Begoña Errazti – Presidenta de Eusko Alkartasuna
Hay debates que ponen de manifiesto más claramente, si cabe, la separación existente entre la derecha y la izquierda; y un ejemplo evidente es el de la Ley de Parejas de Hecho aprobada por los Parlamentos de Iruñea y Gasteiz, y recurridas ante el constitucional bien directamente por el Gobierno central (como es el caso de la Ley aprobada en Gasteiz) o, como en el caso de Iruñea, por más de una cincuentena de diputados, entre los que se encuentran los electos de UPN-PP en Navarra.

Ya de por sí resulta muy cuestionable el compromiso con el autogobierno que demuestra el hecho de que sean los electos de UPN los que recurran las leyes que legítimamente aprueba su parlamento. Sin embargo, el objeto de este artículo es otro: desenmascarar las implicaciones subyacentes en la reivindicación de lo pretendidamente natural como aquello que debe guiar la acción de Gobierno.

El señor Del Burgo, así como diferentes responsables políticos de la derecha, ante la, para nosotros, buena noticia de la histórica sentencia que ha concedido la adopción de dos niñas gemelas a la compañera de su madre biológica, en cumplimiento de la Ley aprobada en el Parlamento Foral, argumentan que este hecho atenta en contra del hecho «natural» familiar en el que, según ellos, una criatura debe tener una figura paterno-maternal estándar. Es decir, de sus declaraciones se desprende que la situación es antinatural y, por lo tanto, que no es adecuada.

A lo largo de la historia, el concepto de naturaleza ha variado significativamente en su definición. Sería imprescindible mencionar, a este respecto, las teorías aristotélicas, estoicas y iusnaturalistas. Sin embargo, y huyendo de largas (e interesantes) disquisiciones filosóficas, esta última postura (la del iusnaturalismo) es la que nos va a aclarar qué ideología conlleva esta defensa de la «naturalidad» por la que aboga la derecha, también en Navarra.

El «iusnaturalismo» aboga por que sean las normas de lo natural las que rijan la sociedad y las que determinen la libertad del ser humano y de los ciudadanos. Partiendo de un concepto de lo natural ligado al extremismo religioso y a una postura tendenciosa de la biología, acusan a todas las acciones sociales que se salgan de estos parámetros de ser antinaturales y nocivas.

De este modo, se justifica el papel fundamentalmente reproductor de la sexualidad, la morbosidad de la homosexualidad, la función fundamentalmente «criadora» de la mujer, la justicia de la desigualdad social. Es decir, al parecer de los defensores hoy del «iusnaturalismo» aplicado, la derecha navarra y española, el ser humano y las personas tienen que asumir los papeles biológicos de la «naturalidad», siendo su abstracción una aberración intolerable.

Por eso tratan el aborto como una práctica antinatural, la homosexualidad como una enfermedad, la igualdad social como algo inviable, y la reivindicación de la igualdad de la mujer un hecho fruto de la modernidad y de la revolución sexual que, dada su antinaturalidad, produce en el hombre una «lógica» agresi- vidad, y por ello los índices tan altos de violencia de género.

Los movimientos feministas tuvieron que hacer frente en su día a concepciones «iusnaturalistas» (hoy todavía presentes) que en base a datos científicos relacionados con el menor peso de la masa cerebral de la mujer justificaban su incapacidad de dedicación a trabajos que requiriesen esfuerzos intelectuales. Sin embargo, las mismas investigaciones aseguraban la especial capacidad afectiva de las mujeres, en especial en la cría de niños y actividades del hogar. Es está concepción extremista y falsa de la naturaleza la que está en el fondo de la negación de los derechos (también de voto) a las mujeres durante tantos años. Y estamos hablando del siglo veinte; no de la Edad Media.

Parece mentira, pero hoy es el día que este pensamiento carca y totalitario todavía está presente en la sociedad y su exponente más evidente es la derecha navarra y española así como diferentes poderes con una línea ideológica similar. Su concepción de la sociedad parece extraída, en algunas ocasiones, de la visión de un documental del National Geographic acerca de los leones del Goron Goro.

Pero es verdad. El «iusnaturalismo» de la derecha antepone su concepto de la naturaleza al reconocimiento de la libertad de las personas y del derecho que les asiste para disfrutar de su sexualidad como lo crean conveniente, a poder planificar su vida de acuerdo a sus sueños y lograr la exigencia de los derechos de igualdad de toda persona por el simple hecho de serlo.

El progreso de la humanidad y los avances sociales tienen su botón de muestra en el grado de libertad del que puede disfrutar cada persona. Una vez que la evolución permitió a la especie humana desvincular su actividad vital de las necesidades alimenticias y reproductivas, se abrió un camino hacia la libertad donde el individuo ha de conseguir poder definir su trayectoria personal, y tener garantizados unos derechos y unos servicios por el simple hecho de ser persona; nazca donde nazca, tenga el sexo que tenga, y disponga de posibilidades económicas o no.

Por eso, tras las afirmaciones de dirigentes de la derecha, en las que vienen a decir que la Ley de Parejas de Hecho aprobada en el Parlamento de Navarra contraviene «lo natural», al permitir que parejas homosexuales tengan derechos plenos de adopción, subyace una preocupante concepción humana, así como un no reconocimiento de las libertades que los partidos de izquierda nos preocupamos en defender.

La familia es un ente por el que las personas unen sus proyectos de vida fruto del amor. El matrimonio, así como la constitución de una pareja de hecho es un acto de amor y, en una sociedad libre y sin censuras, como es a la que aspiramos los hombres y mujeres de EA, todas las familias y actos de amor deben tener los mismos derechos. No basta, como hacen algunos, decir que la homosexualidad es un hecho que hay que respetar. El auténtico respeto implica el reconocimiento público de la legitimidad de su opción, su derecho a expresarlo públicamente y su derecho a ejercitar los derechos, valga la redundancia, que asisten a cualquier persona, en un absoluto régimen de igualdad.

Además, está pedagógicamente demostrado que en el caso de los niños, más importante que la condición sexual o de género de los padres o tutores de la criatura es el clima de concordia, amor, cariño y respeto que existe en el seno familiar. Eso es lo verdaderamente importante. El quehacer de las administra- ciones públicas es garantizar el bienestar de la ciudadanía, no juzgar sus opciones sexuales.

Por eso, lo natural será aquello que nosotros decidamos que sea. Y para nosotros, pasa por el derecho y el respeto a las opciones que libremente elijan las personas. -
Fuente: Begoña Errazti