Existen planteamientos filosóficos que apuntan a que todo lo que ocurre es cíclico y que algo que pasa ahora volverá a pasar en el futuro. Ciertamente nos referimos a los acontecimientos ocurridos en Altsasu desde el 14 de octubre. La incipiente historia de la paz y la la propia convivencia, acaban de sufrir un retroceso abismal y las detenciones que han tenido lugar esta semana en Altsasua parece que vuelven a hacer rodar el ciclo del Estado señalando a personas bajo la demencial teoría del Todo es ETA.

Coloquemos los hechos en parámetros cronológicos. En 2011, ETA tomó la decisión de cerrar el ciclo de la actividad armada de forma definitiva. En este tiempo, pese a que la organización ha mostrado su voluntad de desarmarse y dar pasos hacia su disolución, los Estados español y francés solo han puesto piedras en el camino para que esto se pudiera dar de forma ordenada. Entre tanto, una nueva convivencia se abre paso en la sociedad que avanza, seguramente, más lentamente de lo que sería deseable, y pasarán años, quizá generaciones, para que desaparezcan las barreras entre unos y otros, inherentes a un pueblo que ha vivido décadas de violencia. Ahora y hasta dentro de muchos años, la convivencia va a distar mucho de ser idílica.

La experiencia de la guerra del 36, con los 40 años posteriores de dictadura y la transición inacabada, son el mejor ejemplo de heridas sin cerrar, lo que nos muestra el camino de la necesidad de abordar medidas serias para cerrar las de las últimas décadas, la necesidad de hacer nuestra la suma de relatos, de vivencias particulares y colectivas, que completen la memoria histórica de los últimos 80 años. Mientras, a la sociedad le toca vivir sin echar sal en heridas que algunas personas y familias tienen aún muy abiertas. Por suerte, también hay, y el mejor ejemplo es el alcalde de Iruñea, Joseba Asiron, quien cura las heridas con amputaciones sin complejos, como ha demostrado esta semana con la actuación sobre el ignominioso Monumento a los Caídos.

Cerramos la semana con siete heridas más y con todo un pueblo indignado porque se les utilice como laboratorio para la estrategia de bloqueo y no avance del Estado; siete jóvenes encarcelados, sin un juicio previo, de la manera que lo han sido. Esto no solo es perjudicial para ellos y sus familias, sino que además supone un trastorno social. No es solo que siete personas en la cárcel es un castigo claramente excesivo por un tobillo roto; no es solo que el auto de encarcelamiento que incluye “acusaciones” como “miradas despectivas”; no es solo que se encarcele alegando “riesgo de fuga” a quien ha acudido dos veces a declarar voluntariamente; es la suma de todo eso: una injusticia global y sobre todo, un claro ejemplo de que al Estado no le interesa acabar ordenadamente con el ciclo de violencia y abrir un nuevo ciclo donde todos los proyectos políticos, incluidos los independentistas, puedan tener cabida.

Porque estamos hablando de siete jóvenes que han sido arrestados y metidos en prisión por una pelea a las cinco de la mañana en un bar. Lo hemos dicho antes y lo diremos siempre, la violencia no es la solución para ningún tipo de conflicto, pero elevar una reyerta a nivel político y judicial, con juicio en la Audiencia Nacional, con lo que ello representa para este país, es una barbaridad.

El retorno al pasado por una motivación política y, posiblemente, en un intento de provocar crispación social es un juego realmente peligroso. A la cuestión judicial hay que añadir la cuestión mediática. Por un lado, se encuentra la campaña de los medios generalistas del Estado español mediante la cual personas que probablemente han estado en Altsasu dos veces en su vida definan a la Sakana como una especie de agujero negro, de caverna en la que persiste una sociedad adoctrinada por el terrorismo y que quiere que éste perviva y se reproduzca de alguna manera.

Por otro lado, se encuentra el intento de cerrar el medio Ahotsa.info, acusada de apoyar al movimiento Alde Hemendik y de promover que la Guardia Civil se marche de Nafarroa, a la que se añade la acusación al Gobierno del Cambio de financiar a este medio. Y es que el quid de la cuestión se encuentra aquí. Además de intentar crispar a la sociedad de la Sakana, y por extensión al del resto de Euskal Herria, todo apunta a que asistimos a una estrategia para intentar resquebrajar el Gobierno del cambio en Nafarroa. Es la manera de intentar vender que el Ejecutivo de Uxue Barkos, ese gobierno cuatripartito del que es parte EH Bildu, es garante y valedor de terroristas.

Que una coalición en la que el mínimo común denominador es el respeto al derecho a decidir gobierne la cuna de Euskal Herria y su capital ha supuesto un paso delante de un calado tan profundo que estaba claro que el Estado iba a desarrollar una estrategia de acoso y derribo. Que el abertzalismo llegue a las instituciones en Nafarroa y que se realice una gestión normalizada rompe tantos tabúes, tiene la potencialidad para quitar tantos miedos que el Estado la ha puesto de inmediato en su punto de mira. En su irresponsabilidad y huída hacia delante se lleva a siete jóvenes a la cárcel y crea una crispación social casi olvidada, todo para no avanzar en una solución ordenada. Es nuestra responsabilidad que no lo consiga.