustedes saben que el debate en el País Vasco se centra ahora en la propuesta de Nuevo Estatuto. Con ella, el Gobierno Vasco marcó una iniciativa que actuó de auténtico revulsivo político porque puso en solfa el interés del PP en dar por cerrado y sepultado el desarrollo del Estado de las Autonomías. Y ése, sin duda, es un debate pendiente.

Los tres partidos que sustentamos el ejecutivo vasco hicimos un gran esfuerzo de consenso y síntesis para formular lo que concebimos como un nuevo marco de convivencia. Las legítimas aspiraciones de EA, PNV e IU quedaron aparcadas en el común esfuerzo de formular una propuesta. Pero, eso sí, en una clara línea soberanista. Es nuestro planteamiento de mínimos.

Les digo sinceramente que iniciamos el camino para avanzar, no para quedarnos en el mismo sitio. Y eso debe quedar claro. Ahora estamos en un debate parlamentario fuera ya de toda sospecha. El pronunciamiento del Tribunal Constitucional contra la impugnación que presentó el Gobierno del PP ha posibilitado recuperar el sentido común. La democracia no podía permitir lo contrario, so pena de convertir al poder judicial, mediatizado por el ejecutivo, en censor de los debates parlamentarios.

El Gobierno vasco ha defendido siempre su legitimidad para presentar una propuesta a debate. Aunque miro hacia el futuro, no puedo ni quiero ignorar la presión que el gobierno del PP ejerció para que los tribunales abortaran la iniciativa, ni olvido el entusiasmo con el que ciertos miembros de la cúpula judicial se sumaron a esa estrategia.

La cruzada contra el proyecto ha remitido, que no desaparecido, y yo soy partidario de afrontar el debate con serenidad, sin prisas ni urgencias, pero también sin pausas y, desde luego, sin maniobras dilatorias. Desde la seguridad de que todo el proceso se desarrollará dentro de los cauces que la legalidad contempla.

Contra las muchas mentiras que se han divulgado en torno al contenido de la iniciativa, tengo que enfatizar su carácter democrático y su viabilidad.

Por aludir a las áreas bajo mi responsabilidad en el Gobierno Vasco, les diré que, en lo relativo al poder judicial, nuestro modelo propone agotar todas las instancias judiciales en Euskadi. Se trata de sustituir al Estado en la Administración de Justicia en la CAV, con la aplicación de los mismos principios procesales y doctrina que rigen en el Estado. No se produce una ruptura de la unidad jurisdiccional. Se trata de completar la descentralización de los poderes del Estado y añadir a la del ejecutivo y el legislativo la del poder judicial.

Tampoco la apuesta por un marco vasco de relaciones laborales o un sistema de protección social propio quiebran principios inquebrantables porque se contemplan mecanismos para garantizar la solidaridad y no discriminación con los ciudadanos del conjunto del Estado. Lo que se requiere por parte de todos es una voluntad de leer las normas con flexibilidad y asumir que, al menos en política, no hay textos sagrados.

Yo abogo por un cambio constitucional sin límites apriorísticos ni viejos complejos. La política española demuestra pavor ante acuerdos con lo que considera nacionalismos periféricos para afrontar, si así se consensuara, la revisión de la carta Magna en torno al modelo de Estado. Me pregunto: ¿por qué se esta dispuesto a discutir sobre la abolición de la Ley sálica y no sobre la asimetría de un estado plurinacional?

Las democracias consolidadas nunca temen afrontar los cambios constitucionales cuando las nuevas circunstancias lo aconsejan y la ciudadanía lo demanda. De hecho, buena parte de las Constituciones de los estados miembros de la UE han sido reformadas.

Se sobreentiende que las normas están al servicio de los ciudadanos, de sus derechos, de su libertad, de procurarles mayor bienestar y mejorar su convivencia. No al revés. Y de eso es de lo que se trata aquí y ahora. Además, y por lo que afecta a la propuesta política del Gobierno Vasco, queda claro que serán los ciudadanos y ciudadanas quienes, en última instancia, se pronunciarán en una consulta sobre la conveniencia o no de un cambio de estatus jurídico-político.

Estoy seguro de que el pronunciamiento libre y en paz de la sociedad vasca se producirá y la clase política deberá acatar el resultado porque no hay razón de fuerza que se pueda esgrimir contra un ejercicio democrático. Creo que debemos trabajar para que esa consulta se formule desde el máximo consenso, pero en cualquier caso, deberá producirse en esta legislatura.

