Artículo de Lohitzune Txarola

Hoy se celebra el Día de Europa y este año es el Año Europeo de la ciudadanía, conmemorando el 20º aniversario de la creación de la Ciudadanía de la Unión Europea en el marco del Tratado de Maastricht. Pero, ¿cuál es hoy día el papel de la ciudadanía en la UE? ¿Tenemos algo que festejar los y las ciudadanas europeas en unos momentos de crisis económica y moral profunda en una Europa política que trabaja de espaldas a su ciudadanía y en la que un único país es capaz de imponerse al resto?

Jean Monnet, al lanzar la idea de una unión europea, era consciente de que por separado “los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad que se ha hecho posible gracias a las condiciones modernas”. Pero, ¿qué opinaría Monnet de los resultados de su iniciativa 60 años más tarde? ¿Qué prosperidad, qué compromisos éticos representa una Unión Europea cuya voluntad popular está secuestrada, una Unión que lo único que hace es inclinar la testuz ante la supremacía de uno de sus 27 miembros? Quienes impulsaron la unidad del continente en los 50 lo hicieron denunciando el espíritu de supremacía que había llevado a Europa a dos guerras y trataron de romper esa tendencia a la autodestrucción estableciendo una unión basada en la igualdad.

La crisis ha demostrado tres cosas. Una, el imperio de los mercados sobre la política, y la incapacidad de quienes representan a la ciudadanía para desarmar a quienes, a través de operaciones financieras, muchas veces ficticias, cada día condicionan las decisiones de los Estados.

La segunda, que Alemania sigue siendo preponderante en una Europa incapaz, como lo fue en los prolegómenos de la II.Guerra Mundial, de ponerse de acuerdo para atemperar la soberbia teutona. ¿Para qué tenemos unas instituciones comunes europeas si las decisiones se toman desde la Elefantenklo, retrete para elefantes, como llaman en Alemania al edificio de la Cancillería al que da acceso una escultura de Chillida?

Y la tercera evidencia que ha sacado a la luz la crisis es la falta de solidez de un proyecto que se ha construido de arriba abajo. Jean Monnet, cuando formuló su idea de Europa señaló que “No somos Estados que se unen, somos pueblos que se unen”. Y mientras los pueblos y la ciudadanía que lo conforman no hagan suyo un proyecto común no habrá unidad real, sólo realidades virtuales aumentadas como ésta que la Comisión Europea pretende que celebremos hoy. Y aquí los pueblos tienen mucho que decir. Iniciativas transfronterizas como las que impulsamos desde la Diputación con Iparralde tendrán a largo plazo una influencia importante a la hora de desactivar políticas “estatalistas” y convertirlas en proyectos comunitarios. La Europa del futuro es una Europa de los pueblos, no de los Estados. Pueblos que, sin renunciar a su personalidad, su cultura, su lengua,… compartan una visión ética de una Europa más solidaria y cohesionada; con una economía al servicio de la gente y no de la gente al servicio de la economía. Una Europa forjada por iniciativas locales, comarcales, sociales,… que vayan construyendo la base de un espacio común.

Mientras tengamos una Europa puramente monetarista no tendremos una unión real. Europa primero funcionó como mero mercado, un espacio sin fronteras físicas para la circulación de mercancías. Ahora se ha intentado construir una unión en base al euro, un tótem que hay que salvar a toda costa. A costa de destruir las instituciones sociales, a costa de devaluar la democracia imponiendo tecnócratas al frente de gobiernos, a costa de tasas de paro insoportables. ¿Por qué lo que era un instrumento de unión, cuyo objeto era ir equiparando las diferentes economías del continente, se ha convertido en una herramienta de desunión y de profundización de las diferencias?

“No hay alternativa a la consolidación. Las reformas serán las mismas gobierne el partido que gobierne” dicen fuentes europeas. Frente a esta idea de que no se puede hacer otra cosa, hay que decir que no es cierto. Que los pueblos de Europa no precisan necesariamente de una moneda única que ahoga las economías de unos para favorecer una financiación barata de su deuda para otros. Europa funcionará mejor teniendo en cuenta las necesidades de su ciudadanía. Cuando los y las políticas de Bruselas y los que gobiernan los Estados pongan en su centro las necesidades de la sociedad es cuando podremos celebrar de verdad el Año Europeo de la Ciudadanía. Mientras tanto, nos tocará vivir años de desafección, de no entender el papel de unas instituciones que se dicen comunes, pero representan intereses individuales.

Tenemos que volver al origen de Europa, a la unión de los pueblos de Europa expuesta por Monnet hace más de 60 años. No dejemos que esta idea siga siendo una entelequia; un simple puzzle de estados preocupados solo de sí mismos, de sus ansias de poder. No dejemos que sigan destrozando ese cuadro común que un grupo de emprendedores ideó para dar un futuro de esperanza a un continente volcado durante décadas en su propia autodestrucción.

Lohitzune Txarola Gurrutxaga
Gipuzkoako Batzar Nagusietako lehendakaria
Presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa

 

Fuente: Lohitzune Txarola