Anjeles Iztueta Azkue / Consejera de Educación del Gobierno Vasco Durante estas últimas
semanas se ha hablado mucho sobre el sistema de enseñanza y su posible
reforma con el objetivo de mejorar y responder a las necesidades que demanda
nuestra sociedad en materia educativa. El Gobierno del Estado ha planteado un
proyecto de reforma de la enseñanza que, a nuestro entender, no responde
eficazmente a la necesidad de cambio, mejora y calidad.
El sistema educativo
trata de responder a las necesidades de formación y socialización
de nuestros jóvenes en un contexto de sociedad avanzada que se caracteriza
por cambios acelerados en los ámbitos económicos, políticos
y socioculturales. La sociedad de la información y el conocimiento, la
globalidad y la quiebra de la modernidad constituyen ya un nuevo paradigma al
que nuestra sociedad necesita adaptarse para no perder su capacidad de respuesta.
No hay que tener miedo a los cambios, y menos al reto de la mejora continua
en cualquier ámbito de la vida. Sin embargo, cualquier cambio debe estar
perfectamente justificado, cualquier medida exige una amplia reflexión
compartida y, sobre todo, mucha responsabilidad.
Todo cambio que
se plantee debe ir acompañado de una amplia justificación y de
un análisis y diagnóstico rigurosos de la situación. Aunque
en la Comunidad Autónoma del País Vasco nos hemos dotado de un
sistema educativo sólido y homologable al de cualquier país desarrollado,
eso no puede ser nunca una excusa que evite el debate para una posible mejora
y adecuación de nuestra normativa a la realidad del momento. Ciertamente,
subsisten problemas estructurales y culturales que todos los agentes e instituciones
debemos afrontar a fin de reducir en todo lo posible el fracaso escolar.
En primer lugar,
deberíamos realizar un diagnóstico de la situación actual,
un análisis del contexto cultural, social y político en el que
se inscribe el sistema educativo, así como un análisis de la respuesta
que, en términos materiales y humanos, estamos dando al reto de educar
y formar. Un diagnóstico del que me gustaría subrayar dos elementos:
el valor de la persona y el reconocimiento de la pluralidad. Un sistema basado
en las personas necesariamente debe estar construido de abajo arriba y debe
atender a la diversidad constitutiva de nuestra sociedad. El diagnóstico
del que hablo y tanto necesitamos debe pivotar en la participación y
responsabilidad compartida de todos los actores; su norte debe ser el servicio
al conjunto de la sociedad y no el servicio a determinados intereses políticos
y partidistas. Lo que ahora se nos plantea desde Madrid es una reforma hecha
desde arriba hacia abajo con la pretensión de dar una respuesta uniformizadora
a una realidad plural y compleja.
Una vez realizado
el diagnostico deberíamos establecer claramente los objetivos que perseguimos.
Los objetivos genéricos y los objetivos específicos. Es de vital
importancia suscitar un amplio consenso en los objetivos, ya que si no compartimos
los objetivos difícilmente vamos a responsabilizarnos de las decisiones.
¿Qué
es calidad en el sistema educativo? Calidad es valorar a las personas: dar confianza,
responsabilidad, fomentar la cooperación, el trabajo en equipo, la integración
y la cercanía. Valorar la participación democrática de
todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa y fomentar los valores
y actitudes que vayan en esta línea. Las leyes y los sistemas deben estar
al servicio de educar y formar a nuestros jóvenes, no se pueden convertir
en objetivos en sí mismos.
Calidad es adaptarse
al contexto plural: nuestra realidad se caracteriza por una pluralidad creciente
en formas de pensar y de actuar, pluralidad que por sí misma constituye
un valor. Por otra parte, el Estado de las autonomías supone también
la aceptación de una realidad plural. Calidad es dar respuesta formativa
coherente con este contexto plural. Cualquier planteamiento de reforma debe
partir de un principio de respeto a la realidad plural. No es democrático
ni responde a criterios de mejora y calidad plantear cambios y medidas uniformizadoras
y homogéneas para situaciones diversas y diferentes. Las bases para una
Ley de Calidad de la
Educación que entregó la ministra a las comunidades autónomas,
por el contrario, se empeñan en dar una respuesta homogénea a
una realidad que no lo es.
Calidad es estructurar
el sistema educativo de forma flexible y autónoma: la ley debe contemplar
la participación desde abajo hacia arriba de los actores implicados en
el sistema educativo. Fomentar esta participación supone descentralizar
y no centralizar, supone acercar la responsabilidad a cada contexto y aplicar
el principio de subsidiariedad, supone dejar el liderazgo jerarquizado y apostar
por un liderazgo horizontal. La participación democrática de todos
es fundamental, no en vano cualquier avance requiere un esfuerzo común
de responsables educativos, profesorado, padres, madres y alumnos. Una filosofía
de vida y organización social que choca frontalmente con los principios
fiscalizadores y controladores que inspiran la reforma planteada por el Gobierno
de Madrid.
Calidad es cultura,
es proceso y no mera certificación. La calidad en los procesos de trabajo
supone incorporar la cultura del buen hacer y de la calidad a nuestro trabajo
diario, estableciendo procesos de ejecución que garanticen su aplicación.
Éste tiene que ser nuestro principal empeño. La certificación
externa, aun siendo necesaria, no es lo primordial. Lo esencial es hacer las
cosas bien.
Calidad es incorporación
a la sociedad de la información y del conocimiento, dotación de
medios materiales y humanos. Calidad supone incorporación a la sociedad
de la información, incorporación de nuevas tecnologías
y utilización de las mismas en beneficio de la educación y la
formación. Calidad supone apostar por la formación integral del
profesorado, apostar por la mejora continua y practicar una constante autocrítica.
Calidad supone dotación de mecanismos de financiación para dar
respuesta a los retos planteados. Nuestro sistema educativo para hacer frente
a los constantes cambios tiene que ser riguroso, exigente, responsable y flexible.
Una mejora en la educación de nuestros hijos e hijas sólo puede
venir de la mano de una ley básica de mínimos que garantice que
cada comunidad autónoma pueda dar una respuesta eficaz a las necesidades
formativas de su entorno. Una respuesta que sólo puede articularse en
un contexto de liderazgo horizontal y democrático.

Fuente: Eusko Alkartasuna