Conferencia del Consejero de Justicia, Empleo y Seguridad Social del Gobierno Vasco, Joseba Azkarraga, en Buenos Aires, República Argentina
Por encima de guerras, de represiones, de dictaduras y de divisiones territoriales, como las que hoy día dividen nuestro pueblo en tres organizaciones jurídico-políticas que tienen su encaje en dos estados diferentes: el francés, donde se ubica el País Vasco Norte, o Iparralde; y el español, que engloba a la Comunidad Autónoma de Euskadi –cuyo gobierno represento- y Navarra, con entidad jurídica propia.

Euskal Herria, el Pueblo Vasco, es un pueblo de poco más de tres millones de habitantes que se sitúa a los dos lados de los Pirineos y sigue existiendo por nuestra lucha de hoy; por la que llevaron a cabo nuestros padres y abuelos ayer; y seguirá en pie, cuando nosotros no estemos, por la de nuestros hijos y nietos de mañana.

Jorge Luis Borges en su recordada ‘Argentina libre’ afirmaba que “las dictaduras fomentan la opresión; fomentan el servilismo; fomentan la crueldad; pero lo más abominable es que fomenten la idiotez”. En el caso de la inmensa mayoría de la sociedad vasca las dictaduras no han fomentado ni la opresión, ni el servilismo, ni la crueldad, ni la idiotez. No somos una sociedad narcotizada o idiotizada. Ni mucho menos. Somos una sociedad a la que las dictaduras, de todo tipo, le han hecho ser y estar cada vez más viva y más despierta.

Un pueblo solidario y moderno

El Pueblo Vasco es un pueblo solidario y moderno. El crecimiento de la economía vasca durante los últimos años se ha traducido en un incremento de la renta por habitante, hasta situarse en parámetros equiparables a la renta media europea. La Comunidad Autónoma del País Vasco tiene una renta per cápita de 28.120 dólares, 4.570 más que el conjunto del Estado español.

El PIB (Producto Interior Bruto-Gross Domestic Product) del País Vasco se sitúa en 53,113 millones de dólares. Con unas exportaciones por valor de 36,010 millones de dólares y unas importaciones de 36,980 millones de dólares. En 2003, sólo seis países europeos tenían un PIB per cápita superior al del País Vasco.

El Gasto en I+D es del 1,5% del PIB y el español es del1.03% (datos de 2002). En los últimos 21 años, el gasto en I+D en el País Vasco se ha multiplicado por 22 y en el Estado español por 3.

Además, el grado de convergencia con Europa es del 105%, muy superior al del Estado español.

El excelente comportamiento de la economía vasca durante los últimos años ha tenido su reflejo en la importante reducción de la tasa de paro registrada, que según los datos del tercer trimestre de 2004 se sitúa en el 7,6%, casi cuatro puntos por debajo de la media del Estado español y punto y medio por debajo de la de los países de la Zona Euro.

Creamos trabajo y en los últimos años la tasa de empleo se ha incrementado más de ocho puntos, hasta situarse en el 65%, tres puntos por encima de la media española, unos datos parecidos a los de la Eurozona.

La CAPV constituye la concentración industrial más importante de todo el Estado español, siendo líder en numerosos sectores punteros de la producción industrial. Las empresas vascas han respondido al reto de la globalización con su progresiva internacionalización y una creciente actividad exportadora.

El modelo sanitario vasco ofrece a la sociedad un servicio integral, universal, solidario y de calidad, con un gasto per cápita de 1.125 dólares. Además, tiene ratios de ingresos hospitalarios o de intervenciones quirúrgicas muy superiores a la media española y comparables a los de los países europeos más avanzados.

El sistema educativo vasco, caracterizado por su universalización y su calidad, está consiguiendo avanzar ya no en el bilingüismo, euskara y español, sino que ya empieza a tomar cuerpo el trilingüismo, con la presencia del inglés en los centros escolares. El esfuerzo presupuestario realizado por el Gobierno vasco en los últimos años en la universalización de la enseñanza obligatoria entre los 3 y los 16 años, y en la dotación de los medios humanos y materiales necesarios para ello queda patente en importantes estudios y estadísticas.

