Declaración con motivo del Día Internacional de la Mujer

En agosto de 1910 en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, se reiteró la demanda de sufragio universal para todas las mujeres y, a propuesta de la alemana Clara Zetkin, se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Además del derecho a voto, se reivindicaba el derecho a ocupar cargos públicos, a trabajar, a la enseñanza y el fin de la discriminación en el trabajo. Esto es, demandaban el derecho a tomar parte activa en la toma de decisiones ciudadanas y a hacerlo en pie de igualdad, con formación y con independencia; reclamaban el derecho a ser actoras en el espacio público.

A día de hoy y en la sociedad en la que vivimos, tenemos garantizado el derecho de voto y hay presencia femenina en las instituciones. El reto es que esta presencia sirva para conquistar y afianzar la efectiva igualdad entre mujeres y hombres, camino en el que queda mucho por andar, a pesar de que la conquista teórica de derechos para las mujeres ha provocado que muchas tengamos una falsa sensación de igualdad y que se haya bajado la guardia en la defensa de nuestros derechos.

Sin embargo, la lucha feminista sigue siendo necesaria. Y, además, para reclamar lo mismo que en 1911, nuestro derecho a ser actoras en la vida pública, a no quedarnos limitadas a los espacios privados y familiares.

Nuestro derecho a ser tratadas como ciudadanas capaces de decidir sobre nosotras mismas, a decidir sobre nuestras vidas y sobre nuestros cuerpos, sin tutelas que aprueben nuestras decisiones.

Nuestro derecho a vivir sin sufrir violencia por el mero hecho de ser mujeres y a que los poderes públicos garanticen este derecho, a pesar de la crisis.

Nuestro derecho al descanso, a no tener jornadas de trabajo sucesivas dentro y fuera del hogar. A tener apoyo, también institucional, cuando sobre nuestros hombros se cargan todas las responsabilidades inherentes a los cuidados.

Nuestro derecho a un trabajo digno que nos permita ser independientes, con una legislación laboral que no facilite el despido a quienes deciden ser madres, que no aumente la precarización de los trabajos, precarización que afecta sustancialmente a trabajos ocupados en gran medida por mujeres.

Nuestro derecho a una educación igualitaria, que nos permita vivir en una sociedad en la que las mujeres y los hombres estén cada vez más cerca, con acciones específicas de fomento de la igualdad y del respeto entre géneros.

Nuestro derecho a ser consideradas en relación a nuestras capacidades y no a nuestro género.

Nuestro derecho, en suma, a ser ciudadanas activas y libres.

Y para garantizar nuestros derechos es imprescindible la presencia de mujeres con conciencia de género allí donde se toman las decisiones que nos afectan, allí donde se gestiona “lo público”; somos necesarias para avanzar. Y podemos afirmar con orgullo que Eusko Alkartasuna cuenta con mujeres valiosas, capaces, y responsables en todos los ámbitos. Desde nuestras militantes de base hasta aquellas que ostentan tareas institucionales, todas, están trabajando en la construcción de una Euskal Herria formado por mujeres y hombres corresponsables y libres.