Los resultados del informe Pisa nos han cogido por sorpresa, sobre todo por los resultados de los centros escolares de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba. Nuestros hijos e hijas escolarizados en la CAV han bajado sus calificaciones en tres ámbitos (competencia científica, matemáticas y comprensión lectora), mientras que el alumnado de Nafarroa se mantiene en la parte de arriba de la tabla. ¿Nadie esperaba estos resultados? Si sirven para salir de la situación de autocomplacencia en la que vivimos, al menos habremos sacado algo bueno.
A menudo, cuando comparamos nuestros servicios del Estado de Bienestar lo hacemos con quienes están peor que nosotros (la mayoría de las zonas del Estado), nunca con quienes tienen servicios de mayor calidad (el norte de Europa). Pero además parece que nos hemos instalado en la seguridad de que los servicios de la CAV son muy superiores a los del Estado, algo que sabemos que fue verdad en otras épocas, pero hace tiempo que esta aseveración se aleja de la realidad.
Es cierto que el sistema educativo que tenemos en Gipuzkoa, Bizkaia y Araba ha sido puntero durante muchos años, pero parece claro que los recortes y la falta de inversión han pasado factura. Además, en las últimas valoraciones realizadas por el Gobierno vasco hay ciertos indicadores que se deben tener en cuenta y que encendieron las luces rojas. Así que, seguro que este informe ha cogido por sorpresa a los responsables del Departamento de Educación?
Los datos del informe PISA son malos no solo por los malos resultados de nuestro alumnado en ciertas competencias, sino por haber constituido una sorpresa para el Departamento de Educación. ¿La consejera Uriarte vive en el oasis que Urkullu trata de vendernos a diario? Debemos analizar a fondo el análisis e identificar las razones que nos han llevado a esta situación.
Es evidente que no es nuestra intención dar la solución al problema en estas pocas líneas. Pero sí decimos que consideramos que hay una premisa sin la cual no será posible dar la vuelta a la situación y es el consenso político, sindical y social respecto a un tema tan importante para la sociedad como la educación.
Cuando hablamos del ejemplo finlandés solemos fijarnos en datos como si hacen deberes, qué materias priman, cuantos alumnos hay en cada clase,… sin embargo obviamos que ese modelo tiene su base en un consenso al margen de partidismos. El sistema educativo de Finlandia no cambia con los relevos en los gobiernos de Helsinki: es un modelo de consenso, duradero y a salvo de negociaciones políticas.
Y eso es lo que nos falta aquí. Es imprescindible que encontremos la forma para conseguir acuerdos plurales, a la vez que quitarnos el corsé que supone el Gobierno de Madrid y sus imposiciones recortadoras para superar la situación diagnosticada por PISA.
Cuando el informe PISA nos dice que nuestros jóvenes tienen una comprensión muy mediocre sobre lo que leen y un nivel bajo en matemáticas, nos encuentra inmersos en las discusiones en las que llevamos años: modelos lingüísticos, cuántas horas tienen que dedicarse a educación física o a ciencias, concertación o quién tiene que hacer la comida en cada centro.
No es que esos temas no precisen reflexión y acuerdo, pero el debate con mayúsculas es el sistema educativo. Debemos concretar el sistema educativo que queremos, desarrollarlo y trabajar un consenso que lo deje al margen de debates políticos y cambios de gobierno. La educación y el euskara necesitan acuerdos amplios y a largo plazo: acuerdos de país. La alternativa es muy cara: construir una sociedad de mediocres.