El gasto en Protección Social, que incluye el desembolso en Sanidad, políticas para la familia y la tercera edad, gasto en vivienda social, acciones de lucha contra el paro y la exclusión social, poco a poco van alcanzado en la CAPV los parámetros europeos, después de haber superado hace muchos años la media española.

El País Vasco es la única comunidad autónoma del Estado español en la que está garantizada por Ley una Renta Básica, o salario social, para todos aquellos ciudadanos y ciudadanas sin otros recursos económicos. Una cuantía que va aumentando paulatinamente con los años y que en estos momentos supone el 81% del salario mínimo. También las personas mayores de 65 años perceptoras de pensiones de viudedad, o pensiones no contributivas por jubilación o invalidez tienen derecho a ver complementados sus ingresos mínimos de la Seguridad Social hasta alcanzar la cuantía de la Renta Básica.

Nuestra apuesta por el futuro y por las nuevas tecnologías no sólo llega a las empresas, sino que también entra decididamente en los hogares vascos. La mitad de ellos tiene un ordenador y más de un tercio de las viviendas vascas (35,3%) está conectada a Internet. Asimismo, el 84% cuenta con teléfono móvil.

Como he dicho antes, somos un pueblo amante y guardián de su cultura y de su idioma, que seguimos recuperando a pesar de la dura competencia del español y del inglés, pero también un pueblo abierto, moderno y solidario.

Problema de violencia.

Pero nuestro pueblo, ese pueblo llamado Euskal Herria (el pueblo de los vascos, literalmente), es también un pueblo que padece un problema de violencia que dura ya demasiados años y que ha provocado centenares de muertos y que sigue provocando mucho, mucho sufrimiento. Un problema que constituye un terrible lastre.

Pese a visiones torticeras e interesadas, la realidad incuestionable es que la inmensa mayoría de la sociedad vasca renegamos de la violencia y repudiamos a ETA, la organización armada que surgió como respuesta a la dictadura franquista y que hoy es un anacronismo que conculca los más elementales derechos, incluido el de la vida, y desprecia la voluntad de paz del pueblo por el que, paradójicamente, dice luchar.

Como repudiamos también cualquier otra forma de violencia o terrorismo, como la que hace dos décadas sembró de muerte nuestro país bajo siglas como el GAL y al amparo de los aparatos del Estado regidos entonces por el PSOE. Y lo hacemos porque estamos convencidos de que ningún objetivo político, por muy importante que éste sea, merece el derramamiento de una sola gota de sangre.

La violencia es el gran problema y alcanzar la paz y la normalización política de Euskal Herria supone el gran reto para todos, empezando por el Gobierno vasco y siguiendo por los agentes sociales, políticos, sindicales, empresariales de nuestro país… Nadie necesita la paz más que nosotros y por tanto nadie lucha por la paz más que nosotros.

No estamos dispuestos a permitir que nadie suplante la voluntad ciudadana. Porque lo que está muy claro, o al menos lo está para mi partido y para mí, es que no es ETA, sino la decisión libremente adoptada de todos y cada uno de los que hoy vivimos en Euskal Herria la que determinará lo que vayamos a ser en el futuro.

Ahora bien, con la misma rotundidad, consideramos necesario apostar por un final dialogado al denominado conflicto vasco que evite cerrar en falso lo que, sin ningún género de dudas, constituye un problema irresuelto de raíces políticas innegables.

Para acabar con la violencia hay que ir a las causas que la originan; mirar sólo las consecuencias, por muy dolorosas que éstas sean, puede resultar, de hecho resulta, una dinámica estéril. Sé que esto que digo puede ser políticamente incorrecto, pero entiendo que es el único camino para la paz. Y quizás la coyuntura internacional del momento presente sea la mejor prueba de lo que digo.

Incumplimiento del Estatuto de Gernika

Hace 25 años, la Comunidad Autónoma de Euskadi, como digo, una de las tres partes de Euskal Herria, aprobó el Estatuto de Autonomía de Gernika, en unas condiciones históricas muy determinadas, después de cuarenta años de dictadura franquista y en medio de los ecos del ruido de los sables golpistas.