Ahora bien: ¿Qué ocurriría si tras la aprobación de esta propuesta política en el Parlamento Vasco, el Parlamento español lo rechazara? Sin duda sería una decisión legal, pero difícilmente podría obviarse el problema derivado de que la voluntad mayoritaria de la sociedad vasca no sea respetada.

SEGUNDA TRANSICIÓN

Hemos entrado en otro momento histórico que algunos hemos convenido en llamar Segunda Transición. Ya no es el momento de renegociar competencias. El Estatuto de Autonomía que se pactó hace 25 años no sirve para dar satisfacción a las actuales aspiraciones de autogobierno y en Euskadi, como en otras nacionalidades, se afronta ya la regeneración estatutaria.

El contenido que el Gobierno de mayoría absoluta del PP dio a sus actuaciones, obliga a revisar muchas de ellas. La involución autonómica y el retroceso en las libertades han alcanzado tales cotas de degeneración democrática que es obligado reconstruir de nuevo el sistema político.

En esta tarea, la experiencia nos debe enseñar a no cometer los mismos errores que se cometieron tras el final de la dictadura. Debemos recapitular para dar bases sólidas a la solución de problemas que, como el vasco, se afrontaron desde el miedo y las incertidumbres, e incluso entre el ruido de los sables.

Han sido esos temores, junto a la propia incapacidad política, los que llevaron al PP durante la pasada legislatura a buscar salidas en las vías impositivas, represivas, en el sacrificio de derechos y libertades. Los partidos del nacionalismo democrático vasco y yo mismo hemos clamado durante estos años contra una ofensiva que ha atentado contra principios básicos de la democracia. Otras voces también han formulado denuncias en la misma dirección.

Resulta inaplazable regenerar la democracia. Hay que adoptar medidas concretas para enmendar los ataques contra derechos básicos como, por ejemplo, el de representación política. No puede ser que se mantenga el veto al acceso electoral de lo que constituye una parte significativa de la denominada izquierda abertzale.

No estoy defendiendo a un partido que ha guardado silencio ante la violencia. Lo que creo es que, con ser deplorable, el silencio no es delito. Es una cobardía. En todo caso, considero que no se pueden criminalizar las ideas.

Por otro lado, el Estado plurinacional tiene que ser efectivamente asumido. No se puede poner puertas al campo de la voluntad ciudadana ni se puede limitar derechos como el de la libre autodeterminación. Estamos en la hora del respeto a las personas y a sus derechos; a los pueblos y a sus derechos.

Estamos en otra fase diferente a la hasta ahora vivida y coincide con un cambio político en el Gobierno del Estado que abre nuevas expectativas. Todas las fuerzas políticas hemos dado la bienvenida a ese cambio. Era tal el grado de asfixia al que nos había sometido el Gobierno del PP, especialmente al nacionalismo vasco, que los resultados del 14?M nos produjeron un general alivio. Aunque está por ver el alcance de ese cambio.

EL ENIGMA ZAPATERO

El nuevo presidente de Gobierno aprovechó su investidura para desgranar lo que son sus planes e intenciones. Mi partido, como otros, optó por la abstención y pidió que esta posición se entendiera como una puerta abierta a la esperanza. Porque lo cierto es que José Luis Rodríguez Zapatero no nos aclaró cómo afronta la resolución del denominado problema vasco.

Sabemos que en el terreno de los propósitos es relativamente fácil moverse. El presidente tendrá primero que romper la incomunicación política que hemos padecido con el Gobierno del PP. Ahí cuenta con nuestra mano tendida. Y tranquiliza que se haya marcado un calendario para recomponer la relación institucional, pero lo esencial es que los contenidos de la misma sirvan para entrar en la solución de los problemas.

No debemos ignorar, por otro lado, que el PSOE ha sido complaciente ante los excesos del PP en el vapuleo a los derechos y libertades fundamentales. La Ley de Partidos, las sucesivas reformas legales guiadas por un afán vengativo, las modificaciones del Código Penal, el cierre de periódicos, el asalto al poder judicial?. Todo ello ha sucedido sin que el PSOE plantase cara, incluso con su concurso en demasiadas ocasiones

Por eso, ahora hay mucho que recomponer. Yo, mi partido, el Gobierno del que formo parte nos hemos comprometido públicamente a dar tiempo al nuevo ejecutivo de Rodríguez Zapatero y le hemos ofrecido nuestra mano tendida para iniciar un diálogo honesto, sincero y sin tabúes.

Soy de los que cree que sólo desde un diálogo entre todos -y decir todos en Euskadi significa incluir al espectro político representado por la denominada izquierda abertzale- será posible abordar soluciones de futuro.

