Como este año estaré en Nochebuena estaré muy ocupado, he
decidido bajar un poco antes de los montes de Euskalherria para dar a conocer
un problema que interiormente me preocupa mucho. Aunque vivo en los montes, no
me siento en absoluto al margen de lo todo lo que ocurre en cada ciudad, pueblo
y rincón de Euskalherria.
Hace tiempo que veo cómo los hijos de
este pueblo piden un respeto absolutamente imprescindible a los derechos humanos
y colectivos; que veo cómo trabajan por conseguir la libertad para nuestro
pueblo, Euskalerria. Yo, el Olentzero, me sumo a estas peticiones, que son expresión
de la vitalidad y del aprecio de este viejo pueblo por la vida. No obstante,
no entiendo en absoluto la actitud de algunos grupos. No se puede defender el
derecho a la vida de nuestro pueblo y cerrar los ojos ante quienes atentan contra
sus hijos. Euskalherria no será libre mientras uno solo de sus hijos
sea amenazado, robado o asesinado. El derecho a la vida de nuestro pueblo empieza
por el respeto a los derechos fundamentales de sus hijos.
El Olentzero, yo mismo, creo firmemente que
la llave principal para la pacificación de este pueblo es el respeto
a todos los derechos humanos, sin excepción. Los del pueblo pero, sobre
todo y ante todo, los de cada persona. Por eso, he bajado desde los montes a
esta capital del viejo reino de Navarra, Iruñea, para ofrecer como regalo
de Nochebuena a los políticos de Batasuna los artículos 1, 2 y
3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Tengo la esperanza
de que entiendan que la defensa de los derechos de los pueblos empieza por la
defensa de la persona en su totalidad.

Olentzero

Fuente: Eusko Alkartasuna