Aquel Estatuto, que ha regido desde entonces las relaciones entre Euskadi y el Estado español, era para nosotros insuficiente en términos democráticos de restitución de los derechos históricos que corresponden al País Vasco.

Sin embargo, la responsabilidad histórica y el pragmatismo político nos empujaron a aceptar aquel marco jurídico político.

Un marco jurídico político que ha servido para ir trabajando por la senda del autogobierno y para construir los edificios de materias tan sensibles y tan vitales para un pueblo como son la Economía, la Educación, la Cultura, la Lengua o la Sanidad que, de otra forma, no hubieran salido de la postración en la que las había sumido el oscuro régimen del dictador Franco.

Pero hoy, su flagrante incumplimiento por parte de los sucesivos gobiernos españoles -tanto los de José María Aznar como los presididos por Felipe González, y Rodríguez Zapatero parece que va por la misma senda- unido a la creciente demanda de profundización en el autogobierno por parte de la mayoría de la sociedad vasca hace que el Estatuto de Autonomía no satisfaga ya a la mayoría de los vascos y vascas.

Hoy, como expresaba antes, hay que decir muy claro que no partimos de cero; que lo hecho durante estos cinco lustros está ahí; que esos edificios que hemos levantado y que nos sitúan a niveles europeos son muy importantes.

Pero hoy también tenemos que expresar, con igual claridad, que la realidad es que en estos momentos el Estatuto, devaluado y empobrecido por los reiterados incumplimientos, levanta ya pocas adhesiones y que los que más lo ensalzan, el PP de Aznar y Rajoy y el PSOE de Rodríguez Zapatero, son los que más han contribuido a desvirtuarlo. Es más, algunos de estos ahora adalides estatutarios ni siquiera confiaron en él hace 25 años.

Se podrá discutir sobre responsabilidades y causas, pero el Estatuto de Autonomía de Gernika no es ya para la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas vascas el marco jurídico político de la Euskal Herria del siglo XXI.

Nueva fase histórica.

El Pueblo Vasco se encuentra en una fase histórica, en lo que algunos hemos denominado Segunda Transición; y, por qué no reconocerlo, en una encrucijada política. Y aquí, en este contexto, es donde se encuadra la Propuesta de Nuevo Estatuto Político del Gobierno vasco presentada por el lehendakari Ibarretxe y apoyada por los tres partidos del Ejecutivo: Partido Nacionalista Vasco, Eusko Alkartasuna y Ezker Batua.

Un proceso que es para avanzar, no para retroceder, ni para quedarnos en el mismo sitio donde estamos. La sociedad vasca no entendería que desaprovechásemos esta oportunidad.

Una propuesta de mínimos para la convivencia en paz y en libertad, auspiciada por los tres socios del Gobierno, cada uno de ellos desde su diferente ideología e, incluso, desde sus distintos posicionamientos en torno a la existencia de la nación vasca.

Y una propuesta que busca el consenso mediante la confrontación democrática con las que otros agentes políticos y sociales puedan presentar en el marco de este proceso. Es, por tanto, una propuesta abierta y plural, como lo es también la sociedad vasca.

Nuevo Estatuto Político

¿Qué es la propuesta de Nuevo Estatuto presentada por el Gobierno vasco?

Lo primero que hay que decir es que la propuesta ni es antidemocrática, ni es rupturista, ni está basada en la imposición y el miedo, algo que repiten constante y falazmente las fuerzas de obediencia estatal, como el PP y el PSOE. Pero, ¿cómo va a serlo si la esencia de la misma busca la paz y la normalización política y, en última instancia, será el pueblo, los ciudadanos y ciudadanas vascas, quienes deberán decidir libremente su futuro.

Y, además, todo este proceso se hace mediante el diálogo con todos, sin exclusiones, y con el único condicionamiento de que todos los posicionamientos deberán ser exclusivamente civiles y políticos. Hay que dar la palabra al pueblo. Como afirmaba José Martí, “la palabra no está hecha para cubrir la verdad, sino para decirla”.

