Joseba Azkarraga – Consejero de Justicia, Empleo y Seguridad Social

Son 26.000 habitantes y ocupan sesenta de las seis mil islas de su territorio autónomo en el medio del mar Báltico: Äland, un archipiélago dependiente de Finlandia en el que se habla sueco y que goza de una autonomía que les permite disponer de bandera propia, gobierno, parlamento, fiscalidad, sellos y correo postal. Tiene presencia en el Consejo Nórdico, registra uno de los más elevados niveles de renta de Escandinavia y, algo no menos importante: utiliza el euro y su país está desmilitarizado ya que se impide el asentamiento de ejércitos o el fondeo de buques armados.

Äland constituye para nosotros todo un ejemplo de lo que una pequeña tierra y sus gentes pueden llegar a ser si se les respeta su cultura, su capacidad de gestión autónoma y el derecho a decidir su futuro. Gracias a su autonomía y el respeto del Estado finlandés hacia ellos, Äland posee el derecho a aplicar sus propias leyes constitucionales en asuntos internos así como a disponer libremente de su presupuesto regional aprobado por el Lagting, o Parlamento älandes. La propia Sociedad de Naciones pidió, en 1921, a Finlandia un compromiso que garantizara la perdurabilidad de la lengua sueca, cultura y costumbres de la población älandesa estableciéndose un acuerdo que impidiera la militarización de la zona.

Pero existen algunos aspectos especialmente destacables de esa autonomía báltica: en el caso de que Finlandia tome parte en un convenio internacional que afecte a alguna de las competencias älandesas será necesario que el Lagting ratifique dicho acuerdo para que entre en vigor en Äland. Incluso cuando Finlandia pasó a formar parte de la Unión Europea en 1995, necesitó el visto bueno de ese pequeño país para que también Äland entrara en la Comunidad. También disponen de enseña y sellos postales propios en los que no aparece la palabra «Finlandia» por parte alguna y nadie se rasga el vestido. El hecho de ejercer ese derecho de emisión postal les ha costado a los älandeses casi 20 años de tramitaciones burocráticas y legales. Pero, finalmente, lo han conseguido.

Esto sucede en la moderna Europa, en el seno de la Unión Europea, y no pasa nada: no se estremecen Helsinki ni sus voces más conservadoras claman al cielo pidiendo la reducción y eliminación de la autonomía del archipiélago o la ilegalización de sus partidos independentistas. Por el momento ese proceso autonómico se encuentra en el estado comentado pero siempre abierto a lo que puedan decidir los habitantes de esa autonomía ubicada en el punto más estratégico del Mar Báltico.

¿Podríamos imaginarnos algo parecido en el régimen de Aznar? ¿Cabría en el proyecto totalizador del Partido Popular un ejercicio democrático similar? ¡Qué efímera ilusión! Desde el Gobierno del Estado español se empeñan en convencer a la ciudadanía de que en la moderna Unión Europea es imposible la presencia de un pueblo, un país o una región autónoma. Aseguran que pensar diferente a lo establecido en su pensamiento único constituye una evidencia de antipatriotismo digno de castigo y prohibición. Algo parecido sucedía en las ciudades estado, en los cerrados reinos medievales o en las modernas dictaduras pero, es cuestión de tiempo y de práctica democrática, eso es algo que afortunadamente cambia siempre que exista un pueblo que anhele su libertad.

Mientras tanto, en el Estado español huyen los científicos e investigadores ante la ausencia de recursos, al tiempo que el 34% de los gastos públicos estatales en I+D se destinará el año próximo a fabricar armamento. En su afán desmedido de réplica inmediata y exacta a todo lo emprendido por Washington, Aznar se empeña en defender la inmunidad internacional de los soldados norteamericanos ante cualquier salvajada o tropelía que puedan cometer. Igual que pronuncia con desparpajo «Putin hizo lo que tenía que hacer», en una frase que delata su inclinación por la vía diplomática para resolver los problemas. Una inclinación ya demostrada en su proyecto de implantación de un pensamiento único desarrollado a través de cualquiera de los poderes del estado. Cualquier reclamación autonómica es cercenada de inmediato. Y a quien ose sugerir algo distinto a lo establecido se le difamará públicamente mezclándole con cualquier contubernio terrorista internacional. Esa es la visión del PP sobre la libertad y la democracia en los pueblos.

En Äland no hay gastos militares. Existe una tasa de paro técnico de un 1,9% y el 34% de su presupuesto 2003 es para gastos sociales y de sanidad y el 21% para educación y cultura. Incluso en Finlandia ­que sí dispone de un minúsculo Ejército­ el principal gasto público está dirigido a los servicios sociales ya que, de una población de cinco millones de habitantes, casi una décima parte son profesionales de la atención a mayores, mujeres y niños, sanidad o similares.

El ejemplo de Äland debe servir para muchos. Lógicamente, el modelo no es aplicable en su literalidad a otras zonas de la Unión, pero sí debe hacernos ver que hay soluciones cuando se desea poner fin a una violencia criminal y se practica un diálogo sincero. El modelo de Äland y Finlandia es un ejemplo de bienestar y democracia, es el ejemplo del respeto hacia la voluntad de un pueblo.
Fuente: Joseba Azkarraga