Begoña Errazti. presidenta de EA Casi setenta años después, el Parlamento de Navarra ha aprobado una declaración institucional en memoria y reconocimiento de las personas fusiladas con motivo del alzamiento militar de 1936. Ya era hora.

Alcaldes y concejales legítimos de numerosos pueblos navarros, pero también vecinos de a pie, fueron asesinados impunemente, y sus nombres borrados de la memoria colectiva durante décadas, por supuesto, a lo largo de la dictadura franquista que sobrevino a la guerra civil, pero también en los años posteriores, en que el temor ante un posible retroceso político y un escrúpulo excesivo e injustificado hacia los verdugos todavía en vida, han hecho que el obligado reconocimiento a las víctimas del 36 haya sido relegado durante demasiado tiempo en Navarra.

La sesión del lunes no es, por tanto, razón para felicitarnos; sí para expresar y compartir con los familiares y allegados la íntima satisfacción que produce la reparación, tardía pero no baldía, del nombre y la personalidad de las víctimas, y el reconocimiento público de capítulos tan dolorosos y silenciados indignamente durante años.

Tristemente, el acto se vio empañado por la abstención del partido del gobierno y por el despropósito absurdo de su presidente, Miguel Sanz, al tratar de justificar esta postura a cuenta de Batasuna y ETA, realidades que ni siquiera existían en aquella época y que, por tanto, muy difícilmente se pueden alegar como argumento para rehuir una valoración de aquellos acontecimientos.

Más duro fue observar cómo la derecha, insistiendo en su costumbre de tirar balones fuera y de trasladar la responsabilidad del daño a quien lo sufre y lo denuncia, acusó al resto, incluidos los propios familiares de fusilados, de no se sabe qué complicidad con Batasuna y su entorno.

No obstante, por encima de estas y otras mezquindades, hemos de valorar el hecho de que, al fin, la institución de máxima representación de los navarros y navarras se ha pronunciado de forma clara y rotunda, sin caer en tentaciones de ‘endulzar’ la versión de los hechos, ni de enmascarar responsabilidades como la connivencia de al menos parte de la Jerarquía Eclesiástica con tales crímenes y con el régimen que después se instauró por la fuerza. Y de hecho el propio arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, ha presionado públicamente para que se omitieran – o suavizaran – las referencias al papel indudable de aquella Jerarquía.

Hay que recordar que, durante años, los familiares de las víctimas han soportado una situación absolutamente indigna, han aguantado humillaciones sólo por el hecho de ser víctimas de un alzamiento militar fascista. Y hay que reconocerles su trabajo por obligar al Parlamento de Navarra y a los representantes políticos de la ciudadanía a pronunciarse en contra de aquel horror, y a dar un paso adelante hacia el reconocimiento de aquellas personas que fueron asesinadas por defender la República legítimamente constituida, la libertad y la justicia social.

Ciertamente, ni se ha hecho justicia, ni se ha cerrado página, porque el dolor es irreparable. Pero por primera vez en la historia de esta Comunidad se ha aceptado oficialmente la versión de las víctimas de la contienda y la dictadura franquista, todos aquellos navarros y navarras excluidos de los Caídos, las otras caras de la laureada con que Franco “premió” a Navarra. Esperemos que nos sirva de ejemplo y referente de futuro para construir una Navarra tolerante, abierta y democrática, en la que imperen el respeto y la libertad.

BEGOÑA ERRAZTI ESNAL, PRESIDENTA DE EUSKO ALKARTASUNA Y PORTAVOZ PARLAMENTARIA

Fuente: Begoña Errazti