Esta semana hemos comprobado que el nuevo tiempo político que nos prometían, tanto en el Estado como en Euskal Herria, no termina de arrancar. Los viejos tics contaminan las promesas de cambio con el agravante de que también provienen de los adalides de la transformación y la nueva política.

Hemos vivido la crónica de una convocatoria electoral anunciada, que ha disparado, ya sin disimulos, la precampaña electoral que arrancó en la noche del 20 de diciembre. Así que en plenos preparativos de la próxima campaña, nos preguntamos si no seremos los abertzales de izquierda los que mas interés tenemos en el cambio en las estructuras del Estado.

En los últimos meses ha quedado claro que los nuevos partidos han heredado la falta de cultura del acuerdo de los viejos partidos del Estado. Lo que en Euskal Herria es normal, acuerdos de gobierno, de legislatura, apoyos puntuales para temas concretos, … es inexistente en el Estado, lo cual dificulta mucho la gobernabilidad.

Esto no es demagogia partidista. Tenemos ejemplos recientes: EH Bildu se presentó a las elecciones municipales de Gasteiz diciendo que el objetivo era acabar con el Gobierno del PP. Y lo cumplió, a costa de dar la Alcaldía a una fuerza con menos votos que la coalición. En Nafarroa, se han olvidado partidismos porque era absolutamente necesario acabar con el régimen de UPN. Pero en el Estado han sido imposibles acuerdos que parecen obligados a hacerse.

Imposibilidad para el acuerdo es uno de las características que en España comparten los viejos partidos y los nuevos. También comparten el tabú, el gran miedo de verse “salpicado” por el independentismo. Que Podemos y Pablo Iglesias, que han sido el azote del PSOE, tengan en Nafarroa el mismo comportamiento que los socialistas imponiendo alianzas y estrategias desde Madrid, es, más que ninguna otra cosa, muy decepcionante.

Esto quiere decir que Podemos, la supuesta gran esperanza de cambio, tiene, además de un centralismo español que le aleja de Euskal Herria, la misma visión de nuestro país que las viejas estructuras del Estado. Un partido que es lo que es gracias a los votos de En Mareas o Compromís, con un alto componente de nacionalistas, demoniza el “independentismo” de EH Bildu para negar la coalición.

¿Cómo va a estar a favor del derecho a decidir una formación que ni siquiera deja decidir a su marca en Nafarroa qué políticas hacer? Como se suele decir, para este viaje, no necesitábamos alforjas. Esto ya lo hemos vivido.

¿Qué cálculos maneja el partido de Iglesias? Seguramente los mismos que le aconsejan el pacto con IU, el que hace seis meses era imposible. El cálculo es meramente electoral y partidista y su actitud, guiada por la estrategia política, no por las principales preocupaciones de la ciudadanía. Y eso no es precisamente nuevo.

Y mientras los nuevos partidos se contagian de los tics de los viejos, el populismo de los emergentes se extiende, como lo demuestra las declaraciones de todo el arco parlamentario hablando de ahorrar en campaña electoral, cuando sabemos que va a ser el chocolate del loro.

En este sentido, no deja de ser gracioso que el PNV se queje de tener poco espacio en los medios de comunicación con el uso que hace de la televisión pública vasca.

Frente a populismo y políticas propias de otras épocas, los aires de cambio vienen del este, en este caso del este de Euskal Herria: Nafarroa e Iparralde. La movilización de la sociedad navarra ante la última artimaña tiránica de UPN para impedir a toda costa la presencia normalizada del euskara con el apagón de ETB, muestra una ciudadanía viva y dispuesta a defender y ahondar en el cambio político. Un cambio que demuestra las bondades de aparcar los intereses partidistas y priorizar las necesidades de la ciudadanía.
En Iparralde, un compromiso transversal en lo social y en lo nacional con una estructura institucional propia ha terminado dando sus frutos y Lapurdi, Zuberoa y la Behe Nafarroa tendrán institución propia.
Se podría decir que no es una conquista mayúscula, pero Euskal Herria ha pasado de estar dividida en dos estados y tres marcos institucionales, e Iparralde diluida en Aquitania, hemos pasado a tener un país dividido, sí, en tres instituciones propias con capacidad y parece que voluntad para tener relaciones, cooperar y trabajar conjuntamente intereses comunes.

Incluso el camino mas largo comienza con el primer paso. Y Euskal Herria ya ha dado unos cuantos.