Artículo de opinión de Jon Peli Uriguen, diputado foral de Innovación, Desarrollo Rural y Turismo.

En las últimas semanas la ciudadanía, ha asistido perpleja al rifirrafe político suscitado por la designación del consejo de administración de Kutxabank. La sensación que hemos podido transmitir todos los grupos políticos es que el conflicto se ha centrado en dos posturas, el “no nos moverán” o el “quítate tú que me pongo yo”.

Al margen de las triquiñuelas utilizadas para, nuevamente, dejar fuera de los órganos de control de la única entidad financiera pública de Euskadi a una sensibilidad importante de la sociedad, es evidente que Kutxabank suscita el interés de todas las fuerzas políticas especialmente cuando llega el momento de renovar los cargos.

Pero, nos quedaríamos en la epidermis del tema si sólo nos fijamos en cómo se ha designado el consejo de Kutxabank. La mamia, lo que transciende a los nombres de quienes decidirán el futuro de la entidad financiera pública vasca, es el modelo que ha sido dibujado por PNV, con el beneplácito del PP y del PSE y con el amparo de algunas fuerzas sindicales. Y es evidente que el modo en que han sido designados los consejeros va a repercutir en el modelo de negocio y en los objetivos de la entidad.

En una entrevista, el actual presidente de Kutxabank, Mario Fernández, señalaba que “La caja no es de propiedad pública. Si el problema del banco -en referencia a Kutxabank- es que deja de ser una entidad pública para ser una privada entonces empezamos mal, porque la caja no es una entidad pública, la caja es una entidad de crédito privada, exactamente igual que un banco. Lo único que diferencia hoy a una caja de ahorros de un banco es que la caja no paga dividendos a sus accionistas y este se convierte en lo que podríamos denominar un dividendo social”.

Ese es el problema del nacimiento sin consenso de la nueva entidad y de este nuevo golpe de efecto para evitar cualquier atisbo de virar el rumbo. Que los actuales gestores creen que Kutxabank, al igual que Kutxa, Vital y BBK antes de su fusión, es una entidad de crédito privada. Y que lo único que la diferencia de un banco es que las ganancias van a la obra social.

Y frente a esa postura estamos los que consideramos que hoy día, salvando las distancias y sin negar la necesidad de adaptarnos a la nueva realidad, sigue siendo válido el modelo que dio lugar a la creación por parte de las instituciones de las cajas. Recoger el ahorro de las familias modestas y con esos recursos colaborar en el desarrollo económico y social del territorio.

Hoy, cuando la avaricia de determinados financieros ha hundido nuestra economía al dejar los bancos de ejercer su actividad de siempre -coger el dinero de unos para prestarlo a otros- y optar por operaciones puramente especulativas sustentadas en la ingeniería financiera que otorgaba rápidos beneficios a cambio de humo, es más necesario que nunca el modelo de las cajas. Hoy es imprescindible un banco público vasco.

Actualmente Kutxabank está denegando sistemáticamente créditos a las empresas guipuzcoanas y vascas que necesitan circulante para poder tener abierta la persiana o a los jóvenes para optar a un piso, sin olvidar su actitud ante quienes no pueden pagar la hipoteca. Los gestores de Kutxabank tienen la obligación de dar préstamos a quienes crean que luego podrán devolverlos, porque si no iría a la quiebra. Pero, además de subvencionar actos culturales o sostener un centro oncológico de referencia, entre otras acciones de la Obra Social, Kutxabank tiene la obligación también de apostar por las familias y las empresas del país.

Y si, como ocurre, hay empresas que tienen expectativas ciertas de mercado, que tienen un producto con futuro y que son viables, pero que necesitan liquidez para poder afrontar sus pagos a corto porque sus clientes les pagan a 180 o a 300 días Kutxabank tiene que acudir en socorro de esas empresas porque tiene otra función social más allá de lo que es únicamente su obra social.

La fortaleza de las cajas vascas no se la han dado sus gestores, sino los impositores, las empresas, las asalariadas y asalariados guipuzcoanos, los autónomos, los jubilados que eligieron Kutxa, Vital y BBK, en lugar de bancos para dejar sus ahorros porque confiaban en una entidad financiera pública que, además, invertía sus beneficios en obra social.

Cuando se confunde un medio con el fin se corre el riesgo de hacer de una herramienta útil algo inservible. Y para algunos la fortaleza de Kutxabank, el que coja tamaño, aunque en ocasiones sea cogiendo grasa y no músculo, se ha convertido en la única misión. Y que las empresas guipuzcoanas o de otro territorio hermano mueran de inanición o que las vascas y los vascos no tengan acceso a hipotecas no es nuestro problema que bastante tenemos con mantener la obra social, a lo que hemos accedido tras las presiones de los pelmas de Bildu, porque lo que nos preocupa y ocupa es estar entre las siete primeras entidades financieras. Desde luego ese, señores del PNV, del PP, del PSE, no es nuestro modelo. Y como no estamos de acuerdo es por lo que las entidades fundadoras vamos a tratar de estar en los órganos de gobierno de Kutxabank para que se oiga la voz de quienes opinamos que las cajas son algo distinto a una entidad de crédito privada y que su misión es estar al servicio de la gente y de las empresas para lograr una Euskadi más próspera y más justa.

Fuente: Eusko Alkartasuna