Todo el mundo tiene sus héroes. Son personas aparentemente corrientes que desarrollan un potencial extraordinario y Eusko Alkartasuna, al igual que la sociedad vasca, también tiene los suyos. El 6 de diciembre del 2015 se cumplió un siglo del nacimiento de uno de los hé- roes que ha tenido Euskal Herria. Un hombre que, además participó activamente en la creación de Eusko Alkartasuna: Joseba Elosegi, aquel que en septiembre de 1970 se lanzó envuelto en llamas delante del dictador Francisco Franco en el Frontón Atano III de Donostia, bajo el grito “Gora Euskadi Askatuta!”.

Elosegi, nacido en 1915 en Donostia fue gudari, capitán del Batallón Saseta en la Guerra del 36, y testigo directo del bombardeo de Gernika, fuego que quiso llevar ante los ojos del dictador: “No pretendí matar a Franco. Hombre ya caduco, cuyos partidarios lo sostenían a la fuerza de pie, para mantener el mito. Era mera figura decorativa”, reconoce Elosegi en sus memorias, recopiladas bajo el título Quiero morir por algo. Elosegi era consciente del que podía ser su fatal sino, la muerte, y aunque no la deseaba era consciente de que su acción podía provocarla. Tampoco era su objetivo atentar contra Franco, sino devolverle aquello que era suyo: “Yo quería que Franco sintiera aquel fuego que provocó en Gernika para destruir la villa santa de los vascos. Aquel fuego que juraba había sido encendido por nosotros los gudaris para desacreditarnos ante el mundo. Y yo quería llevarle aquel fuego, porque era suyo…”.

Elosegi, con bella prosa, lleva a cabo una elocuente comparación entre las llamas que arrasaron Gernika y las que destruyeron Donostia en 1813. Al igual que en Donostia, en Gernika, los culpables acusaban del incendio a los inocentes. “No fuimos nosotros, han sido ellos”. El gudari responde con rotundidad ante tal falacia: “No fuimos nosotros, fue Franco”. “Se reconstruyó Donostia y se recontruyó Gernika. Parece que no pasó nada. El tiempo ayuda a olvidar, porque los que viven las tragedias de este mundo se van siempre. Sus hijos mantienen un confuso recuerdo y los hechos pasados pierden dramatismo y trascendencia. Perdón, si yo pretendí reanimar la llama que destruyó Gernika, porque ésta representa para los vascos algo más que una aglomeración de piedras. Su destrucción significó persecución y opresión. Y el hombre que personalizaba todo eso estaba allí, ante mi vista…”, dejó escrito el gudari. Tras su salto a lo bonzo, Elosegi pasó 17 días en coma y estuvo encarcelado hasta 1975.

Siempre comprometido No fue su primera vez en la cárcel, ya que, capturado en Cantabria, el capitán del Batallón Saseta, formado mayoritariamente por guipuzcoanos, fue juzgado y condenado a muerte, sentencia que no se ejecutó. Elosegi fue canjeado en acuerdo entre ejércitos contendientes y continuó combatiendo en Catalunya. Al final, con la derrota del Ejército republicano, volvió a Francia en 1939 y se puso a las órdenes del lehendakari Agirre y del Gobierno Vasco en el exilio. Elosegi también colaboró, durante la II Guerra Mundial y la ocupación alemana en Francia, en la evacuación de personas de la contienda.

En la memoria colectiva de la sociedad donostiarra y vasca existen dos anécdotas, dos vivencias, arraigadas en torno a la figura del viejo gudari, ambas relacionadas con una ikurriña, enseña de la que manifestaba devoción. “Soy vasco y mi bandera es esa”, afirmaba.

La primera tuvo lugar el 18 de julio de 1946 en su ciudad natal, coincidiendo con el aniversario de la primera década del alzamiento militar de Franco. Elosegi, con dos compañeros, accedieron al Buen Pastor y subieron hasta el campanario, donde escalaron el pararrayos e izaron una ikurriña de aquella barra de metal. Al bajar, tuvieron la mala fortuna de ser avistados por un viandante que dio un aviso creyendo haber visto ladrones. Como consecuencia, Elosegi fue detenido.

Tuvo más suerte en 1980. El gudari, a los 69 años de edad, ejercía de senador en la cámara alta de Madrid. En aquella época, el Museo del Ejército exponía una ikurriña de una columna de un batallón de gudaris de la Guerra como “bandera robada al enemigo”. Elosegi decidió hacer justicia. “Ya era hora de devolver la ikurriña a Euskadi y de terminar con el absurdo de que una bandera constitucional pueda hoy ser exhibida como trofeo arrebatado al enemigo. ¿Quién es el enemigo en este caso? ¿La Constitución, la democracia? La ikurriña no es ni ha sido nunca enemiga de la democracia española”, sentencia rotundo Elosegi. Su aforamiento impidió que nuevamente visitase la cárcel.

En 1986, siguiendo al lehendakari Carlos Garaikoetxea, fue parte del surgimiento de Eusko Alkartasuna, partido en el que militó activamente hasta su fallecimiento en 1990. Nunca dejó que el fuego de su corazón perdiese su garra.