Ante el aval de la ONU al plan de autonomía de Marruecos, que margina la vía de la autodeterminación para el Sáhara, se corre el riesgo de cometer el mismo desatino que con Palestina. El colonialismo ha dejado enquistada la solución para ambos Pueblos. Sin embargo, ahora que de un modo u otro la humanidad reconoce que no se puede abandonar al Pueblo Palestino, que tiene pleno derecho a existir y ser reconocido como Estado, se está cometiendo el mismo error con el Pueblo Saharahui. Negarle el derecho a la autodeterminación aboca al pueblo Saharahui al perpetuo exilio o al recurso a la violencia para hacerse escuchar.
El siglo XXI debiera depararnos un destino bien diferente: diplomacia, diálogo y respeto mutuo como garantía de una convivencia pacífica entre todos los pueblos. Sin embargo, una vez más, los intereses económicos de las grandes potencias sobre territorios que albergan un gran potencial económico por un lado y la conveniencia geopolítica para aplacar tensiones migratorias e influencias ideológicas diversas por otro, llevan de nuevo a amordazar y encerrar a otro pueblo, el Saharahui esta vez, negándole su derecho a existir como Estado soberano.
La última decisión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas choca directamente con toda la trayectoria y jurisprudencia emanada de las resoluciones aprobadas por su propia Asamblea General. Tampoco es de extrañar cuando se sabe que tres de sus cinco miembros permanentes, (Francia, Inglaterra y Estados Unidos) aceptaron la aberrante decisión adoptada en 2022 por el gobierno de España, en el sentido de apoyar el plan de autonomía para el Sáhara propuesto unilateralmente por Marruecos, sin consultar al Frente Polisario, representante legítimo del Pueblo Saharahui. Este es un plan que nace muerto por la forma en que se ha gestado, y el fondo, pues no es sino una propuesta de vasallaje institucionalizado impuesto por Marruecos al Pueblo Saharahui.
Esta es una deriva que no puede acabar bien porque ignora la realidad de un pueblo entero, abandonado y aparcado en el desierto. Ignora a todos sus presos y presas encerrados por exigir el respeto al derecho internacional, cierra los ojos ante el número de torturados y torturadas, personas desaparecidas y asesinadas.
Estas decisiones arrancan de cuajo la esperanza de un pueblo entero pero en particular de las jóvenes generaciones de Saharahuis, a quienes no podemos abandonar a su propia suerte.
Nunca es tarde para recapacitar.
La Asamblea General de la ONU, la Unión Africana, la Unión Europea y la sociedad civil de nuestras respectivas naciones no pueden mirar hacia otro lado. Unión, acción y esperanza, si todavía creemos que la política va más allá de los intereses de unos pocos.
Sahara Hurra!
Lorena López de Lacalle Arizti
Secretaria de Relaciones internacionales





