Habían pasado apenas 15 horas desde el txupinazo de nuestras fiestas mas internacionales cuando se produjo la violación múltiple de una chica de 19 años en Iruñea.

La reacción generalizada ha sido de indignación, enfado, cabreo. Y el horror de no poder decir que fue una sorpresa. Las agresiones contra las mujeres son una realidad atrozmente “normalizada” en nuestras fiestas.

A medida que se acercaba el verano, y con el sus fiestas, hemos ido conociendo iniciativas como la de quedadas de mujeres para volver a casa en fiestas de los pueblos y hemos visto como las instituciones preparaban campañas de concienciación. Es decir, hemos visto cómo nos íbamos preparando para una época en la que sabemos que va a haber agresiones, que no se dan solo en verano, pero sí aumentan durante el buen tiempo, las vacaciones y las fiestas.

Hay que volver a decir que no es no, que nadie tiene derecho a obligar a una mujer a hacer algo que no desea, que debemos crear espacios para que hombres y mujeres, chicos y chicas disfruten juntos y libres de las oportunidades de ocio que dan las fiestas.

Debemos reflexionar sobre el porqué de las agresiones en estos marcos. ¿Cómo se “vende” el turismo de las fiestas de San Fermín? Tal vez hay empresas interesadas en promocionar Iruñea como un espacio de fiesta en el que todo vale: la violencia, el consumo excesivo de drogas, el destrozo del mobiliario público, sexo no consentido…

Seguramente, desde ciertas instancias se promociona un tipo de turismo indeseable, no solo en Iruñea sino también en otros destinos, pero lo cierto es que la violencia machista está presente en el día a día de nuestra sociedad y se hace mas presente en fiestas. Porque los ataques a mujeres durante las fiestas no son exclusivos de Iruñea y los sanfermines: se dan también en pueblos pequeños que no aparecen en los catálogos turísticos.

Por lo que se ha visto, tampoco un trabajo institucional serio, concienzudo y realizado junto con el movimiento feminista, como el que ha desarrollado el Ayuntamiento de Iruñea es suficiente para parar las agresiones. Esto no quiere decir que dicho trabajo no sirva para nada, en absoluto: ha conseguido es que se denuncie mas, es decir, que haya menos impunidad, y ha generado una mayor conciencia social del problema, como se vio en la magnífica respuesta social a la violación, que llenó la Plaza del Ayuntamiento contra las agresiones machistas.

Pero la realidad es que la violencia contra las mujeres es consecuencia de la sociedad machista. No hay mas culpables que los agresores, ni la droga, ni el alcohol, ni el ambiente festivo. Al final, es como el hombre que se excusa en el alcohol tras pegar a su compañera sin explicar porqué razón la borrachera nunca le hace pelearse con ningún hombre en el bar o la calle: la culpa no es del alcohol, sino del machismo que le hace pensar que la mujer es un objeto con menos derechos que el hombre. En fiestas pasa lo mismo, si el ambiente festivo fuera la causa, habría igual número de agresiones a hombres y a mujeres. Pero no. La causa es el machismo, la sociedad heteropatrialcal, o como queramos decirlo. Y eso es lo que debemos combatir.

Pero lo tenemos que hacer en serio, porque la misma ideología machista de algunos chistes, comentarios o actitudes que tenemos sin darle importancia va a hacer que una chica salga de casa con la ilusión de pasar un agradable día de fiestas y sufra un ataque que le marque seguramente de por vida. Eso pasará hoy. Y mañana. Y pasado. Y una sociedad sana no puede normalizar ese drama.

No es la primera vez que oímos que el único culpable es el machismo y no será la última, porque lamentablemente es necesario insistir frente a esas voces que ilustran la noticia de la violación con la imagen de una chica levantándose la camiseta y enseñando los pechos, uniendo –incluso inconscientemente- la desinhibición de las mujeres con la violación y señalando de esa forma a la víctima como culpable.

Frente a las agresiones machistas “¿no sería mejor decirles a las mujeres que no se quiten las camisetas” bramaba un tertuliano en la televisión pública vasca. Esto es como decir: la mujer que se quita la camiseta, la que enseña unos centímetros mas de piel de la que alguien ha catalogado como “decente”, que se atenga a las consecuencias. Vamos, que si nos vestimos con burka, no tendremos problemas, y si nos quedamos en casa cosiendo y fregando, tampoco.

Queremos disfrutar de las fiestas en igualdad, en libertad, sin restricciones y eligiendo con quién y cómo. Y debemos desenmascarar a quienes no estén por la labor de respetar nuestro cuerpo, nuestros derechos. Es deber de la Ley proteger la identidad de las víctimas, pero debemos conocer las de los agresores, sus nombres y apellidos y sus rostros. Es lo mínimo que pedimos como autodefensa.

En manga larga o con tirantes; vestida de blanco, con faja y pañuelico; de arrantzale o neska; con minifalda o vaqueros; a mediodía o de madrugada; en fiestas o en el trabajo, las mujeres no somos objetos para el disfrute de cualquiera que pasa alrededor.

Firman este artículo de opinión junto con Miren Aranoa, Esther Korres y Maider Beloki (coordinadora de EA en Nafarroa y Parlmentaria Foral, parlamentaria y concejala en Iruñea respectivamente), Koldo Amezketa, Maria Luisa Mangado, Mirentxu Oyarzabal, Nerea Aranguren, Libe Urrotz, Fermin Ziaurriz, Eva Aranguren, Juan Mª Aranoa, Pello Gurbindo, Pilar Munarriz, Cecilia Bergara y José Ignacio Zubikaria, militantes de Eusko Alkartasuna en Nafarroa.