Begoña Errazti. Esta semana las mujeres de Euskal Herria hemos recogido el testigo de la Marcha Mundial de Mujeres que el pasado 8 de marzo comenzó en Brasil, una vuelta al planeta que finalizará el próximo 17 de octubre en Burkina Faso, coincidiendo con la celebración del día Internacional para la eliminación de la pobreza, precisamente en uno de los países más pobres del mundo, y donde las mujeres actualmente sufren importantes vulneraciones de derechos humanos. Un final cargado de simbolismo, de acuerdo con los objetivos de este movimiento.

Desde su comienzo en 1995 en Quebec, la Marcha Mundial de Mujeres ha permitido tejer una red a escala planetaria de movimientos sociales de mujeres, decididas a trabajar solidariamente para eliminar la pobreza y la violencia.

Esta iniciativa es un intento por unir esfuerzos, superando las fronteras físicas y geográficas y las diferencias culturales, aunque reconociendo, respetando y valorando positivamente su diversidad. Unirnos para reivindicar y ofrecer alternativas comunes a los dos ejes principales de la razón de ser de esta iniciativa conjunta: promover la igualdad entre hombres y mujeres, así como entre los distintos pueblos del planeta, y reivindicar y trabajar por un reparto equitativo de la riqueza.

Todo ello obedece a la necesidad de ejercer presión política sobre los gobiernos e instituciones para que remuevan los obstáculos y, mediante la sensibilización y la aprobación de normas, medidas y políticas concretas, propicien los cambios necesarios en sus respectivas sociedades para ir construyendo un mundo diferente, sobre la base de la necesaria justicia hacia la mujer.

Así, a lo largo del recorrido que está realizando esta Marcha Mundial, 6.000 organizaciones de mujeres, repartidas en 163 países, se manifestarán para constatar aquellas situaciones de discriminación y opresión que, desgraciadamente, padecen tantas mujeres, denunciar que la pobreza tiene prioritariamente nombre de mujer y reivindicar que otro mundo es posible, un mundo sin exclusiones, basado en la igualdad, la libertad y la solidaridad y en el que el respeto a los derechos tenga un carácter verdaderamente universal.

Es así que la Carta Mundial de las Mujeres para la Humanidad, testigo en esta marcha mundial cuyo contenido acordaron los movimientos de mujeres en diciembre de 2004 en Ruanda, recoge un reconocimiento expreso basado en los valores de igualdad, libertad, solidaridad, justicia y paz.

Porque nada justifica la discriminación. Porque toda persona debe poder gozar de sus libertades individuales y colectivas, garantía de respeto a su dignidad.

Porque todos los seres humanos somos interdependientes y compartimos nuestro compromiso mutuo, el deber y la voluntad de vivir juntos, en convivencia, y de construir una sociedad cada vez más justa e igualitaria. Porque todas las personas, independientemente de nuestro país de origen, nacionalidad, lugar de residencia, sexo, orientación sexual, creencias, situaciones u otras características, debemos ser considerados ciudadanos y ciudadanas con plena capacidad en el ejercicio de nuestros derechos.

Porque todos los seres humanos tenemos derecho a vivir en un mundo sin guerras y sin conflicto armado.

Esta Carta ha recorrido muchos kilómetros y ha visitado múltiples pueblos del mundo hasta llegar a Euskal Herria. Debemos aprovechar su paso por nuestro país para reflexionar y analizar la aplicación de los compromisos y propuestas para la igualdad de género, revisar nuestras estrategias y plantear nuevas ideas y aportaciones para este objetivo.

En este sentido desde Eusko Alkartasuna reivindicamos acciones positivas tendentes a corregir las situaciones de desventaja para la mujer. En el ámbito internacional exigimos la aplicación urgente de las medidas dirigidas a la cooperación y al desarrollo, pero sobre todo la búsqueda de la suficiencia financiera y adecuada de los programas de las Naciones Unidas para la defensa de los derechos fundamentales de mujeres y niños, como UNIFEM (programa para las mujeres), PNUD (programa para el desarrollo), UNICEF (programa para los niños).

La universalización de los derechos sociales, laborales, políticos y económicos es también una cuestión imprescindible para avanzar en la igualdad, y manifestamos la urgencia de la elaboración de una ley integral que aborde las actuaciones contra la violencia doméstica desde la perspectiva de los derechos elementales de las víctimas. Todos estos aspectos serán los que plantearemos en el debate que próximamente se va a abrir entorno a la Carta de los derechos de la mujer en Euskal Herria.

Empecemos por no admitir ninguna situación de discriminación, que supone un atentado contra la dignidad de la mujer, y entendamos que la desigualdad representa una agresión contra todo el conjunto de la sociedad, de la que la mujer es pilar fundamental, una de sus dos partes esenciales.

Aceptemos que el primer y más básico desarrollo democrático de los pueblos es la inclusión de todas las personas, por supuesto la mujer, en la toma de decisiones, su orientación, contenido y materialización. Un objetivo que, a día de hoy, parece aún lejano, incluso en sociedades avanzadas como la nuestra, en la que la mujer sigue estando ausente en buena medida de los ámbitos de poder empresarial y económico, y aun político, mayoritariamente controlados por los hombres.

La reivindicación de medidas para la conciliación de vida laboral y familiar, la denuncia de discriminaciones en el trabajo, el esfuerzo por la transmisión de valores de igualdad y una beligerancia activa en la denuncia de situaciones de desigualdad son actitudes hoy todavía imprescindibles en esta lucha por la dignidad. Aquí y en cualquier punto del planeta. Por eso esta marcha mundial, y por eso nuestro compromiso y reivindicación como partido de su naturaleza y objetivos.

Fuente: Begoña Errazti