El entorno del nuevo Gobierno vasco ha contestado airadamente a los convocantes de la reciente huelga de educación aludiendo a sus objetivos políticos y defendiendo que el ejecutivo responde a la voluntad de la ciudadanía expresada en las urnas. Ambas cosas son ciertas, claro. Las huelgas tienen objetivos políticos: hacer que el Gobierno se mueva; y el Ejecutivo ha salido de las urnas. Pero también es cierto que la Ley electoral ha otorgado al actual Gobierno vasco una mayoría absoluta que la ciudadanía no quiso otorgarle. De hecho, sumando muchos menos votos que hace cuatro años, el Ejecutivo de Urkullu va a tener la comodidad y la oportunidad de hacer de rodillo que da de sumar más de 38.
Es curioso que eso se produzca cuando es evidente que la mayoría social, independientemente de lo que piense y vote, ha tenido más claro que el sistema necesita cambios. Seguramente, muchas personas consideraron que la pandemia ha hecho tan evidente la necesidad, que los cambios se producirían incluso votando “lo de siempre”. Si eso ha sido así, podemos decir que han fallado sus previsiones, porque el Gobierno vasco con el que PNV y PSE se proponen hacer frente a esta inédita y grave situación ha sido un jarro de agua fría.
De hecho, el recién formado Gobierno vasco se caracteriza por una enorme falta de autocrítica, que tanto exigen jeltzales y socialistas a otros y en otros ámbitos: “Las huelgas”, siguiendo con el ejemplo, “son para desgastar al Gobierno”, insisten PNV y PSE. No puede ser que en Lakua no haya nadie con la empatía suficiente para plantearse que la huelga nace de la preocupación y el compromiso con la educación pública. Hubiera sido mucho más honesto acompañar la salida de Murga, Uriarte y Beltrán de Heredia y la reubicación de Arriola con un discurso comprometido con los cambios que se necesitan esos ámbitos.
Más de dos décadas después de que Xabier Arzalluz hablara de los michelines del PNV, el actual Gobierno vasco podría tener como logo el famoso muñeco de la firma de neumáticos. Revisar el currículum de la mayoría de los y las consejeras y demás asesores cercanos a Lehendakaritza es desalentador y deja en evidencia que la primera premisa de la constitución del Ejecutivo ha sido hacer un traje a medida de las necesidades de los dos partidos que lo componen y las personas designadas por ellos para las consejerías. Es evidente que tenemos una clase política profesional y la mayoría de la sociedad no entiende, no entendemos, que determinadas personas, como se suele decir, valgan lo mismo para un roto que para un descosido.
Es inevitable preguntarse ¿cómo es posible que, si existen razones para que Cristina Uriarte deje el Departamento, se le asignen responsabilidades en materias ligadas a ese trabajo que no se ha hecho a satisfacción de Urkullu (ni de Urkullu, habría que decir)? ¿Cómo nos vamos a creer que el diseño del Gobierno responde a una óptima gestión, si el Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda se ha convertido en Planificación Territorial, Vivienda y Transporte solo para mantener a Iñaki Arriola en el Ejecutivo, alejándole de Medio Ambiente después del horror del vertedero de Zaldibar? ¿Cómo es que nuestras jóvenes tienen que hacer másteres y más másteres, para especializarse en campos concretos mientras Arantza Tapia, Idoia Mendia, Bingen Zupiria, Beatriz Artolazabal, Iñaki Arriola o Jokin Bildarratz, “valen” lo mismo para ser concejalas, que alcaldes, parlamentarios, diputadas y senadores, diputadas forales o presidentes de Eudel? Es un poco raro, sobre todo porque el PNV insiste en tener mejor cantera que el Athletic.
La nueva formación del Gobierno nos ha hecho preguntarnos también si sabemos hasta qué punto pagamos con dinero público empresas, como Gizaker, que aparece en el curriculum de algún miembro del nuevo Gobierno, como de otros cargos de obediencia jeltzale, y qué supone. ¿El cambio de sillones Senado-Lakua entre Beltrán de Heredia y Bildarraitz es en beneficio de la sociedad vasca? ¿Sabemos hasta qué punto los entramados de nuestros principales servicios públicos son una escalera profesional para tantos jelkides, que hoy están en la dirección de un hospital, mañana son concejales y pasado llegarán al Gobierno?
Y sobre todo, porque esto no es una crítica personal sino política, ¿cómo afecta la necesidad de colocar los “michelines”, los políticos profesionales elegidos por sus partidos, a la acción de PNV, PSE en menor medida pero cada vez más, y del Gobierno vasco? Afecta, no cabe duda, como bien sabía Arzalluz: Cuando se cambia la estructura de los departamentos en función de los consejeros, como en el caso de Medio Ambiente, sabiendo que se dejan lagunas, responsabilidades por aclarar; cuando se da una patada hacia arriba a una diputada foral que se ha decidido que tiene que seguir en el trabajo institucional después de la polémica en los centros de menores de Araba; cuando se reorganiza Lehendakaritza y “no cabe” Emakunde, que, además de ser claramente una materia transversal, legalmente debe estar ahí,…
Todo apunta a que esos cambios forzados de nombres y sillones van a ser los únicos de la legislatura, de no ser que se vean obligados. Y eso solo sucederá vía la acción política basada en la aportación y la crítica constructiva de EH Bildu. Eusko Alkartasuna sabe bien lo que cuesta mover al PNV, incluso desde dentro de los Gobiernos, pero no renunciamos a ello porque nos jugamos el futuro. EH Bildu propuso a la sociedad de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa un programa electoral muy trabajado y completo, con medidas completas y realizables en materias clave como educación, sanidad, industria, empleo, medio ambiente. Y vamos a trabajar para que esas propuestas que responden a la realidad de la demanda y la necesidad social, calen e impregnen la actividad institucional.
Sin duda, los primeros pasos del Gobierno de Lakua no dan para ser optimistas, pero esperamos que el trabajo que EH Bildu ya se ha comprometido a hacer y la cruda realidad impidan que volvamos a tener una legislatura perdida.