Joseba Azkarraga, consejero de Justicia del Gobierno vasco 
  La evidencia salta a la vista. La Ley de Partidos que se está debatiendo
  en las Cortes Generales a instancias del PP, dócilmente secundada por
  el PSOE, tiene un doble objetivo. Electoral, al presentarla a la ciudadanía
  del Estado como un triunfo frente a las históricas reclamaciones vascas.
  Y político, al amenazar con ella a cualquier idea o aspiración
  nacionalista por muy demócratas que éstas sean.
  La amplia campaña de propaganda desarrollada por el partido de Aznar,
  que ha utilizado fieles medios de comunicación a su servicio y todo tipo
  de artimañas para crear un desinformado estado de opinión sobre
  este asunto, ha conseguido presentar la situación que vive Euskadi como
  un conflicto que no tiene más solución que los decretos totalitarios,
  la aprobación de leyes involucionistas, la criminalización de
  todo lo vasco y la permanente amenaza de «utilizar otras vías»
  cuyas órdenes espera ansioso su delegado del Gobierno central en Vitoria.
  Este asegura «que no le temblará el pulso para ello». ¡Qué
  más querían escuchar quienes practican la violencia! Uno tiene
  la impresión de haber retrocedido en el calendario hasta las más
  oscuras noches del régimen franquista.
El Congreso de
  los Diputados, utilizando esa mayoría que le han concedido populares
  y socialistas, junto a los votos de conveniencia de aquéllos a los que
  lo mismo les da votar una cosa que la contraria, ha intentado aplastar a la
  representación vasca en el Estado.Con la votación del pasado jueves,
  se ha ignorado cuál es la voluntad de esos más de dos millones
  de ciudadanos ya expresada en los escaños del Parlamento vasco.
Aznar necesitaba
  un escenario en el que practicar su discurso de intolerancia e involución.
  Su opción conservadora no tiene otro remedio que trabajar en democracia,
  pero no puede olvidar su lenguaje totalitario, excluyente e incluso bélico
  a la hora de practicar un ciego seguidismo del presidente norteamericano George
  Bush. Sus carencias personales, su falta de imaginación en la búsqueda
  de soluciones a los problemas de la ciudadanía y la necesidad de un respaldo
  aparente de cara a la circunstancial Presidencia europea reclaman una situación
  de enfrentamiento, da igual con quien, para demostrar una fuerza y un carisma
  inexistentes.
Tal vez en su cabeza
  vaguen todavía las imágenes de Isabel la Católica o de
  Mío Cid Rui Díaz a quienes emula no a golpe de espada y sí
  con amenazas e imposiciones. A falta de molinos de viento, Aznar ha encontrado
  en la situación vasca un magnífico recurso electoral para mantener
  su vacía estructura.
Desde la defensa
  de los valores democráticos y del sistema de libertades, no se puede
  permanecer impasible ante la convicción de que se juega con derechos
  fundamentales por un determinado interés partidista, que es lo que, en
  definitiva, ha movido al PP a tramitar vertiginosamente ese Proyecto de Ley. 
El sistema de libertades
  se ve vulnerado por una nueva ley que afecta directamente a la libertad ideológica,
  a la libertad de pensamiento y a la libertad de asociación. Una cosa
  es el respeto a las leyes y otra muy diferente es la sumisión ideológica.
  No me cansaré de explicar que esa no sumisión ideológica
  no constituye delito. Una formación política que pretenda acabar
  con las libertades democráticas establecidas en la Constitución
  podrá ser políticamente ilegítima y rechazable desde la
  perspectiva democrática, pero no es jurídicamente inconstitucional.
  El ejemplo más reciente lo tenemos en el Frente Nacional de Francia.
  Tanto la actividad como el ideario expresado por Jean Marie Le Pen resultan
  absolutamente rechazables desde una óptica democrática, pero son
  perfectamente lícitos desde una perspectiva jurídica, siempre
  que esa actividad y ese ideario se expresen a través de los cauces legales
  establecidos.
La nueva ley en
  absoluto pretende regular la creación de partidos políticos ni
  establecer el régimen de funcionamiento de los mismos.Por el contrario,
  establece la ilicitud de los fines perseguidos por una formación política.
  No plantea sancionar conductas delictivas, sino que pone fuera de la ley la
  opinión política de miles de electores, hace desaparecer el cauce
  político de su expresión y las condena a la clandestinidad. Además
  no es necesaria. El Código Penal es suficiente para sancionar conductas
