El 8 de marzo al despertarme me encontré un whatsap de un amigo que decía: “Zorionak”! No es mi cumpleaños, le contesté y me respondió: No, es por el 8 de marzo, el día de la mujer. ¡Ah! ¡Eso soy los 365 días del año!
Marzo es efectivamente el mes en el que más se habla de la mujer, de la falta de igualdad y de las lacras que ello produce en nuestra sociedad pero pasan los años y el progreso en esta materia es lento, muy lento.
Partiendo de la idea de que no puede hablarse de estado democrático mientras la mitad de la población viva en condiciones de inferioridad, aporto esta reflexión sobre la violencia de género.
Los micro machismos tan asumidos en nuestra sociedad, la relación de dominación y sumisión no lo suficientemente cuestionada son el caldo de cultivo que aprovechan los manipuladores para dominar a sus víctimas.
Cuando se habla de violencia de género se suele circunscribir al ámbito de la familia pero es algo que alcanza de lleno también, en primer lugar, a los hijos y, en segundo, al entorno familiar más cercano y a las amistades.
Por eso es un deber de todos y todas intervenir en estos casos lo antes posible, antes de que el maltrato se instale. Y es que las denuncias de maltrato suelen producirse después de 10 años de convivencia como promedio.
Pero ¿porqué se produce? Por la conjunción de dos factores, la aceptación de la dominación y posterior sumisión de la víctima por miedo a las reacciones del agresor, por la aceptación incluso inconsciente del patriarcado y en segundo lugar por la propia personalidad del manipulador que considera a las personas como objetos que usa a su antojo.
Si tu pareja, algún familiar o persona con la que convives o has convivido habitualmente te amenaza, te insulta, te culpabiliza de todo lo malo que ocurre en casa, te desautoriza en público, te desprecia por tu aspecto físico, te impide relacionarte con otras personas, impide o dificulta tu acceso al dinero, te empuja, golpea u obliga a mantener relaciones sexuales, etc., estás sufriendo malos tratos.

El único responsable del maltrato es quien lo ejerce. La víctima no tiene la culpa. Y otra idea que hay que tener en cuenta es que el maltratador no cambia; al contrario, el maltratador te cambia a ti. Por muchas muestras de arrepentimiento que exprese el maltratador y por muchos esfuerzos que hagas, él no cambiará.

La víctima sí puede dar pasos para poner fin a esa situación. Desde la toma de conciencia de que estás siendo maltratada, la decisión de pedir ayuda marcando el 112 y denunciar, hasta el todavía demasiado largo periplo judicial pasa tiempo y se requiere de ayuda y tesón para pasar por todo ello sin tirar la toalla a medio camino.

La Ley sobre el Maltrato aprobada en 2004 debiera revisarse en varios de sus aspectos al cabo de 12 años de aplicación, empezando por la guardia y custodia compartidas cuando el progenitor es un maltratador. En segundo lugar, la formación de los jueces que intervienen en casos de maltrato debiera ser obligatoria. Y hay mas aspectos que analizar por la necesidad de revisar pero sería demasiado largo hacerlo con exhaustividad.
Por todo ello, hay que hablar del empoderamiento de la mujer. Hay que aprender y saber gestionar los conflictos y la defensa de los derechos propios, el respeto en la pareja ha de ser algo incuestionable.