El martes saltó la noticia: la mayoría independentista del Parlamento de Catalunya dio un paso más en su camino para construir la República catalana independiente. La iniciativa causó sorpresa a pesar de que es uno de los pasos explicitados en la hoja de ruta hacia la independencia. La sorpresa viene de la expectación y la incertidumbre que produce un proceso inédito, así como cierta desconfianza sobre la determinación de llegar hasta el final de ciertos actores, el president Mas sobre todo. Seguramente medíamos a Mas por la medida del PNV, que en 2005, con una mayoría parlamentaria equivalente –si no más amplia- a la que tienen ahora los independentistas catalanes, decidió guardar el llamado “Plan Ibarretxe” en el cajón tras el anunciado portazo del Congreso español.

Sin embargo, el martes tuvimos la confirmación de que el proceso va en serio y también la sensación de que, por encima de todos los obstáculos que tenga que superar, va a continuar.

La creciente certeza de ello, ha hecho saltar todas las alarmas en el Estado, produciendo el milagro de que los dos grandes partidos del bipartidismo y uno de los que intenta hacer saltar ese sistema por los aires, PP, PSOE y Ciudadanos, se pongan de acuerdo a menos de dos meses de las elecciones, dando muestras de unidad y confirmando que comparten modelo de Estado en el que ni Catalunya ni Euskal Herria caben.

El comportamiento del Gobierno español de Mariano Rajoy respecto al proceso catalán ha sido el mismo que en todo lo demás, confiar en que el problema se diluyese en el tiempo, y para cuando ha querido actuar se ha encontrado en una situación sin salida.

Es evidente, que no va a negociar con los representantes institucionales de Catalunya antes del 20 D y que ninguna de las iniciativas que baraja tienen buena “venta” a nivel internacional. ¿Cómo se va a entender en la Europa que actuó con completa normalidad ante el proceso escocés una revocación de la autonomía o llevar ante la justicia a quienes lideran un proceso estrictamente democrático?

El Estado nos quiere presos del debate absurdo entre derecho a decidir y legalidad constitucional. No hay democracia sin legalidad, nos dicen. ¿Pero qué legalidad es la que carece de legitimidad social?

En este contexto, el viernes se cumplieron 20 años del referéndum sobre la independencia de Québec. Del segundo de ellos, en realidad, ya que el primero fue en 1980. Si la ciudadanía de Québec hubiera votado que sí, hoy serían independientes, igual que Escocia estaría en proceso de recuperar la independencia si los y las escocesas hubieran dicho que ese era su deseo.

Y eso es lo que va a pasar en Catalunya, que va a ser lo que la ciudadanía desee, aplicando el principio democrático que se formuló en Québec, que no es otra cosa que la democracia pura y dura.

Estos días de efervescencia política en Catalunya una ex política metida a tertuliana preguntaba textualmente “¿dónde están los vascos?” en este momento crucial de la historia catalana. La pregunta está mal formulada, seguramente lo que se pregunta es dónde está el PNV. Los y las independentistas estamos con Catalunya, estamos con los catalanes y catalanas que estos últimos años luchan democráticamente por lo que anhelan, hemos estado en la Diada, en la campaña electoral, en el día de las elecciones, como hemos acompañado todo el camino de este proceso soberanista.

La actuación del PNV sin embargo es la definición de “perfil bajo” en un tema que no le interesa. No le interesa meterse en “aventuras” independentistas que le distraigan de lo que siempre ha sido su prioridad: la gestión institucional pura y dura. Y eso le lleva a cometer errores de bulto como las declaraciones de Urkullu hablando de consultas en “cajas de zapatos”, demostrando su obediencia a las leyes españolas por encima de la legitimidad social o el no hacer ascos a gobernar con nada más y nada menos que Partido Popular y Ciudadans, mientras, ¡eso si!, dice defender el Concierto vasco y el cupo en en Parlamento vasco.
Y esa falta de interés de la dirección del PNV en el proceso soberanista es algo que tenemos que superar en Euskal Herria, porque en Catalunya nos han “adelantado” en el camino hacia la independencia, pero el camino se lo mostramos desde aquí: la acumulación de fuerzas. No hay otra vía para hacer frente al Estado y desarrollar el anhelo mayoritario de la ciudadanía.