Borja Ventura es un periodista que durante su vida laboral se ha encargado de contar en medios estatales las consecuencias del conflicto vasco. Actualmente, es profesor asociado de la universidad Carlos III y trabaja para varios medios de Atresmedia. Colabora con Tiempo, eldiario.es y publicaciones como JotDown o Yorokobu. Tras el anuncio de cese definitivo de la violencia terrorista de ETA y la irrupción de Bildu en 2011 se propuso escribir un libro sobre las caras del conflicto. Lo financió a través de crowdfounding y lo publicó mediante la editorial Libros.com. En su libro se recogen testimonios de todo tipo desde todas las perspectivas. Por supuesto, también incluye a dos puntales de Eusko Alkartasuna: el lehendakari Carlos Garaikoetxea y Rafa Larreina.

¿Qué le llevó a escribir ‘Guztiak’?

Era un tema del que yo solía escribir y que en un determinado momento dejó de tener interés fuera del País Vasco. Durante mucho tiempo yo conté la parte mala: atentados, ilegalizaciones, juicios… Sentía que quedaba el broche para cerrarlo, pero a nadie le interesaba. La gente pasó página después de que ETA dejase las armas. A mí me apetecía pulsar el ambiente: qué estaba hecho, qué quedaba por hacer, cómo se estaba trabajando… En un primer momento, no pensé en hacer un libro, pero la editorial Libros.com se puso en contacto conmigo e hicimos un libro de entrevistas que me parece la forma más honesta de representar puntos de vista distintos.

¿Cómo se percibió la irrupción de Bildu en 2011? Fue un proceso de sorpresa e incredulidad. Existe una diferencia clara entre el País Vasco y el resto del Estado. Un ejemplo: al sur del Ebro el común de la sociedad estaba de acuerdo con la Ley de Partidos y pensaba que todo el mundo lo estaba. Por ello, causaba cierta sorpresa que en el País Vasco no fuera así, no solo que la izquierda abertzale estuviese en contra, sino que la mayoría de los partidos lo estuvieran. Con la irrupción de Bildu pasó lo mismo. Yo trabajaba en un medio de comunicación y me enviaron al País Vasco para hacer una serie de reportajes y entrevistas y la consigna era: “Intenta explicar a la gente de aquí porque la gente de allí ha votado a estos”. La idea de la gente era la siguiente: “Pero si son el mal, por qué han votado a Bildu”.

Su libro describe 17 realidades en un relato poliédrico. ¿Considera que alguna parte del relato de ha faltado?

Sí, echo de menos algún relato, por ejemplo, de alguien de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Lo intenté pero el Ministerio del Interior no quiso. En otros trabajos que he hecho conseguí hablar con Defensa, pero en este caso, no. También me hubiese gustado hablar con algún representante del cuerpo judicial que estuviese en la construcción de la idea de “Todo es ETA” durante los periodos de ilegalizaciones. Han faltado, quizá, unas entrevistas que también contasen relatos más institucionales.

Teniendo en cuenta la temática del libro y que se entrevista a personas con posturas incluso enfrentadas, ¿le ha costado convencer a alguien para que sea entrevistado?

Estas cosas siempre pasan. Con un tema así, siempre hay gente que dice que no, gente que lo hace a regañadientes y con desconfianza… También es cierto que yo he ido mucho a Euskadi a trabajar y en determinados círculos políticos ya se me conoce. Sí que es cierto que en viajes anteriores he encontrado reticencias en víctimas del terrorismo pero, sobre todo, por dolor. No han solido querer volver hablar de esas cuestiones porque les generaba dolor o, incluso, por no querer participar en algo en lo que participan otras personas. Ahora, los noes que me he encontrado tienen más que ver con una cuestión política: El PNV, por ejemplo, cuando no estaba gobernando era fácilmente accesible y ahora que gobierna prefiere no mojarse.

¿Hay algún testimonio que le haya impactado especialmente?

Lo que he intentado con el libro es que no aparezca mi mano en ningún momento. He dejado la primera persona a un lado. Yo tengo mi opinión y mi ideología pero intento que no manche nada. Como he hecho entrevistas de espectros muy distintos, algunas las comprendo más y otros puntos de vista que me resultan difíciles de digerir. Hay cosas que me resultan duras: que una persona con 50 años se ponga a llorar cada vez que recuerda su primer amor, aquel que tuvo cuando tenía 18 años y del que aún hoy no sabe qué ha sido de él (se refiere a Lourdes Auzmendi, expareja del miembro de ETA Eduardo Moreno Bergaretxe Pertur). Cuando hablo con alguien que tiene treintaypico años, mi edad, tiene un discurso de confrontación muy fuerte y afirma cosas como que él jamás le daría la mano a un Guardia Civil porque pertenece “a un grupo de asesinos y torturadores”, a mí me impacta. Y si alguien me cuenta que en comisaría se ha hecho no sé qué barbaridad, también me impacta. Como me impacta cuando le preguntas a alguien que estuvo en ETA si volvería a hacer lo que hizo y te responde que, si se repitiesen esas condiciones, sí lo haría. Esas cosas sí me impactan, pero no a nivel ideológico, sino a nivel humano.

¿Cuántas cosas han pasado aquí y cuánto queda, no para la pacificación, sino para la articulación social?

El problema, sin duda, es el relato. ¿Sería deseable un relato consensuado? Mi opinión personal es que no debería darse. No se podrá llegar nunca a un relato normativo y tipificado, porque habría que hacer un relato tan vago y falto de detalles que es muy complicado. Uno de los problemas que se dan en este caso es el problema del lenguaje: ¿cómo denominas a las cosas? Un ejemplo: frente a quien dice que “se ha eliminado la variable violencia” muchos otros dirían que “que se ha eliminado la violencia de ETA pero la del Estado sigue ahí”. Otro: para alguien que está a un lado, que haya un preso en Sevilla no es comparable con que ese preso matara a su marido; para la familia de ese preso, no hay mayor drama que su familiar esté en Sevilla y que su madre enferma tenga que atravesar la Península para verle. Es imposible llegar a un acuerdo.

¿Y qué se puede hacer?

Lo que sí es posible es llegar a una narración no común, sino acumulativa. Es decir, una suma de narraciones. La dificultad de esto es que habrá gente que no querrá compartir su relato o lo silenciará.

¿Ha recibido críticas por haber escrito este libro?

He recibido críticas por haber hecho mi trabajo durante mucho tiempo, por dar voz a determinada gente. En este libro, en concreto, he recibido menos de las que esperaba. Imagino que las hay, aunque no me hayan llegado. En trabajos anteriores, algunos círculos me han acusado de ser un unionista que va al País Vasco a encontrar mierda y en círculos de Madrid, en cambio, me decían poco menos que era amigo de ETA por poner el micrófono y dar voz a determinas personas que dan su punto de vista. Estas cuestiones profesionalmente te marcan y hay gente que no quiere trabajar contigo. Pero yo pienso que si hay gente que no quiere trabajar conmigo por hacer que se supone que hace un periodista -hablar con la gente-, a lo mejor yo tampoco quiero trabajar con ellos.