¿Es antidemocrático proclamar como lo hace el preámbulo de la Propuesta que “el Pueblo Vasco o Euskal Herria es un Pueblo con identidad propia en el conjunto de los pueblos de Europa, depositario de un patrimonio histórico, social y cultural singular”? ¿Qué hay más democrático que dar la palabra y la decisión al pueblo para que éste se posicione sobre lo que quiere ser?

Y, además, hacerlo desde el respeto a los actuales marcos jurídicos políticos en los que hoy se articula Euskal Herria, porque aunque pensamos que Euskal Herria es sujeto de derecho, los ritmos y las situaciones en cada uno de las tres realidades jurídicas que mencionaba antes nos obligan a establecer estos marcos diferenciados de actuación.

Los ciudadanos y ciudadanas de la actual Comunidad Autónoma de Euskadi decidirán su futuro. Los ciudadanos y ciudadanas de la Comunidad Foral Navarra decidirán su futuro. Los ciudadanos de Iparralde decidirán su futuro. A nadie se le va a obligar a ser lo que no quiera ser, pero con igual contundencia decimos que a nadie se le va a impedir ser lo que quiera ser.

¿Es rupturista que se dialogue en torno a que –y sigo citando el preámbulo de la propuesta del Gobierno vasco- “el Pueblo Vasco tiene derecho a decidir su propio futuro y de conformidad con el derecho de autodeterminación de los pueblos, reconocido internacionalmente, entre otros, en el Pacto Internacional de Derecho Civiles y Políticos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”?

¿Es un delito intentar mediante el diálogo con todos los partidos políticos en el Parlamento Vasco un pacto político que abra una nueva forma de entender las relaciones con el Estado español, basado, como fija la Propuesta, “en la libre asociación y compatible con las responsabilidades de desarrollo de un Estado compuesto, plurinacional y asimétrico”?

Quizás, lo que también subyace en el fondo de esta cruzada antidemocrática contra quienes no queremos otra cosa que dar la palabra a la sociedad vasca, es que a algunos les da pánico recordar que su Constitución de 1978 hablaba de respetar los Derechos Históricos del Pueblo Vasco. Para ellos, este reconocimiento continúa siendo una pesadilla.

¿Está basada en el miedo una propuesta que se construye sobre la base de respeto, arrope y solidaridad efectiva hacia las víctimas de cualquier tipo de violencia y hacia todos los que sufren por un conflicto que desgarra a todo un pueblo y que se sustenta sobre el solar del compromiso ético y la defensa de todos los derecho para todas las personas?

¿Es ésa la apelación al miedo que hace la Propuesta, o es más bien la excusa que ponen los que no quieren solucionar los problemas? Triste comportamiento político, por no utilizar términos más fuertes, el de quienes utilizan la lacra de la violencia para sus fines partidistas. Quienes transforman una propuesta legítima para un nuevo marco de convivencia en una mentira que habla de ruptura de la convivencia y de estrategia ilegítima. Muy nerviosos e inseguros de sus postulados políticos tienen que estar quienes se mueven con estas claves.

Una Propuesta para la Paz

La pregunta que muchos se hacen y seguramente ustedes también es si la Propuesta de Nuevo Estatuto formulada por el Gobierno vasco nos conducirá a la paz. Antes de entrar en materia, quisiera señalar que la búsqueda de la paz es un objetivo prioritario para este Gobierno y la Propuesta debe enmarcarse en este contexto.

Dicho esto, la respuesta a la pregunta debe ser muy cauta, porque con este tipo de cuestiones no se deben realizar conjeturas y menos frivolizar.

En primer lugar hay que señalar que es responsabilidad del que ejerce la violencia el dejarla y, en este sentido, es ETA quien debe de una vez por todas hacer caso al grito unánime de la sociedad vasca que le está exigiendo desde hace años que deje de matar, que dé una oportunidad a la paz. Que dé una oportunidad a este pueblo para que decida su futuro en libertad. Por lo tanto, no hay peaje a ETA que valga.

