Después de una campaña muy polarizada, muy agresiva, durante la cual una diputada laborista partidaria de la permanencia del Reino Unido en la UE llegó a ser asesinada, hoy la ciudadanía del Reino Unido –y de la Commonwealth- decide sobre su permanencia en la Unión Europea.
El debate no es nuevo en el Reino Unido, que desde su identidad insular que siempre han trabajado por mantener, han visto Europa como algo ajeno y distante. Los británicos siempre se mantuvieron al margen de la construcción europea, lo que visto los lazos comerciales y políticos que tenían con sus colonias y excolonias, con la Commonwealth, es entendible.
Con el tiempo se fueron sumando a una mercado económico sin ceder soberanía, lo cual se oponía a la idea de unión política de los impulsores de la unidad europea, razón por la que Charles De Gaulle vetó el ingreso del Reino Unido en los antecedentes de la Unión Europea y los británicos no se integraron hasta 1973, después de la muerte del general.
El antieuropeísmo ha estado por tanto muy presente en Inglaterra y ha sido un factor hábilmente explotado por la extrema derecha inglesa, representada hoy por el partido político UKIP.
Ante la subida electoral del UKIP, Cameron lanzó un órdago para intentar frenar su ascenso y convocó un Referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE. El objetivo, además de electoral, era desarmar uno de los argumentos más potentes de la extrema derecha inglesa y zanjar de una vez por todas esta cuestión.
Pero en vista de cómo están las cosas, a Cameron podría salirle el tiro por la culata porque tanto los conservadores como los laboristas están también divididos sobre el tema.
Es paradójico el rechazo de los británicos a la Unión Europea cuando se sabe que el Reino Unido ha conseguido siempre sonsacar a Europa cláusulas exclusivas, excepciones a las reglas comunitarias. El Reino Unido siempre ha tenido un trato de favor que los demás estados han consentido para evitar su salida. Es más, han recibido más de la UE de lo que ha aportado, pero parece que sigue sin ser suficiente.
Cameron, de hecho, después de convocar el referéndum fue a Bruselas para pedir más excepciones, para situarse mejor de cara al referéndum y volvió a conseguirlo. El acuerdo al que llegó Europa con él es vergonzoso. Se le ha permitido recortar los derechos sociales y laborales de los emigrantes en contra del principio de la igualdad de derechos de la ciudadanía independientemente de su nacionalidad. Además, se ha confirmado que el Reino Unido nunca se integrará en el euro ni participará en la construcción política de Europa.
Pero ¿qué repercusiones puede tener el referéndum en la isla?
Muchas. Escocia, Gales e Irlanda del Norte, al contrario de Inglaterra son europeístas.
Escocia, con 5,5 millones de habitantes, está abrumadoramente a favor de la pertenencia a la UE. De hecho, todos los partidos políticos los están. Incluso los conservadores escoceses. Si ganara el portazo a la UE, el Gobierno escocés ya ha anunciado que convocaría un segundo referéndum de independencia a corto plazo.
En Gales la población también está mayoritariamente a favor de la pertenencia, con un movimiento nacionalista de izquierdas al alza que se vería afianzado en su reivindicación nacional.
En Irlanda del Norte los resultados están más ajustados y está la preocupación adicional de que si el Reino Unido sale de la UE, arrastrándoles a la ciudadanía del norte, se ahondaría la división nacional irlandesa, hasta el punto de que podrían volverse a poner fronteras y se perderían muchos fondos europeos destinados a la normalización política y económica después de los acuerdos de paz.
Y fuera de las islas, está Gibraltar cuyo primer ministro ha anunciado ya que solicitará la adhesión a España si el Reino Unido se va de la UE.
En general, si el Reino Unido consuma el Brexit, funcionará a través de acuerdos bilaterales, como Noruega o Suiza pero dada la grave crisis económica que sufre el país supondrá sin duda mayor austeridad, más recortes y retrocesos sociales y laborales y el principio del fin de la Europa social, democrática, solidaria.
Pero el referéndum pasará factura sí o sí, porque incluso aunque gane la permanencia en la UE, lo normal es que otros países europeos quieran, con todo derecho, como Inglaterra, apartarse de las normas comunes y crear para ellos también una Europa a la Carta.
Es decir, o la UE emprende reformas constitucionales serias o se desintegrará porque la unión no se sostiene solo en intereses económicos, que desdibujan los políticos. El Brexit, el TTIP y la pésima gestión de los refugiados suponen, sin duda, el principio del fin de la UE como unidad política, social y económica de Europa.