Fernando Velasco Ser abertzale, de izquierdas, defensor activo de todos los derechos humanos y de su aplicación a todos los seres humanos y comprometido, además, con un modo de hacer política basado en la ética y en la consideración de la ciudadanía como colectivo integrado por seres inteligentes, puede parecer anacrónico en los tiempos y lugares en que vivimos, pero es, al menos para los que militamos en Eusko Alkartasuna, más necesario hoy que nunca.

Espero que llegue el día en que el papel de organizaciones como la que presido en Araba puedan dedicarse a ser simplemente garantes de una sociedad justa, armónica, y verdaderamente democrática. Pero hoy es el día en que, desde ese punto de vista, desgraciadamente, nuestra presencia en la pugna democrática es, más que necesaria, imprescindible.

Seguimos siendo necesarios como referente abertzale. Y lo somos porque sigue siendo necesario asumir que las naciones no se construyen a la fuerza. Y si se quiere buscar el doble sentido a esta afirmación hágase, porque ésa es precisamente mi intención al hacerla. Y eliminado el uso de la fuerza, reconozcamos todos que sólo nos queda un camino, el del respeto a las decisiones soberanas. Y si damos un paso más, y nos colocamos en el lado de los que defendemos modelos de convivencia democráticos que hemos plasmado en instituciones que representan a los ciudadanos, reconozcamos el respeto que éstas se merecen en cuestiones que son de su incumbencia.

Decía el Señor Zapatero que si el Parlamento Vasco presentaba en Madrid una propuesta de nuevo estatuto igual que la catalana, veríamos cómo era igualmente tratada. Ya veremos cuál es el trato que finalmente recibe la propuesta catalana. Pero en todo caso, ignora el señor Zapatero que, desde una óptica institucional, ambas propuestas son iguales. Ambas cuentan con la mayoría que establecen sus respectivos parlamentos, y ambas representan por tanto la decisión soberana de los mismos.

Pero no es ese el debate que nos hace necesarios, ni siquiera el de si encaja o no en una constitución que día a día descubre sus taras de nacimiento, las que obligaron a hacer en su día un encaje de bolillos hoy totalmente innecesario, ¿o tal vez no tanto?

El café para todos no resolvió el problema, lo enmascaró. Porque el problema sigue siendo el mismo hoy que hace 25 años y que hace 70, 80,… ¡que sé ya cuantos años! El problema se sigue llamando, básicamente, cómo convertir en españoles convencidos a quienes somos españoles a la fuerza. Porque, no nos olvidemos, a nadie se le obliga a ser vasco, y en cambio, a muchos se nos obliga ser españoles.

Pero no sólo de patria vive el hombre. Ni el hombre ni la mujer, ni los niños, ni las niñas, ni los inmigrantes, ni ninguno de los habitantes del planeta. Y a menudo parece que dejamos de lado una presencia cada vez más necesaria, la de quienes apostamos por un mundo más justo, más al servicio de sus habitantes, y menos al de los intereses espurios de los grandes grupos económicos. Y lo triste es que, en casos como el de Álava, primen tan a menudo los intereses patrióticos sobre los de progreso y justicia social. Me viene a la mente un viejo y triste dicho que algunos parecen haber hecho suyo. Aquello de que “más vale una España roja que rota”. Aquí y ahora lo aplican a su modo, y les vale más una Araba rota que vasca, española que roja, del PP que plural.

Y es que respetar la inteligencia de nuestros conciudadanos pasa por no actuar de forma que luego haya que explicar lo inexplicable. Y eso pasa por respetar las promesas electorales, y no decir Diego donde dije digo porque en realidad quise decir … La voluntad del Parlamento catalán está clara, la del parlamento vasco también. Si no es de recibo incumplir la promesa hecha a la primera, no es entendible cuadrar el círculo para negar la segunda. Y sirva este respeto a la inteligencia de los ciudadanos y a sus voluntades para que cada cual explique como el aliado de aquí es el adversario de allí al que nada une, excepto, eso sí, la voluntad de mantener pese a quien pese, la unidad indisoluble de la patria. De la suya, claro está. Y explique ya de paso cómo en aras de estrategias que buscan preservar esa patriótica unidad con operaciones de desunión y debilitamiento de los lazos e instituciones vascas y alavesas es posible lesionar y hasta sacrificar los intereses y bienestar de los alaveses.

Desde Eusko Alkartasuna de Araba, buscamos día a día puntos de encuentro, estableciendo puentes, llevando a la práctica el respeto mutuo como base de cualquier proceso, haciendo del diálogo nuestro principal argumento y nuestro único método. A cambio pedimos, eso sí, respeto no ya a nuestras posiciones políticas, sino a la capacidad de conocer, entender y decidir de todos los ciudadanos, de todos los pueblos.
Fuente: Fernando Velasco