Porque, no nos cansaremos de señalar, el respeto a la vida es el principio del camino. Es la base fundamental sobre la que se edifica la defensa de los derechos humanos, de los individuales y de los colectivos.

Ahora bien, si la cuestión que se plantea es si la Propuesta puede generar las condiciones políticas, y me atrevería a decir que también sociales, necesarias para que en Euskal Herria se abra un proceso de paz y de normalización que tanto deseamos, desde mi responsabilidad política estoy convencido de que sí. Y me baso en dos máximas:

La primera es que la iniciativa del Gobierno propone que la ratificación del proyecto, esto es, la consulta a la ciudadanía, se deberá realizar en un escenario de ausencia de violencia.
La segunda máxima, es una confirmación de que la solución al conflicto vendrá, no del aislamiento político y social, sino de la incorporación al diálogo de la izquierda abertzale afín a las tesis políticas de ETA y representada por Batasuna. Ambos principios están en la Propuesta del Gobierno y para que ambos se cumplan, es obvio decirlo, la violencia de ETA supone el principal obstáculo.

El mundo de Batasuna entiendo que lo tiene perfectamente claro y pienso, y esto entra ya dentro de lo que es una percepción personal, la propia ETA empieza a darse cuenta.

La propuesta para un nuevo marco de convivencia se deberá votar en el Parlamento Vasco antes de que finalice el año. Y veremos lo que pasa. Todavía hay tiempo para el acuerdo.

El límite para nosotros, y lo vuelvo a repetir una vez más, está en el reconocimiento por parte de todos de que seremos lo que los vascos y vascas queramos ser y la clave reside en la consulta a las ciudadanas y a los ciudadanos vascos. Reitero, a pesar de todo: creo que ha llegado la hora del acuerdo. De iniciar un diálogo entre todos, sin excepción, honesto, sincero y sin tabúes. Porque los problemas no se solucionan ignorándolos, sino abordando las raíces de las que se nutren.

De todas formas, más pronto que tarde, ¡ojalá que sea hoy mejor que mañana!, lograremos la paz y los planteamientos generales de ese gran acuerdo donde estemos todos se recogen en la Propuesta del Gobierno vasco.

Estoy seguro de que costará, pero no vamos a entrar en este nuevo ciclo político con la lacra de la violencia. Porque no podemos dejar a nuestros hijos este problema y, además, la sociedad vasca no nos lo permitiría.

Zapatero ya no es un enigma

Hace unos meses, concretamente en junio, estuve en Nueva York dando una conferencia similar a ésta, en la que trazaba las grandes ideas del Plan de Nuevo Estatuto del Gobierno vasco, y en la que dedicaba un apartado a la posición del nuevo Gobierno español presidido por Rodríguez Zapatero, cuyo epígrafe llevaba por título ‘el enigma Zapatero’. Pues bien, transcurridos cuatro meses, no me ha quedado más remedio, visto los hechos, que variar el título por ‘Zapatero ya no es un enigma’.

En este medio año largo que Rodríguez Zapatero lleva en el Gobierno, más allá de los talantes y de las sonrisas, que han sido muchas y todas ellas huecas, hemos llegado a la conclusión de que no está dispuesto a romper amarras con la política del PP y de su antecesor, Aznar, y de que no desea arreglar el llamado conflicto vasco.

Zapatero sigue sin admitir que los conflictos políticos necesitan soluciones políticas -que sin embargo sí que acepta en otras latitudes- y que los vascos y las vascas tenemos derecho a decidir nuestro futuro. Un derecho que quiere sustituir por una especie de reformas-mejoras estatutarias que no son más que un maquillaje autonómico, sucedáneo de las aspiraciones legítimas de autogobierno del pueblo vasco.

Sabemos que en el terreno de los propósitos y de los talantes es relativamente fácil moverse, pero son los hechos los que nos están dando la prueba de su verdadera voluntad. El PSOE fue, en su día, complaciente ante los excesos del PP en el vapuleo a los derechos y libertades fundamentales y sigue sin desandar el camino andado.

