El 6 de febrero tembló la tierra en Kurdistán. Los medios de comunicación hablan constantemente de Turquía y Siria, pero obvian decir que son territorios mayoritariamente kurdos.

Y es necesario explicarlo porque de esa manera se entiende mejor por qué tanto Turquía como Siria tardaron en socorrer a las víctimas; por qué Erdogan impuso a los tres días en el lado turco el Estado de Emergencia y por qué ha centralizado toda la ayuda de Emergencia creando la Agencia AFAD de la mano del Ministerio de Interior.

Las comunidades locales, desde el minuto uno, no dudaron en canalizar y coordinar los esfuerzos para ayudar en el rescate de víctimas, atención a las personas heridas y a quienes lo han perdido todo en esa catástrofe.

Pero lo que se vive en Turquía es también todo un terremoto político, económico y social.

Las elecciones generales tenían que convocarse antes de finales de junio de 2023. Erdogan las adelantó al 14 de mayo, pero muchos creen que las atrasará incluso más allá de junio, aunque jurídicamente no sea posible. Y las atrasará porque no le conviene celebrarlas ahora que tiene una oposición cada vez más unida y crítica con su gestión pasada y actual.

Las autocracias, como es el caso del régimen de Erdogan, desprecian la separación de poderes y manejan el poder judicial e incluso el legislativo a su conveniencia.

Erdogan retuerce la ley para adaptarla a sus designios y si retrasa las elecciones saltándose la ley, tampoco sería la primera vez. Ahí tenemos los ejemplos de los juicios políticos a dirigentes kurdos en el caso Kobane o el juicio, que no se ha querido aplazar, del Tribunal Constitucional turco para ilegalizar al HDP señalado para el 11 de Abril. Lo que el régimen persigue es acabar con la representación política del principal partido kurdo de la oposición y tercer partido en número de escaños del parlamento turco, el HDP.

¿Y por qué? Porque el HDP es el partido que defiende y encarna la convivencia pacífica en Turquía al contar entre sus filas con una amplia representación de otras minorías como la armenia o la yazidí y de turcos que también defienden un estado plural, laico y progresista.

Vista la amenaza que representan, el Ministerio del interior retiró con falsas acusaciones el acta a varios parlamentarios del HDP y tras las municipales de 2019 suplantó con administradores nombrados a dedo a las alcaldesas y alcaldes en 59 de los 65 municipios en los que gobiernan, entre otras cosas porque la paridad incomoda, porque en el HDP son siempre dos personas, mujer y hombre, quienes representan al partido en todos los niveles, tanto internos como de representación política.

Es hora de desenmascarar al régimen de Erdogan y al propio Erdogan cuya única pretensión es perpetuarse en el poder al que se aferra desde 2014 a costa de la regresión de todas las libertades y derechos fundamentales utilizando la opresión e intimidación para acallar e impedir la protesta popular. Ejerce una censura sin escrúpulos y sanciona toda disidencia. Abogados, periodistas, feministas lo sufren en sus propias carnes: detenidos sin cargos, encarcelados sin juicio y si son juzgados, sin garantías de juicio justo. Y se ceba particularmente en las mujeres, por su activismo y gallardía, por su actitud pacifista pero desafiante ante un poder autocrático que inexorablemente las aplasta. No es casualidad que Erdogan retirara en 2021 a Turquía del Convenio de Estambul contra la violencia de género.

Quien más padece de todo ello es el pueblo turco, todo el pueblo turco en su plena diversidad.

El terremoto no hace sino sacar a la luz las consecuencias de un régimen donde la corrupción campa a sus anchas, donde el desarrollismo desenfrenado arrolla toda legislación urbanística, donde la construcción de mezquitas es imparable en una forzada islamización extremista. El propio Erdogan se ha construido un impresionante e inmenso palacio en Ankara en terreno no urbanizable.

Hay que denunciar también la inacción y complacencia de la UE y de sus Estados miembros porque saben, pero callan. Callan por intereses económicos y geopolíticos que Erdogan explota a las mil maravillas y utiliza para llevar a cabo su ensoñación de crear un nuevo imperio otomano.

Aún y así se puede decir que el régimen de Erdogan se tambalea. La tierra se abre bajo sus pies.

Lorena López de Lacalle. Secretaria de Política Internacional y Presidente de la Alianza Libre Europea.