Begoña Lasagabaster Olazabal, Diputada de Eusko Alkartasuna Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva y no había», «ahora lo sé pero antes no lo sabía». Estas son las palabras que el pasado 7 de febrero pronunciaba el ex presidente del Gobierno, señor Aznar. Resulta complicado entender la ligereza con la que realizó estas afirmaciones. No sé si Aznar ha olvidado que los ciudadanos tienen memoria, ha actuado pensando en la idea de que en política todo vale, y donde dije digo, digo Diego o ha pretendido mancillar la honorabilidad de la gran mayoría de los ciudadanos que estábamos en contra de la guerra de Irak.

Pero espero que esta vez nada de esto le sirva y por ello he creído oportuno extraer literalmente alguna de las perlas que sobre esta cuestión tan rotundamente llegó a afirmar el señor Aznar en el Congreso, en artículos o fueron recogidas en declaraciones y entrevistas. Podríamos escoger muchas, pero para ser breve me limitaré a dos citas.

La primera: «El Gobierno tiene información reservada que demuestra que Irak, con armas químicas y biológicas y conexiones con grupos terroristas, supone una amenaza para la paz y la seguridad mundial. Tenemos evidencias suficientes en ese sentido» o esta segunda: «Estoy diciendo la verdad, un régimen que tiene armas de destrucción masiva y conexiones terroristas es un riesgo para la paz y la seguridad del mundo».

Por descontado, no todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva. Los primeros en mostrar sus dudas fueron los inspectores de Unmovic, cuyo jefe, el señor Blix no pudo admitirlo al igual que tantos y tantos países que en la ONU se oponían a esta falsa verdad. Ni en el Estado español donde todo el resto de formaciones políticas, salvo el PP, lo expresaron con claridad en los debates parlamentarios que sobre esta cuestión se celebraron los días 5 de febrero, 5 de marzo y 18 de marzo del 2003. Así, esta portavoz manifestaba el 5 febrero de hace cuatro años que «los inspectores de Unmovic y de la OIEA, dirigidos por Hans Blix y El Baradei, aunque reconocen las dificultades de colaboración con Irak, admiten que no han detectado ninguna actividad prohibida y que no existen pruebas contundentes de armas químicas y biológicas», y de forma más rotunda el 18 de marzo esta diputada mostraba su rechazo a la contienda afirmando: «Si van a apoyar una guerra ilegal, háganlo en su nombre, no en nuestro nombre». De qué verdad hablaba pues el señor Aznar, de la suya única y exclusiva, como siempre, sin respeto ni a las pruebas, ni a la realidad, ni a la pluralidad expresada sin ambigüedad aquí y en el exterior. Aznar y su Gobierno, unilateralmente optaron por hacer caso omiso del clamor de una sociedad para apoyar el inicio de una tragedia humana cuyo final desconocemos.

Por ello, creo necesario reflexionar sobre el futuro de la guerra de Irak. Al margen de la autocrítica, que en mi opinión debiera realizar el PP, declarando públicamente su irresponsabilidad política en esta cuestión y las terribles consecuencias que de ella se han derivado, es de justicia que los demás actuemos y rápido para frenar este sinsentido. Imagino que les pasará lo mismo que a mí, les embargará día a día la frustración y desesperación por no saber qué hacer cuando semana tras semana el número de muertos y heridos aumenta. Distintos estudios cifran en más de 25.000 los civiles que han perdido la vida desde el inicio de la invasión, en marzo de 2003.

Creímos que el informe Baker-Hamilton produciría un claro giro en muchas posiciones. Igual esperanzas nos produjo en un primer momento la mayoría demócrata obtenida en el Congreso estadounidense. Pero hasta el momento no ha sido así. Me niego a pensar que no seamos entre todos capaces de parar esto y reconducir la situación. No podemos sentirnos ajenos a esta guerra sólo porque nosotros dijimos que NO.

Por último, una segunda reflexión que hace referencia a la tan rápida utilización de la violencia que hacen unos y otros, sea individual o colectiva, y de la ridiculización que éstos hacen de aquellos que transmitimos la importancia del empleo única y exclusivamente de la palabra, dialogo, vías diplomáticas, presión política o salidas pacíficas. Los que con tanta diligencia utilizan la violencia no son los más listos, acertados o valientes, son los más irreflexivos, impacientes y egocéntricos y por tanto quienes causan más daño a la sociedad. Porque al fin y a la postre, la violencia, según parece, es fácil iniciarla, como sabemos aquí. Esta despliega más violencia y al final nunca se sabe cómo poner punto y final.
Fuente: Begoña Lasagabaster