Nekane Alzelai. Parlamentaria
Leía en un artículo sobre la historia del Primero de Mayo, que en unos pasquines que se repartieron por todo EEUU en fechas próximas al primer Primero de Mayo que se celebró en 1886 en Chicago, se podía leer este fragmento: “ El primero de Mayo es un día en que con tremenda fuerza la unidad de los trabajadores se moviliza contra las que hoy dominan el destino de los pueblos, un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día para comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo”. Párrafo que perfectamente se puede recoger, hoy después de 117 años, en la declaración del Primero de Mayo de 2003.

Sin embargo, algunos tildan este día como un día de fiesta, en el que los trabajadores celebran los logros sociales alcanzados por el movimiento obrero, y asignan a las grandes manifestaciones que se celebran un carácter de tradición. Admitiendo que algo de esto haya ocurrido, sobre todo en Europa y EEUU, es importante reconocer que en los últimos años se ha recuperado el carácter reivindicativo de este día, sobre todo si consideramos las consecuencias injustas de la política neoliberal implantada en todo el mundo.

El modelo neoliberal, ha supuesto la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y ha destinado a la pobreza a la mayoría de las personas del planeta; modelo que ha supuesto un retroceso en los derechos sociales y un deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras, a la vez que las grandes multinacionales incrementan sus beneficios. Claro ejemplo de esta reflexión es el recorte en los presupuestos sociales a favor de los aumentos para gasto militar aprobados por el gobierno Bush, en beneficio de los intereses de las grandes empresas petroleras.

Esta situación está provocando la reacción creciente de los trabajadores en distintas partes del mundo. En este sentido, el Primero de Mayo, se ha institucionalizado por ejemplo, en Alemania, Italia, Polonia, Tailandia, Bangladesh, Sudáfrica, Chile, EEUU…. A las grandes manifestaciones asisten desde empleados de banca a las empleadas de hogar, desde funcionarios a trabajadores de la construcción, becarios, pensionistas y personas en paro. Cada uno en su sector o empresa, lucha por una reivindicación muy concreta. Sin embargo hay una reivindicación común a cada uno de estos ámbitos: dignificar las condiciones laborales y de vida. Se habla de democratizar el mundo, y sin embargo es un dato objetivo el menor nivel salarial de las mujeres, jóvenes e inmigrantes, es incomprensible que todavía no se aplique el principio de igual trabajo igual salario. Si bien es cierto que estamos en una ralentización del crecimiento económico, no existe justificación ante el hecho de que mientras la economía crece, se vaya mermando el poder adquisitivo de los salarios. En plena revolución de la alta tecnología, al igual que ocurrió en la revolución industrial, se supone que estos avances en el progreso tienen que contribuir a disminuir la jornada laboral, y sin embargo seguimos instando la limitación a la utilización de las horas extras. Además se supone que estas nuevas tecnologías permiten producir en mejores condiciones, por tanto no se entiende que todavía se pierda la vida en el puesto de trabajo. En definitiva, existen razones por las que luchar.

Pero además, el Primero de Mayo es una jornada de afirmación internacional de una sociedad más justa y equitativa, día para reivindicar la dignidad de las condiciones de vida de las personas más vulnerables del planeta, día para exigir “otro mundo es posible”. Eslogan que cada vez está cogiendo más fuerza, porque, a pesar de las injustas consecuencias del modelo neoliberal, los grandes poderes del planeta no dejan de renunciar a la implantación de políticas al servicio del capital y los intereses económicos de las grandes multinacionales, políticas que se imponen por encima de la voluntad de los pueblos, tal y como está ocurriendo en la reestructuración de Irak, lo que además muestra cuál era la verdadera razón de la guerra. Por eso, este año existe otra reivindicación común: la muestra de solidaridad con la población de Irak, la defensa de sus derechos como pueblo y por una paz justa. No a la Guerra.

En este sentido debemos denunciar que la supremacía de los intereses económicos sobre la voluntad de los pueblos supone una vulneración del pacto internacional de los derechos económicos, sociales y culturales, que tiene por objeto asegurar los derechos relativos al trabajo en condiciones justas y favorables, a la protección social, a un nivel de vida adecuado, a la educación y al goce de los beneficios de la libertad cultural. Pero para la garantía efectiva de estos derechos es necesario respetar el ámbito de decisión de los pueblos, y cito expresamente el artículo primero de dicho pacto internacional, “todos los pueblos tiene el derecho de la libre determinación y en virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen así mismo su desarrollo económico, social y cultural”. Es decir, si pretendemos un sistema global de derechos humanos, es imprescindible la indivisibilidad e interdependencia de los derechos civiles y políticos y de los derechos económicos, sociales y culturales. Por eso este pacto internacional es cada vez objeto de una mayor consideración.

El respeto al ámbito de decisión de los pueblos se tiene que trasladar también a la realidad vasca, y eso es una reivindicación propia de los trabajadores y trabajadoras de Euskal Herria, que exigimos la imperante necesidad de que las condiciones de vida y de trabajo se fijen en función de nuestra voluntad. Existe una mayoría sindical diferenciada y una estructura de la patronal propia, y la democracia implica el reconocer y respetar esta realidad, por tanto aceptar el desarrollo del marco vasco de relaciones laborales y protección social.

Por todo ello el Primero de Mayo también es una fecha de reivindicación en Euskal Herria, por la justicia social y por el respeto al marco vasco de decisión.

Fuente: Nekane Alzelai