Esta semana se ha consumado el tan desmentido pacto entre PNV y PP, un acuerdo que deja la impresión de que es más fácil de defender por parte de Mariano Rajoy, Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar en los medios de comunicación y los atriles institucionales que por parte de cualquier afiliado de base jeltzale en una conversación informal.
Y si es difícil de defender es porque es igualmente difícil explicar en qué nos afecta, qué bondades tendrá para la ciudadanía vasca dicho pacto, más allá de los discursos grandilocuentes sobre el Concierto y el Cupo. ¿En qué va a mejorar mi vida?, podría preguntar cualquier ciudadano o ciudadana de la CAV al señor Urkullu.
Lo que es cierto es que el Concierto y el Cupo son leyes de obligado cumplimiento, la Ley Quinquenal del Cupo, que si es objeto de negociación en momentos de necesidad del Gobierno español –en este y en otros anteriormente- es porque el PNV hace mucho que decidió jugar a este juego cambiando las reglas ya establecidas. De la misma manera que eligió hacer esa simbiosis entre partido y país, que nos viene a decir que lo que es bueno para el PNV es bueno para Euskal Herria, o para una de sus partes, al menos.
El PP de Mariano Rajoy, que está en una soledad extrema pero muy rentable, vende el acuerdo como un alivio de esa soledad: “no seré tan malo cuando consigo apoyos del PNV”, parece decir. Los jeltzales por su parte insisten en asegurar que son “rentables” para la CAV y hacen gala de su capacidad de llegar a acuerdos. La cuestión es que los pactos no son buenos por sí mismos sino por lo que se acuerda y también por los compañeros de viaje.
Una cosa es hablar sí o sí de determinados temas, incluso negociar y si llega el caso acordar, con quien está al frente de una institución y otra es elegir ponerte en el bando del PP corrupto y ultraliberal. Y eso es lo que ha hecho el PNV.
Y lo ha hecho plegándose a sus necesidades, plazos y líneas rojas. La necesidad y los plazos para conseguir apoyo para los Presupuestos Generales del Estado en estos precisos momentos, y las líneas rojas marcadas para no incomodar a la base social popular en España, como quedó claro cuando tras insinuar Egibar que algún derivado de las pendientes pacificación y normalización podrían entrar en la ecuación del acuerdo, el burukide guipuzcoano fue rápidamente desmentido.
Dejando claro que un acuerdo referente al Cupo era obligado, ahora o luego, hay que preguntarse si lo que el PNV “ha traído” con dicho acuerdo nos sale a cuenta. Y la respuesta es que no, que es imposible que del acuerdo con el PP de la corrupción y del austericidio salga algo bueno para el ciudadano y la ciudadana de a pie. Apuntalar al PP en el Gobierno del Estado no es bueno, se mire como se mire. ¿O resulta ahora que no nos afectan sus recortes, sus reformas laborales, sus ansias de recentralizar?