Gorka Knörr Borràs. Secretario General de EA y vicepresidente 1º del Parlamento Vasco.
La verdad es que en un País en el que hay tanto presunto constitucionalista que no respeta ni su propia Constitución (recorte de libertades, ley de partidos, cierre de Egunkaria, suspensión de plataformas electorales, invasión del Parlamento Vasco por un tribunal no competente, apoyo de algunos a la invasión de Irak, reformas penales de tufillo antidemocrático, legislación vengatoria contra menores, ataques a la libertad artística -Manu Chao, Soziedad Alkoholika, Fermin Muguruza, Julio Medem…-, etc…, qué quieren que les diga, uno tiene el cuerpo guerrero a la hora de escribir unas líneas sobre la Constitución Europea. Sobre todo cuando ve a tanto converso -ahora- que ni se dignaba aparecer por las reuniones del Intergrupo por la Constitución Europea del Parlamento Europeo. El año 2000, llamando a unos y a otros, no llegábamos a una cincuentena los que reclamábamos una Constitución Europea en una de las salas de reunión del Parlamento en Estrasburgo. Cosas veredes.

Pero empecemos diciendo que eso que algunos llaman Constitución Europea, sin perjuicio de su contenido literal, no es tal. A algunos, en EA, nos gusta llamar a ese texto surgido de la Convención Nuevo Tratado. Otros, como mi admirado compañero de partido Xabier Irujo, dicen que mal se puede hablar de Constitución, y habría que hablar más bien de una especie de edicto. ¿Por qué? Pues porque tanto por sus presupuestos de partida –el logro de fortalecer una política exterior común, la potenciación de una política de seguridad y defensa común, y preparar el ingreso de los nuevos estados del Centro y Este de Europa (en el que esos mismos críticos ven, mediante los criterios de Niza, instalarse un eje dirigente en torno a cuatro estados poderosos)-, como por el procedimiento de redacción y de futura aprobación del texto, en el que se ha marginado la vía de legitimación a través de la única institución elegida por el pueblo, esto es, el Parlamento Europeo, estaríamos bien alejados de un proceso constitucional democrático.

Sin ser tan iconoclasta y manifestar mi acuerdo parcial con lo antedicho, si habrá que reconocer que se ha empezado a andar en un camino de desarrollo constitucional, en un proceso hacia una Constitución, pero hoy y aquí sería realmente excesivo admitir que se nos venda el borrador salido de la Convención como una Constitución Europea.

En todo caso, pronunciémonos acerca de ese Borrador, una vez dicho lo anterior.

Limitaciones, sobras y desequilibrios

Uno no puede sino comenzar reconociendo que el Nuevo Tratado presenta innegables avances desde el punto de vista de la democracia, el estado de derecho, los derechos fundamentales (mediante la Inclusión de la Carta de Derechos Fundamentales) y derechos de los ciudadanos, al reconocer la naturaleza dual de la UE como unión de Estados y ciudadanos (si bien se eliminó en primera instancia la alusión a los “pueblos”, esa alusión persiste en los textos), la adopción del procedimiento legislativo ordinario y el carácter público de la legislación europea, la introducción de la iniciativa popular, y la definición clara y convincente de la mayoría cualificada, si bien entiendo que es negativo que se mantenga el procedimiento legislativo extraordinario, que permite al Consejo legislar sin el Parlamento Europeo, lo cual socava gravemente, a mi entender, el principio de separación de poderes y democracia.

Por otra parte, no son de recibo, a nuestro entender, las limitaciones impuestas al Tribunal de Justicia Europeo, en particular la que afecta al acceso de los ciudadanos y de las entidades intraestatales con competencias legislativas al Tribunal, por entender que con ello se incumplen exigencias mínimas de un pleno estado de derecho.

El borrador de Nuevo Tratado, por otra parte, apunta a una mayor capacidad de acción de la UE respecto a los retos planteados por la ampliación europea, la mundialización y el papel de la UE en el mundo, mediante la asignación de una personalidad jurídica única, la consiguiente ampliación de la mayoría cualificada y el papel que se asignaría a un ministro o comisario de Asuntos Exteriores.

Si embargo, en EA, desde una perspectiva socialdemócrata y solidaria, consideramos que el requisito de unanimidad y el papel totalmente secundario del Parlamento Europeo en asuntos cruciales como la política fiscal, comercial, exterior y de seguridad, suponen un grave obstáculo para la proyección social del modelo y para la capacidad de acción de la UE.

Son positivos, a nuestro juicio, los progresos realizados en la unificación europea y la coherencia entre los objetivos e instrumentos políticos. Es positivo que se incluyan explícitamente los valores y objetivos de la Unión en el Nuevo Tratado, que se suprima la estructura de pilares, que se fortalezca el parlamentarismo y que se valorice el método comunitario en el funcionamiento institucional.

Pero para un partido como Eusko Alkartasuna, desde nuestra posición nacional y la perspectiva social progresista, es lamentable la falta de reconocimiento explícito, con todo lo que ello conlleva, de realidades nacionales como la nuestra y del Derecho de Autodeterminación; y también que la Convención no haya dispuesto del tiempo ni del mandato para reorientar y fortalecer las políticas de la UE a favor de un modelo ecológicamente sostenible, con el fin de adaptarlas, además, a los retos y necesidades de una Europa ampliada.

Nuestro partido debe insistir en que el resultado de la Convención Europea revela un preocupante desequilibrio entre la Europa económica y la Europa social, y por ello deberemos trabajar en todas las instancias en que estemos presentes para impulsar políticas tendentes a reducir y anular este desequilibrio, inaceptable desde una perspectiva progresista.

Nuestra posición y nuestro trabajo

Así las cosas, uno tiene difícil refrendar positivamente este Nuevo Tratado. Tampoco me veo mezclando mi voto con los enemigos acérrimos de la construcción europea. El próximo Congreso de Eusko Alkartasuna deberá fijar posición respecto al referéndum de este texto. Mi posición personal, y así lo defenderé, es el voto nulo activo, puesto que creo que la Comisión Europea debe recibir el mensaje crítico de una sociedad madura que quiere participar en el proceso de construcción europea, pero desde una posición activa y no subordinada, como nación que somos y desde quienes denunciamos los déficits ya mencionados.

Es, por otra parte, un momento importante para redoblar la defensa de las entidades nacionales y regionales internas de les Estados. A partir de las elecciones al Parlamento Europeo del 2004, y conforme a la legislación europea, se abre el camino a la existencia de partidos de ámbito europeo, entre los que estará nuestra Alianza Libre Europea (ALE). Ello nos obliga no solamente a trabajar más en clave de organización europea que de simple federación de partidos, y a recabar la colaboración y la adhesión de nuevos miembros en estados en vías de adhesión, que se sumen a quienes ya estamos en esa tarea –vascos, escoceses, galeses, flamencos, gallegos, corsos, bretones, frisios, etc…

Y tanto en el ámbito de la ALE como en ámbito general de la política vasca y europea, Eusko Alkartasuna seguirá trabajando en abrir vías de colaboración con otros pueblos y con quienes desde el respeto a los derechos humanos, luchen por una Europa respetuosa con los pueblos y naciones que tiene en su seno, por una globalización alternativa solidaria, por el desarrollo sostenible, por la consecución de un sistema e instituciones internacionales democráticas, por la justicia social y la igualdad, y por la soberanía de los pueblos.

Fuente: Gorka Knörr