Joseba Azkarraga Rodero, Consejero de Justicia del Gobierno vasco
Creo que se están dando pasos. Desde esta misma tribuna defendí hace apenas un mes mi convicción de estar en el umbral de un tiempo nuevo y hoy quiero, sobre todo, ratificar mi esperanza porque nos disponemos a cruzar ese umbral. Se quiebra de forma definitiva el inmovilismo con el que algunos han querido bloquear la acción política vasca. No me cabe duda alguna de que la propuesta de nuevo Estatuto político de la Comunidad de Euskadi aprobada por mayoría absoluta del Parlamento ha sido el detonante de los últimos e importantes movimientos en el tablero político. Pero lo más trascendente, en mi opinión, es que con ella todos los ciudadanos vascos tienen la garantía de que su opinión sobre lo que desean para el futuro será requerida y respetada.

No encuentro explicación posible -creo que en la teoría democrática no existe- al rechazo del Gobierno del PSOE a negociar una propuesta avalada por el legislativo en el que reside la soberanía popular. Desde siempre me he manifestado favorable a la búsqueda de acuerdos a través del diálogo. También con ETA. Por ello, respaldo los pasos que pueda dar o esté dando el Gobierno socialista en ese objetivo. Pero supone una gran contradicción que estén dispuestos a sentarse a dialogar y negociar con ETA y rechacen el diálogo con las instituciones democráticas vascas sobre una propuesta que ha logrado concitar el respaldo de la mayoría absoluta del Parlamento vasco y por tanto de la sociedad vasca. Esta decisión supone un absoluto desprecio a la voluntad mayoritaria, un desaire de imposible justificación. La patada con la que pretenden devolver a Euskadi el proyecto remitido al Congreso se convertirá en infamia. Rodríguez Zapatero está a tiempo de reconsiderar su decisión y a tiempo también de no consolidar su escandaloso frente con el PP. Conocemos ya muchas experiencias de acuerdo entre los dos partidos y en todas ellas han buscado confabularse contra las legítimas aspiraciones del pueblo vasco. Es la tradicional alianza por una España, la suya, la eterna, la de siempre, en la que no se reconoce el Estado plurinacional ni parecen tener sitio las nacionalidades que la propia Constitución reconoce.

Aún hay plazo para no reproducir el error. El proyecto de nuevo Estatuto es una propuesta de convivencia y no una declaración de confrontación. Quienes la denigran debieran reflexionar sobre ese hecho trascendental. También tendrían que tener en cuenta que es la iniciativa puesta en marcha por el Gobierno Vasco la que ha forzado a Batasuna al abandono de su ensimismado discurso y su enquistada posición para dar nuevos pasos. Primero, explicitó en Anoeta, el pasado 14 de noviembre, su compromiso con las vías políticas y democráticas y ahora se ha dirigido al presidente del Gobierno español en defensa de un diálogo político sin exclusiones.

El tono, deliberadamente amable de la carta, y la corrección de su forma, delatan complicidades que otros deberán explicar, pero demuestran, en todo caso, que hay una posición novedosa que no se debe despreciar. Harían mal, sin embargo, Batasuna y el PSOE, en obviar que la nueva situación se decanta porque la iniciativa del Gobierno Vasco ha puesto sobre la mesa las cuestiones políticas siempre aplazadas y pendientes de solución. Aunque, según lo visto, ambas fuerzas tratan ahora de hacer coincidir su interés en un objetivo imposible como es el intentar relegar la propuesta del Parlamento a un segundo plano.

Llama la atención que ambas fuerzas coincidan ahora incluso en la reivindicación de la necesidad de un acuerdo entre todos. Los partidos coaligados en el Gobierno llevamos cuatro años reclamando ese diálogo que el propio PSE ha boicoteado. Los socialistas se han negado a participar y ahora pretenden comparecer como los grandes valedores de un acuerdo. Resulta hasta indecoroso el despropósito y roza el escándalo que el último descubrimiento del socialismo vasco sea que la renuncia de Batasuna a la independencia desplaza a un extremo al nacionalismo democrático y a la propuesta de nuevo Estatuto. Pretenden que la sociedad comulgue con este nuevo márketing electoral, pero adivino que les será imposible obviar la que supone una expresión inequívoca de la voluntad del pueblo vasco por llegar a un nuevo acuerdo jurídico-político.

Tampoco cabe pasar de largo por el último comunicado de ETA del pasado 16 de enero ni por la mortífera bomba que colocó dos días después en Getxo (Bizkaia) . La palabra le sirvió, entre otras cosas, para anunciar el apoyo a la iniciativa «Orain berria, orain bakea» y la bomba para generar temor, provocar destrucción y odio y enfriar las ilusiones en torno a la cercanía de una tregua. El inicial paso en la buena dirección al asumir por primera vez que nada tiene que decir esta organización sobre el futuro de los vascos, lo corrigió con explosivos que hirieron a un agente de la Ertzaintza, pero que podían haber provocado muchas más víctimas. Que no se empeñe ETA en poner marcha atrás a los pasos en la buena dirección. Que no se empecine en su falso poder fáctico. Porque todos los pasos responden a una insistente y mayoritaria demanda social y, por lo tanto, desandarlos supondría dar de nuevo la espalda a una ciudadanía que espera y exige responsabilidad en el camino hacia la paz y la normalización política del país. Con su coche bomba, ETA se erige en el mejor aliado del inmovilismo. Resulta chocante que todos los acontecimientos de los últimos días, muy visibles para el ciudadano de a pie, se conviertan en inexistentes para la oficialidad de un partido como el PP y para los medios de comunicación que le brindan apoyo. No será la primera vez que se hacen ejercicios de voluntaria ceguera, pero los que se practican ahora en tremebundos editoriales y solemnes pronunciamientos nos delatan el miedo insuperable que algunos tienen al cambio. Pero lo quieran o no, la fuerza de los hechos terminará obligándoles a revisar su estrategia.

Porque ya es inevitable el camino hacia esa nueva etapa. Falta en ella el gran paso, el que debe dar ETA con la declaración que todos y, desde luego mi partido, Eusko Alkartasuna, le exigimos desde hace años. Es urgente ese comunicado en el que confirme su desaparición y es exigible que lo haga con la suficiente nitidez para que no quepan dudas. Cuando muchos, y puedo por los menos hablar en nombre de EA, habíamos apostado con determinación por la sinceridad del proceso abierto en Lizarra, la propia organización nos descubrió su engaño. Fue ETA quien dio la razón a quienes, primero con sus reservas y luego con sus obstáculos, boicotearon hace seis años el intento de lograr la paz, y es por tanto a ETA a quien corresponde dar credibilidad a su anunciada disposición.

Cuánto va a tardar ETA en aceptar lo que la mayoría de la sociedad vasca le reclama; cuándo va a reconocer y respetar la voluntad del pueblo. La sociedad vasca exige además garantías de que todos, absolutamente todos los ciudadanos y ciudadanas de este país, nos libramos de su amenaza y que muchos, todos los que se ven obligados a vivir con escolta, recuperan definitivamente la libertad, el sosiego y la seguridad que jamás debieron perder. Eso nos lo debe aclarar ETA y lo debe hacer sin demora, porque es un paso pendiente y, a partir de él, podremos dar otros.

Fuente: Joseba Azkarraga