Iñaki Cabases, concejal de Eusko Alkartasuna en el Ayuntamiento de Pamplona
El verano constituye un paréntesis oficial en la actividad política que, en abundantes ocasiones, suele aprovecharse para adoptar las decisiones que pueden resultar impopulares, se sabe que serán objeto de discrepancia política o, sencillamente, se pretende que pasen más desapercibidas que en otros momentos de mayor seguimiento ciudadano de la acción política, con la esperanza de que entre el calor y la distracción general, más ocupada en las vacaciones, se olviden fácilmente.

Es entonces cuando aparecen las llamadas serpientes de verano, que se llevan la atención por ser fuertemente publicitadas aunque su condición y contenido no mereciesen la categoría de noticia en cualquier otro momento.

En el ámbito municipal de Pamplona, la serpiente de categoría monstruo del lago Ness la constituyen unas declaraciones del portavoz socialista señor Calvo, que si reflejan su pensamiento, y así parece, son cuanto menos para dudar seriamente de su categoría como persona y como político, y se convertían en tema de atención y comentario. Mientras tanto, el Gobierno municipal de UPN y CDN aprovechaba la coyuntura vacacional para realizar una revolución en el segundo escalón político municipal, destituyendo a diestro y siniestro a toda una serie de funcionarios municipales que ostentaban, desde hace varias legislaturas, las direcciones de área, para sustituirlos por personas de estricta confianza política partidista aunque, en muchos casos, de inexistente trayectoria y experiencia municipal. Eso sí, en número mayor, conforme al nuevo y extenso organigrama que han establecido desde el poder sin causa ni justificación alguna.

Y en el último pleno municipal, celebrado con carácter extraordinario el 31 de julio, los dos grupos aprobaban unas extraordinarias delegaciones del Pleno -en el que estamos todos, incluidos los periodistas- en la Comisión de Gobierno, donde sólo están ellos. Esto puso de manifiesto que los grupos de UPN y CDN van a ejercer la mayoría absoluta venga o no a cuento, beneficie o perjudique a la ciudad, aunque cueste más dinero a los pamploneses, sustraiga del debate político temas de gran calado para el interés de la ciudad, dificulte -por no decir impida- el derecho a la información y conocimiento de los ciudadanos sobre el porqué y el cuánto de las decisiones que se adopten y, en todo caso, menoscabando el pluralismo social, cultural, económico y político de la sociedad pamplonesa.

Cuáles sean las razones que impulsan este proceder tan poco democrático para un ayuntamiento, no las conozco. Espero que no haya detrás una falta de honestidad política, a la vista de los sinsabores sufridos en la anterior legislatura, que tantas deserciones y problemas internos generó en UPN. Pero es evidente que contribuye a convertir en sospechosa la intencionalidad de muchas de las decisiones que se adopten en estas condiciones de ocultación. Un municipio desarrolla mejor su personalidad con la máxima participación posible, y las argumentaciones de eficacia y modernidad para limitar esta participación son falsas y, en muchos casos, germen de corrupción, abuso de poder y discriminación. Porque, además, los instrumentos de control del gobierno municipal son muy escasos.

Y constituye cuanto menos una irresponsabilidad despreciar a priori las aportaciones que pueden realizar cuatro grupos políticos de los seis representados en el Ayuntamiento.

Porque los pamploneses no están tan atendidos en la prestación de servicios como se trata de aparentar con la proliferación de concejalías delegadas, especiales, de barrio, y otras medidas más o menos rimbombantes que tanto se está utilizando y pregonando en constantes ruedas de prensa, pretendiendo dar, artificialmente, la impresión de una gran gestión, gracias a la resonancia que proyecta un potente gabinete que más parece de promoción y propaganda y que, por otra parte, debe esforzarse continuamente para contrarrestar la contrapropaganda que suponen las resoluciones de los tribunales señalando las chapuzas e irregularidades. No hay más que darse una vuelta por la comarca de Pamplona para comprobar que, en muchos de sus municipios, sus habitantes disponen de más y mejores servicios prestados desde unas administraciones locales con estructuras administrativas infinitamente más reducidas y simples, comparativamente hablando, que la compleja y macrocefálica que tiene nuestro Ayuntamiento.

Todo ello en el marco de una línea política que se sigue en Navarra, consistente en la constante descalificación, simple y ramplona reiterada y reiterativa, del adversario político, conjugada con el comodín de la criminalización de los nacionalistas como único argumento y principio fundamental del nuevo movimiento nacional que han emprendido algunos. Estrategia que lo mismo sirve para tratar de neutralizar la reivindicación de semáforos, que para presentar como la gran panacea la instalación de El Corte Inglés, copia de los que hay a montones en infinidad de ciudades al que, por cierto, atribuyen la esencia de la modernidad y el progreso y regalan una peatonalización a medida, sin parangón en nuestra ciudad, que se vende como ideal porque la paga Él, que es en realidad el beneficiario; o para mantener tozudamente a la entrada y salida de la ciudad esos cartelones, deliberadamente escritos sin la denominación de Iruña, aunque ello suponga vulnerar la denominación oficial y las ordenanzas municipales, sin otro fin que molestar y fastidiar a los miles de pamploneses que defendemos el euskera.

He tenido la oportunidad de contemplar, atónito, cómo los ediles de UPN despreciaban nuestro folklore y abandonaban la privilegiada posición en el balcón del Ayuntamiento, porque los dantzaris en uso de su libertad y de la idiosincrasia, portaban la ikurriña junto con las banderas de Pamplona y Navarra, mientras en Baiona, con un gobierno municipal tan conservador como el de aquí, se respeta y exhibe dicha enseña hasta en el balcón municipal y en las mulillas de la plaza de toros. Y pese a todas las diatribas de los portavoces de UPN respecto a los nacionalistas, tal vez convenga subrayar que, en el Ayuntamiento de Baztán, compuesto solamente por dos grupos políticos, y donde EA dispone de una holgada mayoría absoluta, UPN ha pedido, y le ha sido concedido, formar parte en la Comisión de Gobierno.

No puedo sino lamentar este sectarismo político, tan enfermizo que más que interpretación política requiere de tratamiento médico, y ofende la inteligencia. Desde aquí felicito a la alcaldesa de Baztán por su talante y convicción democráticas, que le hacen preferir el respeto a la pluralidad social, cultural, económica y política de los baztaneses, por encima de su derecho a configurar un Gobierno monocolor.

Una lección que contrasta con la escasez de miras que demuestra nuestra alcaldesa, apoyada en una mayoría de representación -que no de votos- lograda en unas elecciones cuanto menos irregulares, y cuya primera decisión de relevancia ha sido secuestrar los grandes temas de la luz y taquígrafos que en el Ayuntamiento sólo se da en el debate plenario.

Me dirán que estamos en verano, pero estas serpientes son de pesadilla, más que para los del Ayuntamiento, para los pamploneses. Y en estas condiciones lo más sano será despertar y no dormirse, no vaya a ser que nos encontremos con peores pesadillas en cada una de las estaciones del año.

Fuente: Iñaki Cabases