Sobre agresiones al euskera Es relativamente frecuente que
quien agrede de forma obsesiva algo niegue el daño que inflige, cuestionando
permanentemente la versión de los hechos de quien lo sufre y lo denuncia.
Tal vez porque es la única alternativa de quien, sintiéndose directamente
implicado en tal agresión, no quiere dejar de practicarla y/o justificarla.
En estos casos es habitual que se acuse, además, a la víctima
de ser ella misma cómplice de la agresión que padece (o de otras
peores, en ocasiones disparatadas), con lo cual se presenta el daño como
una ‘consecuencia’ de su propia acción o un ‘castigo natural’
a un comportamiento ‘incorrecto’. El resultado es que es la víctima
la que pasa a estar bajo sospecha. Legalmente se suele decir en estos casos
que se hace recaer ‘la carga de la culpa’ sobre la víctima que,
paradójicamente, es la que se ve en la obligación de acreditar
su inocencia.
Algo semejante ocurre a menudo
en Navarra con la denuncia de los ataques al euskera. Recientemente el señor
Ollarra publicaba en su sección habitual de ‘Diario de Navarra’
una carta con el original título ‘Las Nueces’ en la que animaba
a ‘no ceder ante los falsos lamentos de agresión al euskera’. Decía
este señor que el batue o euskera normalizado es ‘un invento de etarras
y compañeros’ que nada tiene que ver con ‘el plural y dealectal
euskera nuestro’ (o vascuence), única y auténtica lengua
originaria de Navarra. Así, y salvando el insulto, resulta que todos
aquellos que hemos luchado por la normalización de la lingua navarrorum
­Euskaltzaindia, en primer lugar y preferentemente­ hemos hecho un flaco
favor a nuestra Comunidad y a nuestra lengua al impulsar en su caso al mismo
proceso que ha afrontado el resto de lenguas, incluida, por supuesto, la española.

