Soy de las personas que consideran bueno y positivo mirar más allá del propio ombligo y conocer otras realidades distintas de las propias no por pensar que lo de fuera siempre es mejor, ni por caer en la autocrítica excesiva, sino porque todas las enseñanzas son siempre provechosas, más aún si sirven para aplicar nuevas metodologías y aspectos que mejoren nuestra calidad de vida en cualquier ámbito, incluido, cómo no, el educativo.

Soy de las personas que consideran
bueno y positivo mirar más allá del propio ombligo y conocer otras realidades
distintas de las propias no por pensar que lo de fuera siempre es mejor, ni por
caer en la autocrítica excesiva, sino porque todas las enseñanzas son siempre
provechosas, más aún si sirven para aplicar nuevas metodologías y aspectos que mejoren
nuestra calidad de vida en cualquier ámbito, incluido, cómo no, el educativo.

 

Gracias a ese conocimiento de otras
realidades ajenas a la vasca hay una cuestión que me llama la atención y que vengo
subrayando tanto en foros públicos como en privados. En el Norte de Europa, referencia
obligada en todo lo relativo al mundo educativo, este tema, la educación, tiene
consideración de máxima prioridad y a nadie, a ningún partido político, se le
pasa por la imaginación utilizarlo como arma partidista o electoral. Justo al
revés de lo que pasa aquí, donde más de uno y de dos todavía no han aprendido,
o no han querido aprender, que es peor, esa lección y no dudan en utilizar en
beneficio propio algo tan importante y fundamental como la educación de
nuestros hijos e hijas. Sinceramente, y lo digo con enorme pesar, creo que eso
es lo que está ocurriendo en el debate sobre el marco de aprendizaje de las
lenguas.

 

Si hacemos un breve recordatorio,
y partiendo de la premisa de que la actividad legislativa y de la
administración debe guiarse por un espíritu de mejora continua, existe un
compromiso firme y muy mayoritario para la superación del actual sistema de tres
modelos lingüísticos. Más allá de la voluntad clara del Departamento de
Educación, Universidades e Investigación y de todo el Gobierno vasco, también los
grupos parlamentarios iniciamos en el año 2005 el debate sobre el sistema de
modelos y la conveniencia de superar el actual marco lingüístico de enseñanza
para ir hacia un nuevo modelo que garantice de verdad el dominio de los dos
idiomas oficiales de nuestro país y la adquisición de competencias de, al
menos, una lengua extranjera.

 

Gozamos de las condiciones
precisas para afrontar con éxito ese reto: la preparación adecuada del
profesorado y de toda la comunidad educativa y un consenso político amplio que,
salvo condicionamientos partidistas y electoralistas mal entendidos, de ninguna
manera debe echar por tierra el ingente trabajo desarrollado hasta la fecha. La
mayoría de partidos, salvo el PP, que se autoexcluye como tantas otras veces,
compartimos la necesidad del cambio porque el actual sistema de modelos (A, B y
D) no garantiza a los alumnos el conocimiento suficiente del euskera, con lo
que, por un lado, contraviene la propia legalidad -en concreto, las leyes de la
Escuela Pública Vasca y de
Normalización del Uso del Euskera- y, por otro, hace imposible la consecución
del objetivo de una sociedad verdaderamente bilingüe.

 

La meta obligada es el
bilingüismo real. Porque así lo hemos establecido en las disposiciones legales
de las que democráticamente nos hemos ido dotando. Y, sobre todo, porque así lo
demanda la propia sociedad, que año tras año viene demostrando su apuesta firme
y rotunda por el bilingüismo con la elección para sus hijos e hijas de los
modelos de enseñanza que mayor atención dan al euskera, lo que contrasta con la
progresiva desaparición -por la lisa y llana razón de que así lo han querido
padres y madres- del modelo A.

 

La enorme y encomiable labor del
profesorado y de los agentes educativos a lo largo de todos estos años nos da además
la plena seguridad de que hay mimbres sobrados para hacer un muy buen cesto. En
Euskadi contamos con profesionales que llevan ya años trabajando en estas
claves de plurilingüismo y que disponen de la capacitación necesaria para ello.

 

Todos somos conscientes, también
en Eusko Alkartasuna, de que vivimos en un país plural donde nos encontramos
con realidades socio-lingüísticas diferentes en los distintos herrialdes. Es
obvio que a distintas situaciones, distintas respuestas y distintos ritmos. No
es posible hacer tabla rasa y aplicar la misma política lingüística en Ataun
que en Oion. Es algo que resulta evidente y en lo que todos, creo, estamos de
acuerdo. A partir de principios tan básicos como éste habíamos construido un
diagnóstico compartido de la situación, un diagnóstico que nos permitía echar a
andar hacia un nuevo marco de aprendizaje de las lenguas consensuado por la
inmensa mayoría política y social del país.

 

Sin embargo, es ahora, cuando las
elecciones autonómicas están a la vuelta de la esquina, cuando compruebo con
tristeza que aquel nivel inicial de acuerdo se ha evaporado por arte de magia.
Que algunos partidos no dicen hoy nada de lo que decían hace unos pocos meses.
Que han modificado sus posiciones con el único objetivo de torpedear un
proceso, una reforma sin la cual es imposible garantizar el derecho de nuestros
hijos e hijas al conocimiento de las dos lenguas de su país.

 

Y lo peor es que lo han hecho por
puro y duro cálculo electoral. Movidos por motivaciones bien distintas pero en
el fondo por el mismo motivo, por un puñado de votos. Se ha vuelto a cumplir
esa máxima política que viene a decir que a mayor cercanía del día de
elecciones, mayor alejamiento entre partidos incluso en asuntos en los que la
distancia no era tanta.

 

En Eusko Alkartasuna queremos
huir de ese virus que todo lo infecta en periodo preelectoral, sobre todo en un
tema como la educación, que es lo suficientemente importante, o debería serlo, como
para dejarlo al margen de la contienda electoral partidista. ¡Claro que es
legítimo defender diferentes puntos de vista y diferentes opiniones! ¡Faltaría
más! Pero lo que no es legítimo, ni tampoco responsable, es trasladar a la
ciudadanía, por puro interés electoral, por el miedo a perder unos cuantos
votos, un distanciamiento y una discrepancia que, tras años de debate en torno
al aprendizaje de las lenguas, entiendo más ficticia que real.

 

Nuestro país tiene su lugar en el
mundo. Un mundo en el que la globalización es una realidad a la que hacer
frente desde lo local, sin que suponga una pérdida de nuestras señas de
identidad. ‘Think global, act
local’. Tenemos un reto importante: el futuro de nuestras hijas e hijos.
Parece un objetivo más importante que sumar unos votos de más o de menos. ¿O
alguien discrepa? Espero que no.

 

 

Onintza Lasa

Parlamentaria y secretaria de Educación de Eusko Alkartasuna

 

Jatorria: Onintza Lasa