Maiorga Ramirez Hace unos días, cuando en el marco del debate autonómico celebrado en el Senado, el presidente navarro, Miguel Sanz, interpeló a Zapatero sobre las intenciones de pactos del PSOE en Navarra tras el 2007, puso en evidencia la inquietud de su partido ante la posibilidad de que se cree una alternativa de gobierno en Navarra.

Al margen de lo inadecuado de utilizar un escenario de esa naturaleza para plantear estrategias de partido, foro al que el señor Sanz acudió en calidad de presidente del gobierno no de su partido, lo cierto es que la presión de UPN en torno a este tema es constante. La derecha navarra sabe que sólo mediante el acuerdo entre socialistas y abertzales se podrá conformar un gobierno progresista en 2007, y explota al máximo la estrategia del chantaje dialéctico para intentar restar toda iniciativa a la dirección del PSN.

En una de sus más recientes declaraciones, el señor Sanz acusó al PSN de no aclarar ´si va a pactar con quienes quieren romper Navarra´, copiando el discurso del PP en España. Un intento de acomplejamiento que ya usó en 2003 en reacción airada por su desalojo del poder en Tafalla, Lizarra, Barañáin y un largo etcétera de localidades navarras, hoy gestionadas en alianza entre socialistas y abertzales, y cuyo efecto ha sido opuesto al que vaticina la derecha navarra: mayor diálogo, integración y convivencia.

Es cierto que todos los partidos tenemos unos máximos ideológicos irrenunciables, que constituyen el esqueleto de nuestras convicciones y objetivos finalistas. Pero es una cualidad democrática saber distinguir entre estos máximos y la posibilidad de alcanzar acuerdos programáticos puntuales para una gestión en coalición. El gobierno tripartito de 1995 fue posible gracias a la capacidad de sus integrantes (PSN, CDN y EA) de conjugar prioridades en un programa de gobierno común. En aquel momento otros (IU) optaron por el apoyo externo a este gobierno, un ejemplo más de la flexibilidad que permite la democracia. Claro está que no todos la entendemos igual, y hay quien todavía añora la época del partido único.

Desde su retorno al poder, la única obsesión de la derecha ha sido impedir que vuelva a producirse una experiencia semejante, porque sabe que es la única alternativa de cambio real en Navarra. En 2007 tenemos una nueva oportunidad. No sólo de cambiar siglas y actitudes, sino la acción política en sí, por otra basada en postulados democráticos, progresistas, respetuosos con nuestra raíz vasca, y de izquierdas.

Durante esta década, UPN se ha dedicado a monopolizar el proyecto de Navarra, haciendo una patrimonialización excluyente y contraria a la pluralidad, a la vez que absolutamente sumisa al poder central, tratando de ocultar, con un discurso navarrista, su colaboracionismo con los sucesivos gobiernos centrales en la disolución de las señas de identidad fundamentales de Navarra.

No sólo mediante la negación de lo vasco sino también con su forma de entender el autogobierno de Navarra. A la humillación con que UPN toleró las agresiones a nuestro autogobierno por parte del Gobierno de Aznar se suma su actitud de crítica permanente a la iniciativa de otras comunidades históricas cuando reivindican sus derechos. Eso sí, siempre exigiendo después todo lo que las demás consiguen también para Navarra, en infraestructuras e incluso al negociar el Convenio Económico, siempre por detrás del Gobierno Vasco. Esta misma semana Sanz no se sonrojaba al pedir para Navarra ´lo mismo que negoció Ibarretxe´ para la financiación del TAV.

En lugar de arremeter contra sus homólogos, lo que debería hacer el Gobierno Foral es pedir explicaciones al portavoz del PP en el Congreso, el señor Rajoy, por su desprecio a los derechos históricos en el debate sobre el Estatut, que equiparó con ´privilegios económicos, jurisdicciones especiales, franquicias diversas, y (…) absoluta sumisión individual´. Y no sólo eso, además se permitió una burla pública, al compararlos con ´fielatos, almorarifazgos, alcabalas y hasta el sombrero de tres picos´. ¡Sorprende que el señor Del Burgo no se hubiera levantado del escaño para protestar por tal ataque a los fueros de Navarra!

UPN-CDN tienen su objetivo claro: mantener su actual mayoría absoluta en el Parlamento de Navarra. No en vano estudian la posibilidad de concurrir juntos en el 2007 a fin de garantizarse la perpetuación en el poder. ¿Por qué tanto miedo? Sin duda la causa de esta reacción no es otra que Nafarroa Bai.

La decisión de conformar una candidatura abertzale conjunta en el 2007 ha puesto en riesgo la comodidad de la derecha navarra. No sólo porque hace más visible el peso del abertzalismo en nuestra comunidad, y que los poderes del status quo pretenden siempre minimizar; sino porque puede -y debe- ser el instrumento clave del gobierno alternativo.

Un objetivo factible si afrontamos dos retos esenciales: promover desde Navarra el debate sobre el proceso de pacificación y normalización política y contribuir así a normalizar la convivencia; y definir compromisos políticos y estratégicos concretos en el seno de la plataforma abertzale, que haga posible configurar un programa con vocación de gestionar y entrar a formar parte de un eventual nuevo gobierno.

Hay un tercer aspecto elemental, aunque ajeno: que el PSN no ceda al discurso de la derecha navarra, y en tanto que primer partido de la oposición en este momento, actúe con clara voluntad de constituir un gobierno distinto. Si se conforma con influir sin ser alternativa, sólo hará que UPN se consolide. La única posibilidad de cambio real en Navarra es lograr un gobierno distinto al de UPN, lo demás son ´cantos de sirena´.

Es por esto que Eusko Alkartasuna ha impulsado en el seno de Nafarroa Bai un debate en torno a los compromisos estratégicos y políticos que creemos debemos abordar de cara al 2007.

Por el momento, introducir en Navarra el debate sobre pacificación y normalización política. Y paralelamente, definir las líneas de actuación política conjunta ante el 2007, y a partir de entonces. No podemos conformarnos con ser una sigla; tenemos que dotar de contenido claro nuestra oferta a la sociedad. Es lógico que la diversidad de criterios se mantenga en algunas cuestiones, pero en lo fundamental tenemos que trazar una estrategia y asumir compromisos políticos comunes. En aspectos como política lingüística, autogobierno, capacidad de decisión y gestión en el ámbito público, para empezar.

La acción política de EA siempre se ha caracterizado por la coherencia en los principios y el compromiso realista en la labor institucional. Una cultura que queremos trasladar, en lo que nos toca, a Nafarroa Bai, proponiendo este debate de fondo en el seno de la coalición. Puede que el proceso sea largo y sin duda va a exigir un trabajo serio para alcanzar el acuerdo deseable. Pero es la vía para garantizar nuestra solidez política como propuesta electoral y como alternativa real en Navarra.

En una situación normalizada, nadie podrá frenar a esa Navarra vasca, progresista, abertzale y de izquierdas a la que representamos. Una Navarra orgullosa de sus raíces, solidaria, fiel a sí misma y rebelde ante el permanente intento por negarla. Realmente UPN tiene motivos para preocuparse.
Fuente: Maiorga Ramirez