Teniendo en cuenta que hablamos
del señor Ollarra ­a quien todos conocemos pese al seudómimo­
parece ser que el modelo de lingua navarrorum que defiendo es el que refleja
la sección Nafar Izkuntza que publica ese mismo diario; es decir, el
reducto de una lengua hablada sin normalizar, como tal, carente de norma ortográfica
alguna, y cuya comprensión es ardua tanto para euskaldunzarras como euskaldunberris.
Criterio que parece compartir el Gobierno de Navarra, que en la última
convocatoria de ayudas a medios de comunicación por la promoción
del euskera ha multiplicado por once la subvención a esta sección,
que pasa así de obtener el año pasado algo más de 400.000
pesetas a recibir más de 5.000.000 de pesetas este año. ¿Se
imaginan ustedes que en una convocatoria equivalente para la promoción
del español se primase una sección repleta de localismos y expresiones
habladas que no recoge la Real Academia de la Lengua Española e incluso
faltas ortográficas que censura?
La única garantía
de supervivencia de una lengua es su normalización. Sin unas normas mínimas
comunes ­con base fundamental y esencia, desde luego, en la lengua hablada
original­ lo suficientemente compartidas que aseguren una comunicación
fluida y universal entre los hablantes una lengua pierde su función de
vehículo de comunicación. Que ahora la derecha navarra alegue
que el resultado ­el batua­ no le satisface es puro cinismo, puesto
que ha tenido suficiente, en todos los años en que ha ostentado el poder
en esta Comunidad, para participar directamente en el proceso, trabajando codo
con codo con Euskal-tzaindia.
Si el acendrado purismo que
alega la derecha navarra respecto del vascuence y frente al euskera se tradujera
en hechos y esfuerzos reales por recuperar y fomentar las numerosas variantes
dialectales de esta lengua en Navarra, su crítica y labor sería
tomada seriamente en consideración. Sin embargo, nada ha hecho en todos
estos años para evitar la desaparición del euskera roncalés,
por ejemplo; ni se conoce un solo proyecto piloto del Gobierno de UPN/PP para
tratar de recuperarlo.
La defensa del ‘plural y dialectal
euskera nuestro’ que hace Ollarra y la ocasional mitificación del
vascuence en los discursos oficiales por parte de PNV/PP es absolutamente falsa.
Nadie que aprecie una lengua legisla contra su utilización, ni impone
barreras geográficas ­cada vez más estrechas­ a su desarrollo
en el sistema educativo y a su uso en la Administración, ni la elimina
de la vida administrativa de su Comunidad, de ciudades, pueblos e incluso calles.
Y mucho menos, se la atribuye a ETA como si tal cosa.
El único objetivo de
estas acciones profundamente intolerantes, retrógadas y, en definitiva,
agresivas es poner trabas al avance social que el euskera ha tenido en Navarra
en los últimos años, especialmente en el ámbito de la enseñanza.
La exaltación del vascuence frente a la lengua unificada y normalizada
no se acompaña de un desarrollo de las múltiples expresiones de
esta lengua en Navarra, sino de una estrategia continuada de recortes: presupuestario,
lingüístico y de derechos. Este argumento es, por tanto, parte de
la estrategia cuyo único fin es impedir a esta lengua el acceso a todos
los órdenes de la vida.
El canto de este sector al vascuence
no es un canto a la lengua sino al estatus que desean para ella, constreñida
geográficamente al norte de Navarra, socialmente al ámbito rural
y lingüísticamente al habla oral, lejos del resto de ámbitos
de la vida. Se mitifica un pasado de reclusión para desprestigiar un
presente de expansión, y de la peor manera. Se llega a decir que el euskera
es ‘el único bueno o auténtico’ frente a un euskera ‘normalizado’
que es obra ‘de etarras y compañeros’, según Ollarra.
Ocurre que ese vascuence tiene
sus propios cercos, frente al normalizado que se imparte en ikastolas, modelo
D y universidades, y que, como el resto de lenguas, se adapta a cualquier área
del saber y de la economía. Es esta cuestión, y no la riqueza
y diversidad del euskera de Navarra, la que preocupa a la derecha. Fraga resumió
perfectamente en su última visita a nuestra Comunidad el futuro que sus
socios navarros le desean al euskera convertido en ‘un fósil’.
Es curioso que sean los mismos
que auguran tal futuro a la lingua navarrorum los que acusan de politizar la
lengua a quienes reclamamos su derecho a la vida y al desarrollo. Curiosamente,
en cambio, ha sido UPN/PP quien, a año y medio de las elecciones y tras
una encuesta en que la ciudadanía criticaba su actitud hacia el euskera,
ha tenido que lanzar el mensaje de que no se opone al euskera ­vascuence.
‘Excusatio non petita acusatio manifiesta’.
El amor a lo propio se manifiesta
en el ejercicio de la labor diaria. Si la derecha navarra verdaderamente asumiera
sus propios planteamientos y fomentase con todos los medios a su alcance (que
son muchos) esa lengua ­como quieran llamarla­ que por la boca pequeña
proclaman suya, otro ‘ollarra’ cantaría en Navarra. Pero no es así,
y ocurre que Miguel Sanz se ve obligado a reconocer ante el príncipe
español la evidencia cultural ‘el vascuence es lengua propia y originaria
de Navarra’ ­y la realidad legal­ ‘ahora sólo oficial en
una zona de Navarra’­ que le impone su partido. Y ocurre que todos
los navarros ­vascos, como nos denomina el presidente, tanto si hablamos
en euskera como en vascuence, no tenemos derecho a ser atendidos por nuestra
Administración en la lingua navarrorum.
Y esta desatención, los
múltiples recursos presentados ante el Tribunal Superior de Justicia
de Navarra, la manifestación de más de 30.000 navarros contra
el decreto 372/2000, la denuncia de la actitud prepotente, autoritaria y burlesca
de UPN/PP hacia el euskera­ vascuence en toda Navarra en genera, y en Pamplona
en particular, la reclamación de los derechos lingüísticos
de todos los navarros, las quejas de los padres y madres por la falta de un
modelo de enseñanza pública en euskera en la mayor parte del territorio
y por las trabas permanentes de Educación, las protestas de los centros
de modelo D por la imposición del monolingüismo en su relación
con la Administración, las reclamaciones de un creciente sector estudiantil
de asignaturas en la UPNA, el incumplimiento de las pírricas partidas
al fomento del euskera son… ‘falsos lamentos de agresiones al euskera’.

Y, además, todos aquellos
que con los recursos de la sociedad civil, desde el ámbito político
o cultural, hemos luchado y luchamos contra viento y marea, al margen y a pesar
de nuestra Administración, para abrir cauces de desarrollo a nuestra
lengua en la enseñanza, la cultura, la literatura, el cine, la Administración,
los medios de comunicación, somos etarras o compañeros de etarras.
Leer para creer, señor Ollarra. Si esta es la manera en que usted entiende
el aprecio por el vascuence poco futuro auguro a los dialectos de Navarra en
sus manos y, de todas maneras, cuando quiera es hora de que presente su alternativa
para el desarrollo, la promoción y el fomento de la lingua navarrorum.

Fuente: Eusko Alkartasuna