Begoña Errazti Esnal, presidenta de EA

Un repaso somero a la realidad internacional nos demuestra la gran cantidad
de conflictos existentes en nuestro planeta. Desgraciadamente, sólo unos
cuantos se introducen en las agendas de los medios de comunicación, dado
los enormes intereses causantes de su propia existencia.
Pero la realidad
es que existen demasiados conflictos: Chechenia, Cachemira, Liberia, Sri Lanka,
Palestina, Sáhara Occidental son sólo algunos ejemplos en los
que miles de personas viven en una absoluta ausencia de paz, discriminados,
y sufriendo por intereses enemigos de los derechos humanos y de los pueblos.
No obstante la reciente proclamación de Independencia del Estado de Timor
abre una puerta a la esperanza de resolución de dichos conflictos, y
sin duda, sirve de referencia para hallar una salida a la situación de
exilio y ocupación ilegal que padece el pueblo saharaui.
El conflicto de
Sáhara Occidental se prolonga desde que España abandonara este
territorio sin la adecuada descolonización y lo entregara a Mauritania
y Marruecos tras un acuerdo sin legalidad alguna. La posterior retirada de Mauritania
por su debilidad en la guerra contra los saharauis tuvo como consecuencia la
ocupación del Sahara Occidental por parte de Marruecos, así como
su defensa legítima por parte de los saharauis.
En la actualidad,
al pueblo saharaui se le están negando sus derechos individuales y colectivos,
obligándole a vivir en unas condiciones extremas en el desierto argelino,
concretamente en los campamentos de refugiados de Tinduf. La represión
también se extiende en el Sahara ocupado por Marruecos.
La situación
se agrava cada día. Así, las condiciones de vida no son las adecuadas
desde una perspectiva ética y humana, y por otro lado, la desilusión
por una promesa de solución que nunca se materializa hace mella en su
ánimo. Los saharauis, cada vez tienen menos esperanza de un retorno a
corto plazo, pero este pueblo que sigue siendo un ejemplo de paciencia tiene
todo el derecho a una solución justa.
En este punto,
es necesario recordar que bajo la colonización española, los saharauis
ya anhelaban un futuro independiente de la metrópoli, y de hecho, el
Frente Polisario apostó por ello desde su fundación. Sin embargo,
España cedió a las presiones marroquíes y la guerra fue
una triste realidad hasta 1991, año en el que se declara una tregua auspiciada
por la ONU y se proclama un Plan de Paz, en el que preveía un referéndum
a celebrar en 1992.
No obstante, la
política obstruccionista de Marruecos impidió la consulta. De
nuevo, el pueblo saharaui era agredido no sólo en su derecho a ser libre
sino por ver incumplidas de manera reiterada resoluciones de organizaciones
internacionales. Todo ello, sin represalia alguna a Marruecos por parte de dichos
organismos.
En 1997 se abre
un nuevo periodo tras el nombramiento de James Baker como enviado personal del
Secretario General de la ONU para el Sahara Occidental. Sus gestiones y negociaciones
dieron lugar a la firma de los “Acuerdos de Houston” por el que se
adoptó un compromiso acerca de la identificación de los votantes
para el referéndum que en esta ocasión se preveía para
1998, pero una vez más, Marruecos logra impedir su celebración
con la connivencia de deferentes países y sin respuesta por parte de
la ONU.
Ante esta situación,
resulta fundamental un apoyo firme y decidido a favor de este pueblo y de sus
derechos, como lo ha demostrado mayoritariamente el pueblo vasco, con su solidaridad
individual y colectiva, posibilitando el compromiso de sus instituciones en
numerosos proyectos y pronunciamientos políticos.
La constatación
de que la política de un determinado país, como es el caso de
Marruecos, obstruye y bloquea la realización de una resolución
avalada por las Naciones Unidas debería ser causa de una profunda reflexión.
¿Qué credibilidad puede tener el Secretario General de la ONU,
Nobel de la Paz, cuando no establece de forma clara las reglas de juego democrático?
Las diversas propuestas de solución, pensadas por y para Marruecos y
no aceptadas lógicamente por los saharauis, demuestran lo escoradas que
están hacia un lado las posiciones de algunos partidos políticos
españoles así como la de algunos países que están
promocionando un ilegítimo orden geopolítico.
Hace poco tuvimos
la oportunidad de asistir al cínico intento de Francia y los Estados
Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando intentaron negar definitivamente
el referendum, aprovechando su posición y tras haber firmado Marruecos
cesiones para aprovechamientos petrolíferos, claro está, en territorio
saharaui.
El pueblo saharaui
lleva sufriendo demasiados años como para permitirnos por un momento
algún grado de permisividad en nuestra exigencia de una solución
ante la Comunidad Internacional, países y fuerzas políticas del
Estado español que intentan soslayar sus responsabilidades en este conflicto.

Lejos de hacernos
desistir en la labor de concienciación y persuasión a favor de
un pueblo que está agotando todas las vías diplomáticas
en pro del reconocimiento de su derecho de autodeterminación, nos reafirmamos
en la necesidad de adoptar una postura firme a favor de sus derechos, individuales
y colectivos, y de seguir exigiendo el cumplimiento de las resoluciones de las
Naciones Unidas.
La situación
actual, con una ampliación del mandato de la MINURSO para tres meses,
es una oportunidad para resolver el conflicto del Sáhara Occidental de
manera justa. La justicia debe prevalecer de forma inmediata; es decir, debe
celebrarse el referéndum de autodeterminación y que sea el pueblo
saharaui quien decida su futuro. Por ello, es fundamental un compromiso fuerte
en la exigencia de que se cumpla en los próximos meses.

Fuente: Eusko Alkartasuna