Juan José Pujana Arza y Juan José Martínez Leunda

Frente al lenguaje farfullero, violento, antijurídico, prevaricador, negador de buena parte de los derechos individuales y colectivos de Euskadi, está el lenguaje de la voluntad popular expresada de forma libre, pacífica y democrática, el de la paz y la libertad asentada en la justicia y la no violencia.

No se trata del comienzo de un prólogo de una página de la historia que está por escribir, sino de describir que la sucesión de hechos que vienen acaeciendo en Euskal Herria, sin necesidad de enumerarlos, nos coloca ante un escenario de enorme importancia con repercusiones en el pensamiento y en la actividad social, económica, cultural, política e incluso familiar.

La innegable confrontación violencia-política, con sus efectos jurídico-mediáticos y de recorte de derechos civiles y políticos, lo contamina todo y, como nos descuidemos, está por mediatizar, si es que ya no lo ha hecho, el futuro inmediato y a medio plazo de lo que realmente nos jugamos.

Somos muchos los ciudadanos a los que no nos es indiferente lo que está ocurriendo y nos resistimos a pensar que esto no tiene arreglo. Somos muchos los que pensamos que es posible cambiar las cosas, además de manifestarnos unitaria o partidariamente frente a las tropelías que se vienen cometiendo. Somos muchos los ciudadanos que, teniendo opiniones y posturas discrepantes sobre la situación de violencia y de conflicto que nos afecta, sobre sus alternativas o sobre el actual marco jurídico-político nos preguntamos: ¿Qué hacer?

Largos años de conflicto y confrontación y sucesivos intentos de búsqueda de soluciones no han logrado una salida satisfactoria, el logro de una paz justa y la consecución de un clima de convivencia normalizada.

No creemos ni pensamos que sea beneficioso, para el logro de una paz duradera basada en la justicia, una dinámica de vencedores y vencidos, sino que pensamos que la solución debe encaminarse desde la aceptación por parte de todos de unas reglas de juego democrático y el respeto a la pluralidad de la sociedad vasca, así como la aceptación y respeto de la voluntad de la mayoría expresada libre y democráticamente.

Y somos muchos los ciudadanos que no tenemos dudas en la defensa de todos los proyectos, ideas y personas, en definitiva, la defensa de valores universales en franco retroceso en un momento histórico como el actual, en el que el desequilibrio del binomio libertad-se- guridad, a favor de esta última, tras el 11-S y la deslegitimación de causas justas por grupos que combinan la acción político-militar, nos corroe como pueblo.

Pero considerado todo lo anterior, cada persona y por supuesto los que suscribimos no podemos abstraernos del mundo que nos rodea y de nuestras propias convicciones que, aun en constante evolución, como se corresponde con la historia del pensamiento, permiten visualizar y diseñar el camino o tránsito para la mejor defensa de los derechos e intereses de las personas y de los pueblos.

¿De qué premisas partimos? ¿De qué realidad? Para soberanistas convencidos, partimos de un escenario que, como consecuencia de la acumulación concertada de medidas jurídico-político-mediáticas, y el mantenimiento de estrategias político-militares, pretenden dividir primero y arrasar después con toda seña de identidad vasca.

El último eslabón en esa escalada ha sido extirpar de forma antijurídica una opción política ­con anterioridad, entre otras medidas, cerrar ´Egunkaria´ de forma ilegítima, ilegal, inconstitucional, injusta, arbitraria, desproporcionada, gra- vemente lesiva para multitud de personas y grupos ajenos a los hechos investigados, que no tienen la obligación jurídica de soportar esos recortes de sus libertades y derechos y esos perjuicios (del manifiesto de abogados de Bizkaia)­ con lo que significa dejar a una parte de ciudadanos sin derechos civiles y políticos, de los que son titulares en tanto que personas (Declaración Universal de los DD- HH) vulnerando los principios de igualdad, pluralismo y sufragio universal, y por parte de otros bajo no se sabe qué causa política mantener la amenaza sobre la integridad física de cientos de ciudadanos vascos, y privar del derecho fundamental a la vida a una parte de nuestros conciudadanos.

En esta ofensiva, no hemos visto todo. Los próximos episodios que algunos atisbamos pretenden seguir distorsionando el equilibrio democrático de mayorías y, a través de subterfugios interpretativos de la Ley, modificándola a su antojo o interpretándola de manera extensiva y restrictiva de derechos ­concitando para ello el concurso de todas las instituciones del Estado­ para alcanzar unos objetivos, que no son otros que los de homogeneizar la cultura, el pensamiento, etc. al patrón constitucionalista de la villa y corte.