Se deben dar pasos y yo desde aquí se los demando ya al nuevo Presidente de Gobierno, si lo que realmente pretende es encauzar la solución al denominado conflicto vasco. Él habló en su día de fuerza y honor. Yo me conformo con pedirle una sola cosa: coraje político. El mismo que en su día demostró el inquilino de Downing Street respecto al caso irlandés.

Está claro que ETA no tiene sitio ni voz en la transición que tenemos por delante y debe declarar una tregua sólida y creíble que haga posible encarar políticamente un nuevo escenario. Pero es también deber del Gobierno afrontar con lucidez y audacia el nuevo momento y es responsabilidad de todos contribuir a que esta segunda transición no se malogre.

En este sentido, considero de máximo interés avanzar en un proceso de diálogo abierto, sin condiciones ni exclusiones, donde se deberá forjar la solución al denominado conflicto vasco.

LA EUSKADI DEL BIENESTAR, LA EUSKADI SOCIAL

Antes de concluir, quisiera refutar ante ustedes uno de los clichés en boga que se aplica a los nacionalistas vascos para acusarnos de pretender no sólo la fractura social de Euskadi, sino también su ruina. Hasta se han promocionado fantasmales estudios con afán de probar que el camino de la soberanía es el camino del abismo. Nada más lejos de la verdad.

Y empiezo por subrayar lo absurdo de tan maliciosa, infundada e injusta crítica, cuando de lo que se trata precisamente es de cohesionar a la sociedad vasca en torno a un autogobierno que significa bienestar y que está basado en la justicia y en políticas claras contra la exclusión social.

Desde nuestra posición progresista y socialdemócrata, debemos manifestar que no hay construcción nacional sin construcción social. Una y otra son dos caras de la misma moneda: el bienestar y la dignidad de las personas y los pueblos.

Hace apenas unas semanas que una organización de prestigio como la Fundación La Caixa presentaba su Anuario Social de España 2004. Los datos de su radiografía, que habitualmente merecen el respeto por su contrastada profesionalidad, no dejaron lugar a dudas y situaban a Euskal Herria, la Comunidad Autónoma del País Vasco y Navarra, en un lugar de cabeza.

No se trata de establecer comparaciones, sino de constatar que el autogobierno vasco se ha puesto al servicio de los ciudadanos para mejorar su calidad de vida y sus expectativas de futuro.

Hemos puesto en marcha políticas pioneras de lucha contra la exclusión social, como la Renta Básica o las Ayudas de Emergencia social; de Ayuda a la Familia; de Empleo; de lucha contra la violencia doméstica; de vivienda; de formación….

El autogobierno nos permite afrontar la responsabilidad de responder a los problemas de nuestros ciudadanos y ciudadanas con mayor eficacia. Para ello, el Gobierno Vasco considera fundamental la participación de los agentes sociales. Quiero subrayar aquí el compromiso de empresarios y sindicatos para que se haga cierta la ecuación de que a mayor autogobierno, mayor bienestar A ambos les traslado la convicción del Gobierno en la necesidad de profundizar en el diálogo social.

No se trata de que reivindiquemos más poder político para utilizarlo en contra de nadie, sino para mejorar la vida de nuestros ciudadanos, para recortar las desigualdades sin olvidar, por supuesto, que la solidaridad es, como ya lo hemos demostrado, un principio básico de todas las políticas. Queremos una nueva herramienta, en la seguridad de que nos va a permitir hacer mejor las cosas

Lo que al menos mi partido desea y reclama es un nuevo pacto para convivir desde el respeto a los derechos nacionales que como pueblo, como ciudadanía libre y soberana, asisten a los hombres y mujeres de Euskadi.

Creo que la soberanía es una garantía de bienestar para todos los ciudadanos y por eso la defiendo con la misma radicalidad democrática con la que exijo y defiendo el respeto a los derechos humanos de todas las personas, empezando, obviamente, por el derecho a la vida, e incluidos los de las personas presas ?independientemente de la naturaleza y gravedad de su delito-, que tantas reservas suscitan a algunos.

Soy un convencido de que la mejor, la gran receta para combatir los problemas y males de nuestro tiempo es bien sencilla: más democracia y más libertad. En esa receta, -que en general el mundo debería adoptar en detrimento de ardores guerreros que sólo sirven apara alimentar la espiral de la violencia y no para desactivarla- en esa receta, digo, bien trabajada por todas las fuerzas políticas, también el conflicto vasco encontrará su solución.

Fuente: Joseba Azkarraga