Juan Carlos Mújika

La película de Amenabar vuelve a traer a debate una cuestión seria y de hondo calado personal y ético, en relación a la cual los diferentes países van determinando medidas que se reflejan en las legislaciones correspondientes y cuya aprobación tiene consecuencias fundamentales en el reflejo de los valores de una sociedad.

Holanda, según un proyecto de ley aprobado en la cámara baja del parlamento y a expensas de su posterior aprobación en el senado legaliza la eutanasia en determinados supuestos. De las novedades de esta ley subrayo dos aspectos que me llaman atención:

a) La nueva ley va más lejos al permitir que los menores de 12 a 16 años puedan elegir la eutanasia, con el permiso de sus padres; los de 16 y 17 años pueden solicitarla, aun sin el acuerdo de los padres, si bien estos tendrán que haber tomado parte en el proceso de decisión.

b) Hay que observar que la ley no dice que deba tratarse de un enfermo terminal, y que el sufrimiento ´insoportable´ puede ser también psíquico, según jurisprudencia del Tribunal Supremo

Francia, por su parte, anuncia también una nueva ley. El cambio ha sido anunciado por el ministro de Sanidad, Philippe Douste-Blazy. El gobierno hará suyas las recomendaciones de un comité, compuesto por 31 diputados de todas las tendencias políticas, que estudió el acompañamiento a los moribundos. En el informe que entregó el pasado junio proponía instituir un derecho consagrando el rechazo del encarnizamiento terapéutico, el refuerzo de los cuidados paliativos y el respeto de la voluntad expresada por los enfermos terminales.
´No se trata de despenalizar la eutanasia, pues eso levantaría la prohibición de dar la muerte´, ha aclarado el ministro. ´Ningún jurista, ningún profesional de la medicina consultado por la comisión parlamentaria ha reivindicado tal cosa. Descarto, pues, el modelo legislativo holandés o belga´.

Se trata de aprobar un modelo original, que no exigirá ningún cambio en el Código Penal, sino en el Código de Salud Pública y en el Código de Deontología Médica. ´La ley instaurará el derecho a morir con dignidad. Con esta ley, las familias podrán acompañar al enfermo hasta el último momento y el personal médico ayudar en las decisiones difíciles sin tener que exponerse al riesgo de responsabilidad civil que no tiene por qué soportar´.

El texto legal fijará distintos procedimientos para adoptar la decisión, según el estado de consciencia del enfermo. Habrá una ´frontera intocable´ entre los enfermos que todavía tienen esperanzas de vivir y los terminales.

Douste-Blazy ha dicho que además pedirá al primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, más medios para desarrollar los cuidados paliativos.

El doctor Michel Ducloux, presidente del Consejo Nacional de la Orden de Médicos, se ha declarado muy satisfecho de la iniciativa del gobierno de desarrollar los cuidados paliativos y de modificar el Código de Salud Pública.

Una de las supersticiones modernas es creer que basta hacer una ley para zanjar un problema. Pero afrontar el cuidado de los enfermos terminales de acuerdo con la dignidad humana es un problema complejo. Exige competencia técnica y capacidad de comunicación por parte del médico; cariño y espíritu de sacrificio por parte de parientes y amigos; aceptar y encontrar sentido a la propia muerte por parte del enfermo. Nada de esto es fácil. Nada de esto es lineal y eso es difícil arreglarlo con una ley.

El entorno de un enfermo terminal está lleno de interrogantes. ¿Se han puesto todos los medios razonables? ¿Es mejor suspender ya los medios artificiales y dejar que la naturaleza siga su curso? ¿Se podría aliviar más su dolor, aunque los analgésicos abrevien su vida? ¿Se siente acompañado? ¿Comprende que va a morir? ¿Puede alguien decidir por otro que su vida ha llegado a ser insoportable y que es preferible morir? La normativa legal no dará nunca respuestas a las perplejidades, los altibajos, las dudas de conciencia de los médicos, de los parientes, del enfermo, pero su enfoque será básico para hacer frente a estas situaciones en las mejores condiciones
Entiendo que solo se encontrarán soluciones razonables si están guiadas por el deseo de proporcionar al enfermo el entorno más humano para que pueda afrontar y asumir su muerte. Una sociedad avanzada es la que logra evitar la soledad de los ancianos, la que cuenta con médicos que saben cuidar cuando ya no pueden curar, la que ofrece los cuidados paliativos para dominar el dolor, la que dedica medios a la atención de los enfermos terminales, sin ocultar la muerte.

Creo que entre las dos propuestas nos encontramos con enfoques distintos

Viendo la propuesta holandesa, parece que estamos en una cultura en el que la muerte se ve como la solución para problemas que no sabemos tratar de otro modo, también porque entre nuestros valores empieza a perder sentido la generosidad y capacidad de acompañar a quien sufre. Además por este camino es muy fácil ver los siguientes pasos: ¿Si la finalidad es ?ayudar? a morir a los que quieren porque sufren, por qué no aplicarlo a todos aquellos que lo pidan aunque no sufran?

De la propuesta francesa me gustan dos cosas:

a) un acuerdo amplio de los diputados de todas las tendencias políticas

b) una intensificación de los cuidados paliativos para no poner a los enfermos en fase terminal ante la ansiedad de si pueden permitirse el lujo de pedir que se les cuide.

Fuente: Juan Carlos Mujika