Escrupuloso en
su trabajo, exquisito en sus formas y cálido en el trato, Carlos Garaikoetxea
reivindica sin tapujos la autodeterminación y cree que la batalla de
la paz no se gana solo con recetas policiales. Casi veinticinco años
después, la transición vasca no ha acabado, ETA continúa
matando y desde el nacionalismo se busca un nuevo consenso.
-Usted habla
de transición inacabada porque sectores amplios de la sociedad vasca
no se incorporaron al gran consenso que hizo posible la transición, no
les bastó la amnistía ni les conmovió el deseo de pasar
página. ¿Se está a tiempo de acabarla?
-Diría que
es una batalla política que hay que ganarla. Lo ocurrido el 13 de mayo
con Batasuna demuestra que es posible y, seguramente, en unas próximas
elecciones este fenómeno se repetiría y quizás a mayor
escala. Ésta es la clave de este asunto, que hay que resolver en clave
política.

-No es difícil
concluir que usted no comparte la idea de una posible ilegalización de
Batasuna…
-No, sinceramente,
no. Ya sé que no es popular decirlo, pero creo que desde un punto de
vista jurídico puede ser muy complejo y me pregunto qué va a poder
hacer un juez en la hipótesis de una Batasuna ilegalizada si en unas
elecciones municipales se constituyen en todos los municipios agrupaciones electorales.
Desde un punto de vista político, en un momento en el que se esta produciendo
esa hecatombe en el apoyo popular y electoral, cuando se produce la disgregación
de Batasuna de cuatro sectores importantes, cuando presumiblemente en otra confrontación
electoral la debacle puede ser igual o mayor que la del 13 de mayo, cuando todo
esto se está produciendo, irrumpir en ese proceso alentando posibles
ilegalizaciones me parece que es interrumpir un proceso muy importante y que
a ETA, como lo ha hecho saber, le ha hecho mucho daño. El Código
Penal es un instrumento legal suficiente para sancionar conductas claramente
delictivas; pero acudir a la ilegalización es tanto como negar un cauce
político que en su formulación teórica no consta nada delictivo.
Otra cosa son las conductas personales y para eso está el Código
Penal.
-¿No
le produce agobio pensar que sus pretensiones políticas, al menos en
gran medida, coinciden con las de ETA?
-Ése es
el gran problema que tenemos los nacionalistas. Dejando a un lado lo más
terrible que es el dolor y el sufrimiento de las víctimas, en términos
políticos, insisto que en términos políticos, los primeros
damnificados por la violencia somos los nacionalistas radicalmente contrarios
a la violencia, que salpica a nuestras reivindicaciones legitimas y eso lo manipulan
nuestros adversarios. ¿Cuántas veces, líderes políticos
en lugar de lanzar su reproche a ETA por un atentado, se dirigen al nacionalismo
diciendo que somos corresponsables? Eso es terrible para nosotros que abominamos
de la violencia. Es terrible ver esa manipulación. No creo que sea jugar
limpio decirle a alguien, que mantiene posiciones legitimas y todo lo discutible
que se quieran, que tiene que abandonar esas posiciones porque hay un grupo
que defiende algo parecido con métodos aberrantes. Es como pedir a los
socialistas que dejen de serlo porque existió Stalin o a la persona que
es de derechas y conservadora que deje de serlo porque hay dictaduras de derecha
que masacran a los que discrepan. Eso no es jugar limpio.
-¿Que
le diría a Aznar si le tuviera aquí mismo?
-Le diría
que creo que está cometiendo un grave error al confundirse de objetivo.
En tantas ocasiones da la sensación de que le preocupa más, que
se irrita más con el nacionalismo que con ETA… Le diría, con
sinceridad, que nunca ha habido tanta incomunicación, unas relaciones
tan deterioradas entre quienes, en definitiva representan a la mayoría
del electorado vasco y el Gobierno. Y le diría que aún comprendiendo
que él también ha sido víctima del horror de la violencia,
está azuzando una estrategia en la que está jugando el papel de
un líder preocupado por las urnas más que como hombre de Estado.
-Puestos a imaginar
soluciones a esta situación de desencuentro, ¿seria bastante para
los nacionalistas una relectura del Estatuto dentro del Estatuto?
-A estas alturas
es muy difícil. No se trata de que la política de transferencias
sea mas o menos restrictiva; el problema está en el entramado de leyes
básicas que han encorsetado al Estatuto. Ese entramado es casi irreversible
y algunos decimos que es más fácil hacer un edificio nuevo que
reconstruirlo piedra a piedra. Lo que me sorprende, en todo caso, es que algunos,
sea del PP o del PSOE, que se proclaman tan autonomistas, no intenten ni siquiera
esa relectura.
-¿La
autodeterminación traería la paz?
-La autodeterminación
es un principio democrático que siempre hemos reivindicado y que en un
país con solera democrática debería verse con naturalidad.
Es un principio democrático, pero no «la purga de benito»
que resuelve todos los problemas. En todo caso, nosotros no reivindicamos la
autodeterminación porque lo pida ETA. Lo que defendemos, lo defendemos
desde siempre y con convicción propia.

