Esther Larrañaga Galdos Recientemente, un alto dirigente político tuvo la oportunidad de preguntar al célebre científico Stephen Hawking cuál debería ser, a su entender, el principal foco de preocupación en las agendas políticas de los gobiernos. Hawking no vaciló en su respuesta: el cambio climático. Son muchos los problemas que aquejan a la humanidad, y jerarquizarlos resulta un ejercicio tan difícil como arriesgado. Pero creo sinceramente que, además de lacras como el hambre, el sida, la conculcación de derechos humanos o la desigualdad entre hombres y mujeres, por citar tan sólo algunas, la lucha contra el cambio climático debe situarse, y debe hacerlo ya, entre las principales prioridades de la acción de cualquier gobierno.

En esa línea se pronunció también el ex presidente de EEUU Bill Clinton durante su encendida y multitudinaria conferencia de clausura de la Cumbre Mundial contra el Cambio Climático, celebrada este mes en Montreal y en la que, como consejera de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, he participado en representación del Gobierno Vasco.

Precisamente, el hecho de que por primera vez los gobiernos de entes subestatales hayan podido asistir a esta Cumbre y hacer oír su voz -aunque no, de momento al menos, su voto-, me parece una cuestión de gran trascendencia, por lo que tiene de reconocimiento, en este caso desde la propia ONU, del papel que están llamados a jugar los denominadas gobiernos regionales (federales, autonómicos o de naciones sin Estado) en la lucha contra el cambio climático.

Creo, sinceramente, que es una realidad cada vez más patente e innegable que eso que en el concierto internacional se conoce como región, se ha convertido ya en actor esencial en la defensa del medio ambiente y en el avance hacia un desarrollo sostenible. Y lo es porque permite avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos de Kioto de una forma eficaz y participativa, merced a su proximidad a la realidad, a su facultad competencial y también a su capacidad de diálogo.

Pero, además de esta situación de privilegio en términos de operatividad y, por tanto, de efectividad, el hecho de integrar una red mundial de regiones por el desarrollo sostenible como la que, bajo el nombre de Red Nrg4SD (Network of Regional Government for Sustainable Development), copresiden Euskadi y Western Cape (Sudáfrica) y comparten gobiernos subestatales de los cinco continentes, posibilita tender puentes de colaboración, de intercambio y de solidaridad entre Norte y Sur. Lo cual es, al tiempo, una ventaja y una oportunidad en términos medioambientales y, por tanto, en términos de bienestar. De hecho, la participación institucional de Euskadi en el ámbito internacional (a través de la mencionada red y otras como Encore, Impel, Eionet o la Comunidad de Trabajo de los Pirineos) constituye una apuesta clara por el desarrollo sostenible desde una filosofía muy clara: ´Pensar en global, actuar en local´.

La Cumbre de Montreal, la undécima que se celebra, ha sido un escenario propicio para ese intercambio. Se ha llegadoin extremis a un acuerdo del que nuevamente se autoexcluye el Gobierno de George Bush, pero que une a casi todo el resto del mundo, que -aparentemente al menos- no está dispuesto a permitir que el veto de la administración norteamericana le impida seguir avanzando hacia Kioto… y más allá.

Nuestra delegación ha podido intercambiar experiencias, contar la nuestra en Euskadi y, sobre todo, acreditar el compromiso de nuestro Departamento, del Gobierno Vasco en su conjunto, en la lucha contra el cambio climático. Hay que actuar, es hora ya de pasar a la acción, para afrontar debidamente el grave problema al que nos enfrentamos.

Somos conscientes de que, por nuestra propia posición geográfica y también por el pasado industrial de nuestro país, encaramos el reto del cambio climático desde una posición compleja. Pero sabemos también que la CAPV cuenta con una amplia batería de políticas de desarrollo sostenible que nos sitúan en una posición pionera para la puesta en marcha de políticas específicas de cambio climático.

Unas políticas que se concretarán en los próximos meses con la puesta en marcha de la Oficina Vasca de Cambio Climático, que será la encargada de desarrollar el Plan Vasco de Lucha contra el Cambio Climático, probablemente la más importante de las acciones que tenemos por delante en esta legislatura recién estrenada. Unas políticas que van más allá del apoyo al sector energético e industrial vasco en su integración en el nuevo mercado europeo de derechos de emisión y que tienen como meta atajar las emisiones difusas del transporte y del sector residencial. Y no puedo, en este punto, soslayar la necesidad de reivindicar el respeto a los ámbitos competenciales regionales para evitar distorsiones en un mercado europeo de derechos de emisión que opera, además, desde el injusto principio de las asignaciones históricas (grandfathering ), en lugar de, como debería ser, sobre la base del criterio de equidad (benchmarking ), con las consecuentes disfunciones que ello genera.

Unas políticas que reclaman, en suma, la necesidad de avanzar como sociedad, de no detener nuestro progreso, pero siempre que éste se entienda como un desarrollo que necesariamente ha de darse en tres frentes: el social, el económico, pero también, e ineludiblemente, el medioambiental. Porque debemos ser capaces de profundizar en nuestro bienestar actual, sin poner en riesgo el de las generaciones venideras.
Fuente: Esther Larrañaga