Se dice que la historia la cuentan los vencedores. Y en esta semana que hemos conmemorado el Día de la Memoria en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, el PP ha insistido en su filosofía de un escenario con vencedores y vencidos, en el que pueda imponer un relato único sobre las últimas décadas de la historia de Euskal Herria. Un relato único que dejaría fuera muchas víctimas, mucho dolor y una buena parte de la memoria.
Los actos de celebración del Día de la Memoria han coincidido trágicamente con los atentados de París y con el contexto general de violencia al que los europeos no somos ajenos, no lo éramos antes de la trágica noche que vivió la capital francesa y no lo somos después. Hablando del Día de la Memoria en Euskal Herria, hay que decir que han dejado una fotografía bastante real de la situación del proceso de pacificación y normalización que vivimos. Por una parte, se han constatado los pasos adelante que se han ido dando en la sociedad vasca hasta llegar a fotos unitarias impensables no hace mucho tiempo, y, por otra, se ha vuelto a ver la inmovilidad del PP, que, salvo algún “verso suelto” que pueda tener en sus filas, insiste en no darse por enterado de la nueva etapa histórica que vive este país y antepone los intereses electorales al ansia que tiene este País de lograr la paz definitiva y verdadera.
El hecho de que, por primera vez, el Grupo Parlamentario de EH Bildu en pleno se sumara al homenaje a las víctimas del Parlamento vasco es un hito importante en un camino más largo y difícil de lo que nos gustaría, y, ha sido nuevamente el PP el que ha roto la unidad, dando muestras de no estar dispuesto a avanzar en el sentido que la sociedad vasca reclama. Han sido demasiados años de sufrimiento y dolor, y todos los agentes debemos contribuir en paliar los mismos, sin que ninguna víctima se sienta discriminada por ello.
La postura de Eusko Alkartasuna frente a la violencia, frente a todas las violencias, ha sido siempre inequívoca y así lo ha expresado siempre, de la misma manera que nos hemos posicionado claramente y en toda ocasión al lado de las víctimas, fueran las que fuesen. Pero eso no es óbice para admitir que haya podido haber víctimas que no nos han sentido tan cerca como hubieran deseado, y si es así, estamos dispuestos a dar los pasos que sean necesarios para repararlo.
El propio acto del Parlamento dejó un interrogante sobre el PP: si la actitud de Madrid no hubiera obligado a Arantza Quiroga a dimitir, ¿los populares habrían estado en el homenaje? ¿Se hubiera podido ver una evolución que es evidente en la sociedad vasca, incluso en la base social del PP y que reflejó la propuesta de Quiroga, abortada desde Madrid?
Es verdad que no todos los homenajes que se hicieron el martes fueron conjuntos, pero sí que fueron muchos más que otros años, señal clara de que vamos evolucionando y de que hay base para continuar haciéndolo. Porque la negativa a reconocer a las víctimas es tanto como negar el dolor sufrido.
El martes se recordó a los asesinados por las violencias que han asolado este país pero hay muchas otras víctimas: las personas con miedo a abrir el buzón porque eran objeto del chantaje del impuesto revolucionario; quienes vivieron con el miedo de la persecución policial diaria durante años; los torturados a los que se ha negado la justicia e incluso a los que no se ha querido creer; quienes se tuvieron que ir de su país por la presión de ETA; los concejales “lapurras”; quienes han pasado años en la cárcel por los casos de Egin y Egunkaria o por su actividad política; los que siguen buscando a sus familiares en cunetas o simas,…
Una memoria en la que nos veamos reflejados todos y todas debe incluir un relato en el que se incluyan todas esas vivencias –y otras- que componen la realidad de lo que han sido las últimas décadas. En un país en que aún hay quien intenta convencernos de que la desaparición del Reino de Nafarroa fue mediante una “voluntaria entrega”, como si el castillo de Amaiur se hubiera destrozado en la fiesta de bienvenida, no podemos volver a caer en un error parecido. Debemos conocer nuestra historia, toda, con todos sus matices, las diferentes violencias, las diferentes complicidades, la necesidad de hacer autocrítica propia y diferenciada en base a la trayectoria histórica de cada agente y partido.
Es imposible poner las bases para la construcción de la convivencia futura en este país olvidando parte del sufrimiento. Y eso no quiere decir que se reivindique a los autores de ninguna violencia; al contrario, el escrupuloso respeto a los derechos humanos debe ser la base para el futuro, a la vez que el reconocimiento de que ninguna idea ni proyecto político puede ser defendida mediante la violencia.
Esa ha sido siempre la filosofía de Eusko Alkartasuna, nosotros fuimos quienes trajimos a Euskal Herria el lema de “todos los derechos humanos para todas las personas”. Hemos estado en todas las pancartas y hay que decir que hemos sido los únicos: desde denunciar los asesinatos de ETA a criticar las vulneraciones de los derechos de los presos o sus familiares y por supuesto denunciando los abusos policiales. En todas. Y no ha tenido mayor mérito porque esta postura respondía al sentir de nuestra militancia, en la que también hay personas que han sufrido las distintas violencias y situaciones de vulneración que han sido habituales en nuestro país en las últimas décadas.
Por eso, consideramos muy interesante los movimientos de víctimas de diferentes orígenes que se unen considerando que no habrá futura convivencia posible sin reconocer todo el dolor causado y sufrido. Las víctimas han demostrado que unirse para denunciar todas las injusticias cometidas es la vía correcta, sin que ello signifique equiparar las diferentes violencias, pero sin excluir ningún sufrimiento.
Ese es el camino por el que apuesta Eusko Alkartasuna para construir la convivencia futura de la ciudadanía vasca.