Otros, en su alocada estrategia de continuar vulnerando DDHH básicos, comenzando por el derecho a la vida, beneficiando objetivamente a estrategias restrictivas de las libertades.

Frente a ello no podemos ni debemos resignarnos. Debemos responder de forma práctica a la pregunta: ¿Qué hacer?.

Muchos ciudadanos vascos, de toda condición, han sugerido que algunos nos han conducido a un callejón sin salida. Otros no hemos querido contaminarnos con todas aquellas actuaciones que deslegitiman nuestras justas y en ocasiones comunes causas, pero es evidente que todos en estas circunstancias salimos perdiendo.

En esta situación es preciso oír y ver las palabras y los hechos de tantas y tantas personas sensatas, de buena voluntad, demócratas y abertzales convencidos, de sentimiento, aunque no sea de militancia activísima (algunos sólo reconocen a estos últimos), que nos demandan a gritos unidad como la expresada en la portada de ´Egunero´ el 23 de febrero: «Mundu bat ´Egunkaria´ren alde», y entendemos que cuestiones como las siguientes deberían centrar nuestra reflexión y, ojalá, nuestra acción:

1. Unidad en torno a unos mínimos básicos: derecho a la vida, derecho de autodeterminación de los pueblos, libertades individuales, presunción de inocencia, defensa de nuestra identidad, etc.

2. Labrar la tierra para que se genere una cultura política distinta, asentada en la no descalificación entre nosotros mismos sobre la base del rechazo expreso de la violencia y de no abdicación de nuestros planteamientos por muy adversas situaciones que en el camino puedan producirse.

3. Manteniendo las alternativas partidarias, base de la expresión colectiva de ideas, pensamientos e ideologías, fortalecer un espacio común desde lo que nos une, la defensa de todos los derechos humanos para todos.

4. Caminar por el sendero sabiendo que unos hacen ochomiles, otros tresmiles, otros senderismo y otros paseos en la playa y que todos somos necesarios, pues la suma de esas voluntades nos aproxima, nos cohesiona, nos fortalece, practicando alguna de las modalidades o identificándonos, ad- mirándolas, otras.

5. Diseñar estrategias comunes, respetuosas con la acción política partidaria, pero actuando unitariamente y con convencimiento y lealtad a lo acordado.

El 25 de mayo nos jugábamos mucho. El bloque PP-PSOE hizo una apuesta en defensa de una estrategia común en la que aparentemente caminaban solos y separados (después de lo que estamos viendo y oyendo, cuál hubiera sido su estrategia si los resultados no fueran tan tozudos), pero por encima de la apariencia les define su concepto de bloque constitucional y a los demás nos corresponde desbrozar el camino que permita una única estrategia de acuerdo nacional vasco, no para el denominado choque de trenes, sino para defendernos y negociar en igualdad de condiciones.

Divididos, seguirán extirpando de forma antijurídica partes del cuerpo electoral, como ya hemos señalado, para deslegitimar mayorías naturales y no respetar opciones mayoritarias y obtener así réditos que de otra manera no podrían, ya lo intentaron el 13 de mayo de 2001 y lo han vuelto a intentar el 25 de mayo de 2003. No descansarán.

Pero no pretendemos detenernos, sin que por ello, como se puede apreciar, les restemos importancia, en los resultados del 25-M. Muy al contrario, estamos pensando en otoño, un otoño que en perspectiva histórica, a quienes vivimos el debate del Estatuto de Gernika, finalmente aprobado, y el del Estatuto denominado Nacional, nos ha de servir para avanzar, para lo cual es preciso y urgente no agredirse. El que agrede se obnubila y además se descalifica para percibir al verda- dero adversario.

Estamos convencidos de que cuando un ciudadano le pregunta al lehendakari sobre el derecho de los vascos a decidir (en las innumerables preguntas recibidas sobre el Plan para la Convivencia del Gobierno Vasco), y el lehendakari le contesta que efectivamente tenemos ese derecho pero respetando la voluntad, los ritmos, realidades y dinámicas políticas distintas de la Comunidad Autónoma, Nafarroa e Iparralde, estamos en el buen camino. El camino del respeto a la expresión de la voluntad libre y mayoritaria de todos los vascos.

Por ello, todos los ciudadanos vascos, tanto los que nos presentamos a las elecciones y sus representantes como los que han sido condenados a no presentarse, tenemos la obligación, cada uno con respecto a su gente, de abordar el escenario de discusión de otoño en condiciones que no deslegitimen ninguna causa y, lo que es más importante, emplazando a todas las personas, organizaciones e instituciones a sumar voluntades para el trabajo en común.

Fuente: Juan José Pujana