-Además
de dar satisfacción a las demandas nacionalistas, ¿cuál
es su virtualidad para la sociedad vasca?
-Es un recurso
democrático para un país en el que hay una gran controversia sobre
su forma de relacionarse, de organizarse políticamente, pero no es un
principio para ser esgrimido como arma arrojadiza ni con hostilidad hacia los
pueblos de España, con los que hay el sedimento de unas relaciones históricas,
culturales y afectivas que sería un crimen ignorar. Para combatir a los
nacionalistas se ha dicho que no hay un conflicto entre Euskadi y el Estado,
que el conflicto es entre los vascos. Seamos consecuentes y dejemos que los
ciudadanos vascos decidan.
-¿Hay
que tomarse en serio las palabras de Arzalluz en el Aberri Eguna sobre una eventual
consulta?
-Lo que digo es
que cosas tan serias no se resuelven en un mitin de frontón. Para abordar
un referéndum de autodeterminación hay que resolver muchos problemas
legales previos, de manera que hay que ser serios al plantear las cosas y saber
que todo requiere de un proceso y que las cosas tienen sus tiempos. Y añado
que cuando se trata de decisiones tan serias, es necesario un sosiego político
que ahora no existe y que entre todos debemos establecer. Deseamos, eso sí,
que esto, el sosiego y la consulta se resuelvan en esta legislatura. Así
consta en el compromiso electoral firmado por PNV y EA.
-Siendo como
es un acérrimo defensor del derecho de autodeterminación, no le
noto muy entusiasmado…
-No. no, lo que
pasa es que, además de ser sincero a la hora de realizar planteamientos
políticos, me gusta hacer política responsable y cada día
tiene su afán. Cuando en el 79 hubo que elaborar un compromiso realista
y responsable, como fue el Estatuto, lo hice. No abdico ni una micra de mis
convicciones, pero no me gusta la ligereza de algunos que han dicho que en el
2003 llegará la independencia. Estos procesos exigen de la persuasión
mutua, de la búsqueda del mayor consenso posible y requiere, en primera
instancia, de ese sosiego al que me refería.
-¿Cómo
conseguir ese sosiego con tanto desasosiego diario?
-Lo primero es
rebajar el tono de la confrontación con el que hoy se trabaja en la política
vasca. Naturalmente que lo primero es el cese de la violencia, pero, al menos,
los que no estamos en la violencia deberíamos rebajar el tono. Junto
a esto hay que tener claro que los atentados, los asesinatos deben ser perseguidos
policial y judicialmente, pero sabiendo que, además, el problema es político,
en la medida que ETA no es una banda aislada, es un sector social que aporta
la infraestructura material y humana que permite la reproducción permanente.
En este terreno se está avanzando, como se demostró en las elecciones
de mayo y las perspectivas de las próximas elecciones son el mejor augurio
para ir ganando esa batalla política. Es muy significativo, más
de lo que algunos pueden sospechar, que determinados sectores que estaban en
HB, tengan un enfrentamiento claro con ETA y que ETA se haya dolido por ese
proceso en su último comunicado.
- Uno de las
constantes de Ibarretxe es plantear el diálogo sin exclusiones, pero
también sin concreciones. ¿Qué listado elaboraría
usted para ese diálogo?
-Hay que hablar
de muchas cosas, pero antes que hablar del futuro hay que hablar de como abordar
la situación presente, en la que hay criterios absolutamente contrapuestos.
Hay que hablar de ilegalizaciones sí o no; hay que hablar para discernir
quién es el elemento a batir, si el nacionalismo o los violentos; hay
que hablar de cómo interpretar un instrumento como el Estatuto, que es
el vigente hasta que haya otro nuevo. Y a partir de ahí, ver cual es
el tratamiento más inteligente a la hora de afrontar otras etapas.
-Lo más
apremiante, sin embargo, parece lo más difícil, que es ver como
se acaba con tanta coacción, con tanto asesinato por parte de ETA.
-Tengo la absoluta
convicción de que la crisis de ETA y de su mundo más próximo
vendrá desde dentro. Y si ahora han salido cuatro sectores, va a haber
más con los que se podrá y se deberá hablar. Y además,
mire usted, desde que comenzó la transición y sin que hubiera
treguas de año y medio, se habló, se negoció, a veces con
demasiada ligereza. ¿Por qué hay que descartar que haya que volver
a hacerlo aunque hoy, con la situación que vivimos, parezca un sarcasmo?
Lo que no se puede es ser frívolo, actuar a la ligera. Al contrario,
hay que admitir que nada es sencillo y que estamos en un momento muy difícil
y quiero pensar que este momento difícil es una derivación del
fracaso de la tregua.
- ¿Tuvo
algo que ver con su retirada de la primera línea política la ruptura
de la tregua?
-No, yo dejé
la presidencia de EA antes de la ruptura de la tregua y, además, lo había
anunciado cuatro años antes. Opté por retirarme de esa primera
línea porque creo en la renovación. El fracaso de la tregua me
dejó otras sensaciones. Una, que nosotros actuamos con nuestra mejor
intención y la máxima honestidad y otra que fue una inevitable
sensación de amargura de que aquello no saliera bien y de comprobar como
aquéllos que sabían cuál era nuestra intención -porque
yo hablé con muchas personas del PP y del Partido Socialista y compartieron
conmigo la alegría y el alivio que suponía aquella tregua- se
sumaran luego a la consigna de anatematizar y linchar a quienes honrada y sinceramente
lo intentamos. A más de un parlamentario del PP en Vitoria le dije que
lo que buscaba por encima de todo era que él pudiera vivir tranquilo.
Es algo que sigo deseando fervientemente.

Charo
Zarzalejos abc.es
Fuente: Eusko Alkartasuna