El mantenimiento de la Ley de Partidos, que penaliza ideas y criminaliza a una parte de la sociedad vasca ilegalizando una opción política respaldada, guste o no, por una parte importante de nuestra sociedad; y el reforzamiento del llamado Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que si algo tuvo de novedoso fue su furibundo ataque al nacionalismo vasco; son una muestra irrefutable de ello.

La puesta en libertad encubierta del ex general de la Guardia Civil Rodríguez Galindo –uno de los principales mandos policiales de la época socialista en la que se dio el terrorismo de estado y condenado a 75 de cárcel, de los que sólo ha cumplido 5, por el secuestro, torturas y asesinato de dos jóvenes vascos –presuntos militantes de ETA, según la Policía española- nos habla a las claras del doble rasero con el que actúa Zapatero, como también lo hizo su antecesor en la Presidencia del gobierno español, Felipe González.

Para los dos existía y existe un terrorismo bueno, el del GAL y el de las cloacas del Estado, y un terrorismo malo, el de ETA. Así es muy difícil, por no decir imposible, llegar a la reconciliación. Una reconciliación que pasa por el reconocimiento de las víctimas, de todas las víctimas; de las violencias, de todas las violencias. Y sin reconciliación no habrá paz, ni normalización social y política. Porque como decía Jean-Paul Sartre: “La violencia, bajo cualquier forma que se manifieste, es un fracaso”.

Ya sé que de momento caerá en saco roto, pero no quiero terminar mi intervención sin reclamar al presidente del Gobierno español que acometa sin demora la solución al problema vasco.

Rodríguez Zapatero habló en su día de fuerza y honor. Yo le pido tres actitudes: coraje político, valentía y radicalidad democrática, para admitir que Euskal Herria es un pueblo que tiene derecho a decidir su futuro y para reconocer que estamos ante un problema político que tiene que ser resuelto desde el acuerdo político. El mismo coraje político, la misma valentía y la misma radicalidad democrática que en su día demostró el inquilino de Downing Street respecto al caso irlandés, abriendo la puerta al reconocimiento del derecho de autodeterminación de un pueblo.

Está claro que ETA, en tanto que organización armada, no representa a la sociedad vasca y no tiene sitio ni voz en la transición que tenemos por delante y debe declarar una tregua sólida y creíble que haga posible encarar políticamente un nuevo escenario.

Pero es también deber del Gobierno español, y no quiero realizar falsas equidistancias, afrontar con lucidez y audacia el nuevo momento; y es responsabilidad de todos contribuir a que esta Segunda Transición no se malogre.

Lo que busca la propuesta de Nuevo Estatuto Político del Gobierno vasco es algo tan sencillo como esencial y radicalmente democrático: que los vascos y vascas nos dotemos de un nuevo marco de convivencia en el que podamos vivir y desarrollar nuestros proyectos, independientemente de cuál sea nuestro sentimiento identitario y nuestras ideas. En definitiva, dar a la sociedad vasca la voz, la palabra y la decisión.

Si los vascos y las vascas quieren continuar con el actual grado de autonomía, o disminuirlo, una apuesta que como independentista que soy me disgustaría profundamente, que se respete.

Pero si nos posicionamos por una Euskal Herria soberana, que es mi gran anhelo y el de mi partido, guste o no guste a Madrid o a París, que le sea reconocido, de igual forma, su derecho a decidir. Porque nadie ni nada puede poner puertas al campo.

Estoy convencido de que la mejor receta, la más real y la menos mágica, para combatir los problemas de nuestro tiempo es bien sencilla: más democracia y más libertad. De esta forma también el conflicto vasco entrará en vías de solución. Es cuestión de libertad y de democracia. Y es cuestión, como decía un gran poeta vasco de que el futuro diga: “existió un pueblo” o, entre todos, le demos aliento para que perdure como tal pueblo. En euskara, la lengua en que escribió Orixe, “Geroak esan beza: herri bat izan zan; edota hats emaiogun, hortan iraun dezan”.

Muchas gracias. O, como se dice en Euskal Herria: eskerrik asko.

Fuente: Joseba Azkarraga