JUANJO MARTÍNEZ LEUNDA

En una sociedad atravesada por múltiples contradicciones, algunas tan viejas como las de las civilizaciones que nos preceden, en términos de sistema democrático, y otras derivadas de la mundialización-globalización, de la economía, las finanzas, las relaciones humanas, el mercado, etc., mucha gente se pregunta si se puede gobernar sin renunciar a los sueños, si las frías garras de la ideología de derechas no nos impedirán recuperar y asumir los desafíos del futuro, si el estado de bienestar, su mantenimiento y modificaciones son un reto o no para quien afirme que la globalización no es una alternativa, sino una realidad, y que otra globalización es posible.

Todos los que afirmamos que otra globalización es posible, que otro mundo es posible, que no se asegura la paz con la guerra, sino con el desarrollo de las personas y los pueblos, lo que estamos diciendo es que el crecimiento económico, la utilización de recursos naturales, el capital humano y el capital social son elementos imprescindibles para el desarrollo de los valores asentados en la última mitad del siglo XX, los valores recogidos en los numerosos convenios y tratados internacionales que permiten que la humanidad se asiente en principios y valores como la paz, la democracia, los derechos individuales y colectivos de las personas y los pueblos, la solidaridad, etc.

A comienzos del siglo XXI, pues, defender la sociedad del bienestar, defender la justicia, defender el crecimiento o la sostenibilidad son elementos básicos para quien pretenda instaurar un proyecto que combine el crecimiento económico con la redistribución de la renta, que profundice en la democracia y reafirme la soberanía de los pueblos. Un proyecto socialdemócrata y soberanista.

Si la retórica del libre comercio contradice las prácticas proteccionistas de los países ricos, es imprescindible que el proteccionismo manifiesto y encubierto que margina a los países pobres sea suprimido de inmediato. El acuerdo recientemente adoptado por las autoridades y el Gobierno de Chile con la Unión Europea que permite que todas las importaciones estén libres de aranceles es un ejemplo de lo dicho.

Un sistema de pensiones que obligue a un joven a pagar sin esperanza de que un día se le devuelva su aportación, en la modalidad de pensión de jubilación, no promueve la justicia social, por lo que cualquier medida que se adopte en la defensa de la sociedad del bienestar deberá tener una perspectiva intergeneracional.

Tampoco defendemos la sociedad del bienestar si no realizamos los esfuerzos necesarios para garantizar las adecuadas prestaciones sociales para quienes ni tan siquiera tienen posibilidades de incorporarse, en las debidas condiciones, al mercado laboral, y, en todo caso, garantizar un sistema de protección social fuerte y estable.

Que la actual Unión Europea, además de discutir en su nuevo tratado el modelo político e institucional de la Unión, no aborde en su consejo económico y social y en su consejo de medio ambiente las anteriores cuestiones, significará que está posponiendo la defensa del estado del bienestar, la defensa de los servicios básicos que reciben los ciudadanos, educación, cultura, vivienda, etc., para otro momento, y eso más tarde o más temprano terminará por pasar factura a la causa del progreso, lo que, unido al populismo y la doctrina de la seguridad nacional, campante en buena parte de los países de la Unión Europea, además de en Estados Unidos, puede llevarse por delante años de conquistas sociales y libertades.

En el contexto anterior, un país pequeño como el nuestro, Euskadi, tiene que hacer esfuerzos por formar parte de las instituciones europeas y globales, para contribuir a un desarrollo equilibrado, en cooperación con otros pueblos, países y regiones, y tratando de desarrollar la cultura del diálogo y de la paz, afirmando que desde la multilateralidad otro mundo es posible.

Por lo anterior, defender la sociedad del bienestar, la justicia social, el crecimiento, el desarrollo sostenible, la igualdad de hombres y mujeres y la participación democrática en los asuntos que nos afectan forma parte, de manera radicalmente indisociable, de los rasgos definitorios del progresismo, de la socialdemocracia. Y en ello nos debemos reafirmar quienes defendemos, también en Euskadi, un proyecto nacional y socialdemócrata.

Fuente: Juanjo Martinez Leunda