  delictivas.
El artículo
  6 de la Constitución indica que la libertad constituye el principio básico
  de los partidos políticos en cuanto a su actividad; no impone lealtad
  constitucional, sino el uso de cauces legales y el juego de mayorías
  para defender cualquier ideología o proyecto político. Llegados
  a este punto, yo preguntaría qué es lo que preocupa fundamentalmente
  al presidente Aznar. ¿ETA y la violencia asesina que practica? ¿O
  le inquietan más aún las ideas democráticas y las posiciones
  políticas que pueda desarrollar el propio nacionalismo vasco? He de recordar
  que los nacionalistas siempre hemos trabajado por la democracia y hemos sido
  perseguidos por practicar un sistema al que Aznar y muchos de sus compañeros
  se han incorporado recientemente.
La nueva y turbulenta
  Ley del Oeste gestada por el PP ofrece serias deficiencias de legalidad a lo
  largo de todo el texto, expresiones ambiguas y vaguedades sin límite.
  El texto rezuma inseguridad jurídica por todos lados. ¿En qué
  consiste «complementar» la acción de organizaciones terroristas
  más allá de las formas de autoría, participación
  y colaboración? ¿Cómo se mide y cuál es la base
  de la ilicitud en la obtención de «beneficios políticos…contra
  el pluralismo»? ¿Cuál es el sustento de la ilicitud en relación
  con «programas o actuaciones que fomenten una cultura de enfrentamiento
  y confrontación civil»? Por si esto fuera poco, y de acuerdo con
  la Constitución, todo proceso en el que se halle implicada la tutela
  de un derecho fundamental debe ser susceptible de recurso en una segunda instancia,
  pero es a una Sala especial del Tribunal Supremo a la que se faculta decidir,
  impidiendo así la posibilidad de recurso porque el Constitucional no
  tiene naturaleza de tribunal de segunda instancia. En definitiva, se está
  impidiendo el derecho de recurso ante una decisión judicial.Estamos,
  por tanto, ante una ley innecesaria.
En Euskadi muchas
  personas padecen una intolerable falta de libertad y sufren la amenaza y la
  extorsión hasta límites insoportables.Son muchas las víctimas
  de una situación provocada por la falta de diálogo, la ausencia
  de respeto a la vida y a los derechos humanos y a las ideas del otro. El Gobierno
  vasco trabaja para que esa situación tenga su fin, pero ¿piensa
  alguien que la nueva Ley de Partidos va a propiciar ese final?
La Ley de Partidos
  introduce elementos de mayor crispación y enfrentamiento en nuestro país…
  Tal vez sea lo que se pretende desde el Gobierno Aznar a la vista de las soberbias
  rentas electorales que su enrocada actitud provoca. Aquí se trata de
  eliminar del mapa político a una formación después llegarán
  otras a las que acusarán de romper la España Imperial y dejar
  sin capacidad de elección política a quienes se identifican con
  ella.
Resulta triste
  y preocupante que el PP identifique como amparadores de la violencia a quienes
  nos oponemos al proyecto de ley. Somos demócratas desde hace muchos años,
  muchísimo antes de la reciente incorporación a la práctica
  de la democracia de bastantes de los representantes actuales del PP. Nos acusan
  a los nacionalistas de «ser cómplices de ETA» por oponernos
  a una ley atentatoria contra los derechos y libertades. Defendemos valores democráticos
  y presentamos nuestras razones. No respetar nuestro derecho a pensar de forma
  distinta da medida de la tolerancia que algunos practican y este proyecto de
  ley es un ejemplo de ello.
En las elecciones
  del pasado año, los vascos expresaron su rechazo a Batasuna en las urnas
  reduciendo a la mitad su representación política. ¿Le ha
  dado miedo a Aznar ese fortalecimiento de los partidos que democráticamente
  defendemos determinados objetivos? ¿Acaso prefiere mantener la brasa
  de la violencia para ganar votos y para que los demócratas vascos no
  demos pasos hacia delante en la libre construcción de nuestro futuro? 
Umberto Eco escribía:
  «Lo que gusta al Príncipe tiene vigor de ley». Trasladado
  a nuestros días, será ley lo que plazca a Aznar, quien utilizará,
  modificará y ampliará su Ley del Norte como le venga en gana.
  Con ella puede sacar mucho rendimiento electoral a ese particular Far West que,
  junto a los violentos, mantiene en el País Vasco.
Fuente:  Eusko Alkartasuna
 
					
 
						 
                                         	 
                                         	 
					


