Begoña Errazti, presidenta de Eusko Alkartasuna y portavoz parlamentaria Amnistía
Internacional ha puesto en marcha recientemente una intensa campaña para
terminar con el fenómeno de los ‘niños soldados’ – menores
que participan en Ejércitos y conflictos armados -, una realidad tan
aterradora y preocupante como habitual en muchos países, incluidos algunos
de los denominados desarrollados. Por ello, y consciente de la importancia de
la implicación institucional para que la campaña de esta ONG sea
realmente efectiva, defenderé en el Parlamento de Navarra una moción
que pretende la condena de la utilización de niños y niñas
en conflictos bélicos y el impulso de un compromiso real con la erradicación
de este abuso cruel de la infancia y la juventud.
Bastan algunos
datos para hacernos una idea del alcance del problema. Según las cifras
que maneja la ‘Coalición Internacional para acabar con la Utilización
de Niños Soldados’, a día de hoy son más de medio millón
los niños y niñas que son utilizados para la muerte, la destrucción
y/o el servicio de sus congéneres, bien sea como soldados bien sea como
ayudantes y colaboradores. Asimismo, y según la misma fuente, son más
de 35 los países que emplean a niños y niñas de carne de
cañón en guerras internas o externas, arrancándoles desde
temprana edad su derecho a soñar, a jugar, a ser felices, en definitiva,
su derecho y el de su sociedad, que es también la nuestra, a un futuro
mejor.
La infancia ha
sido siempre víctima de las guerras, pero el cambio de las tácticas
bélicas ha hecho de los niños y niñas un sujeto activo,
bien al ser utilizados como propaganda de justificación de la acción
violenta o bien como combatientes, fenómeno que sin duda se ha visto
facilitado por la sencillez de manejo de las armas modernas.
El caso de la niña
afgana Sharbat Gula aparecida en la portada de la revista ‘National Geographic’
al cabo de unos años refleja esa infancia sufriente de las guerras injustas.
Desgraciadamente, no es un caso aislado, ni mucho menos, tan sólo es
un ejemplo concreto y conmovedor de la trayectoria de tantos y tantos niños
y niñas de muchos países. Otro ejemplo de ese desprecio a la infancia
lo constituyen los niños soldado que son convertidos en eficaces asesinos,
viendo bloqueada de por vida su capacidad de sentir el dolor ajeno, eliminada
de su humanidad la empatía.
Ello, cuando su
alistamiento y/o participación en los conflictos no los condena a una
muerte absurdamente prematura, a sufrir amputaciones y lesiones físicas
irreparables, a cargar para siempre con profundos traumas psicológicos
que difícilmente podrán superar y que, posiblemente, transmitirán
a sus descendientes, propiciando con ello la persistencia de esta perversa dinámica
de violencia y dolor.

Hay que tener claro que esta realidad no se limita a un país o zona.
Según la citada ‘Coalición Internacional para acabar con la Utilización
de Niños Soldados’, alrededor de 85 países de diferentes continentes
emplean a niños y niñas en guerras y enfrentamientos bélicos,
bien en fuerzas armadas militares gubernamentales como en grupos paramilitares,
milicias civiles y una amplia gama de grupos armados. La mayoría de estos
niños y niñas tienen entre 15 y 18 años, sin embargo, algunos
informes constatan el reclutamiento y la utilización para este fin de
niños de hasta 7 años. Muchos de estos niños combaten en
primera línea; otros son utilizados de apoyo. Como se ve, la infancia
no sólo es víctima preferente en los conflictos bélicos,
sino que además lo es en todas las formas posibles, muerte, dominación,
manipulación, servidumbre, explotación, abuso sexual…
Nos enfrentamos
a un problema que afecta a todos los que creemos en la posibilidad de un mundo
mejor, un problema mundial que exige una respuesta y una condena mundiales.
Y esta respuesta debe ser, necesariamente, política. No basta la inestimable
e inapreciable labor de denuncia, ayuda y colaboración humanitaria que
desarrollan tantas Organizaciones No Gubernamentales. Debemos adoptar compromisos
políticos, asumir deberes y obligaciones que den respuesta a estas denuncias.
O todo esfuerzo será vano.
En este contexto,
el papel de la Unión Europea es esencial. Europa, por razones históricas,
geográficas y políticas, es el continente más indicado
para encabezar la implicación internacional efectiva en la defensa de
los derechos del niño en todo el mundo. Ello, en primer lugar, por pura
coherencia con las bases democráticas sustanciales de su constitución
y desarrollo; y, en segundo lugar, por su ubicación geopolítica,
que ha hecho de ella correa de transmisión entre mundos y civilizaciones
diversos, y la aboca a adoptar, necesariamente, un papel activo en las relaciones
internacionales.
Precisamente con
el fin de exigir este compromiso de la UE contra el uso de niños y niñas
soldados, el pasado 12 de febrero miles de personas plantaron manos rojas –
logotipo de la ‘Coalición Internacional para acabar con la Utilización
de Niños Soldados’ – en los jardines del Palais des Nations de Ginebra
(Suiza). El objetivo era llamar la atención a la opinión pública
y las autoridades europeas sobre los más de 300.000 menores que están
siendo utilizados como soldados en conflictos armados y guerras de todo el mundo.
La Alta Comisionada
para los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU),
Mary Robinson se sumó al acto organizado por la ‘Coalición’, con
el que esta organización celebraba la entrada en vigor de un nuevo tratado
de la ONU que prohibe la utilización de niños, niñas y
jóvenes menores de 18 años en todo tipo de hostilidades armadas.
Un compromiso que la propia Mary Robinson ha llamado a suscribir a todos los
estados miembros de la Unión Europea, no sólo mediante la ratificación
del protocolo Factultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño
relativo a la participación en los Conflictos Armados, sino aprobando
también declaraciones vinculantes que prohiban de forma clara y explícita
todo tipo de reclutamiento o participación militar de menores.

Y es que el éxito social que ha supuesto la abolición del Servicio
Militar Obligatorio en el Estado español y en otras muchas zonas del
mundo no puede degenerar en el recurso a niños y niñas para mantener
los niveles de alistamiento militar, sino que debe traducirse en un avance político,
cultural y social hacia el pacifismo y el uso del diálogo y la democracia
– en el más amplio sentido de estas palabras – como únicos instrumentos
válidos para resolver todo tipo de conflictos, violencias e injusticias.
Por ello, desde
Eusko Alkartasuna apoyamos sin fisuras la labor de la ‘Coalición Internacional
para acabar con la Utilización de Niños Soldados’ y expresamos
nuestra total adhesión al Protocolo Facultativo de la Convención
de los Derechos del Niño de la ONU, relativo a la participación
de menores en conflictos armados. El Estado español firmó el protocolo
el 6 de septiembre de 2000 que ha ratificado dos años después,
exactamente a mediados del pasado mes de marzo. La cuestión ahora es
velar por el cumplimiento íntegro de los compromisos que establece este
protocolo, firmado hasta el momento por 94 estados, y por su extensión
al máximo número de países, naciones, regiones y pueblos
del mundo. La protección de la infancia es una obligación moral
y política innegociable, desde cualquier prisma, pues al disponer de
la vida de los niños y niñas no sólo vulneramos derechos
humanos y fundamentales, sino que violamos la inocencia, la esperanza y la confianza
genuinas de la infancia, hipotecando de paso nuestro futuro y el de nuestras
sociedades: el futuro de nuestros hijos.

Jatorria: Eusko Alkartasuna