“En tiempos de tribulación, no hacer mudanza”. Es una frase que se atribuye a San Ignacio de Loiola y parece guiar la actuación y gestión política de algunos de nuestros principales responsables institucionales, como el alcalde de Gasteiz, Gorka Urtaran, o el lehendakari Iñigo Urkullu, que con su falta de “mudanza” perpetúan una situación que dista mucho de ser ideal para la mayoría de la sociedad, frenan el cambio pendiente y necesario.
Urtaran y Urkullu están cómodos en sus sillones institucionales y dedicándose a la gestión diaria de lo más imprescindible para que el sistema no se colapse, pero renunciando a cambiar, a mejorar nada. Son dos “segurolas” que saben que su gestión no aspira más que a una calificación de suficiente raspado, pero que, igualmente, son conscientes de que la sensación de estabilidad que dan –ayudados por los poderes económicos y mediáticos- cotiza al alza, por muy dudosa que sea su reflejo en la realidad social.
Efectivamente, el lehendakari y el alcalde de Gasteiz tienen en común el hecho de desperdiciar mayorías existentes en sus respectivos ámbitos de actuación y que permitirían dar pasos para caminar a una situación más justa para la mayoría de la ciudadanía y que responda mejor a sus necesidades, por un lado, y para solventar el conflicto político vasco con el tránsito a un nuevo marco jurídico político al que aspira la mayoría social, por otro. Aprovechar esas oportunidades, esas mayorías sociales, y también políticas, está en sus manos. Solo hace falta voluntad.
El caso de Gasteiz es especialmente llamativo, teniendo en cuenta que Gorka Urtaran accedió a la Alcaldía a pesar del miedo del PSE a apostar por el cambio y como alternativa al PP, gracias a la generosidad de EH Bildu y también de Podemos e Irabazi. Sin embargo, ha terminado incluyendo al PSE en un Gobierno municipal que para todas las cuestiones socioeconómicas de calado se apoya en el PP. Y ese es el mismo esquema de todas las grandes instituciones de la CAV: Gobierno de Lakua, diputaciones y capitales. Gobierno de coalición entre jeltzales y PSE, apoyados en los populares, con quienes, una vez más, acaban de suscribir un pacto fiscal municipal en Gasteiz.
Ahora que la Ponencia de Autogobierno del Parlamento Vasco ha confirmado que PNV, PSE y PP no comparten en absoluto el modelo de país, nos preguntamos cómo es posible gobernar desde una base de discrepancia. Cierto es que somos herederas políticas de la coherencia del lehendakari Garaikoetxea y que nos formamos en política oyendo a Anguita aquello de “programa, programa, programa”, pero no concebimos semejante macedonia ideológica.
Cuando EH Bildu dejó sus intereses partidistas a un lado para hacer alcalde a Gorka Urtaran, a nadie le cupo la menor duda cuál era el objetivo: Forzar un cambio imprescindible en Gasteiz y lograr que el PP dejara de tomar decisiones que afectan a la ciudadanía. Sabin Etxea aceptó entusiasmado un sillón municipal con el que ni soñaba y enterró el sueño, dando al PP y a los poderes fácticos vinculados a los populares la llave de la política municipal.
Es un tópico de la política vasca decir que al PNV solo le interesan los sillones, pero es que la actuación de los interesados no lo desmiente. Con la mano de EH Bildu extendida para acordar las cuentas de la CAV, Erkoreka corre a decir que no pasa nada por prorrogarlas. Se pueden prorrogar, claro, pero es muy preocupante que el mismo PNV que su presidente se empeña en definir como el campeón del diálogo y el acuerdo, renuncie de partida a mejorar los presupuestos para no tener que negociar en profundidad temas de vital importancia para el día a día de la ciudadanía (“los de comer”), que EH Bildu ha puesto encima de la mesa.
Las intenciones no sorprenden recordando la jugada de Urtaran el año pasado, que insistió en llevar a la ciudad a las puertas del caos para salirse con la suya sin la necesidad de tejer acuerdos. El caos total no llegó porque, una vez más, los partidos de izquierda a los que se empeña en ignorar actuaron con altura de miras, pero se perdió una oportunidad para mejorar la ciudad.
El PNV ha renunciado a la ideología abertzale, consistente en trabajar por construir un modelo de país, y se ha entregado por completo a la “política-gestión”, como si en lugar de gestionar el sistema público de un país, se limitase a llevar las cuentas de una comunidad de vecinos. Y, una vez que se ha liberado del pesado lastre de la ideología y el ejercicio coherente con la misma, ha abandonado también la política de los principios. Solo así se puede entender, por ejemplo, que en pleno proceso represivo a los líderes de las legítimas movilizaciones democráticas de Cataluña, Urkullu apelara al papel del rey español (que más que papel, hizo un papelón, como se vio posteriormente). El resultado de abandonar los principios ideológicos se traduce en menos justicia social, menos Estado de Bienestar y menos Estado de Derecho.
Urtaran y Urkullu tienen en sus manos la fuerza necesaria para abordar cambios de calado, en Gasteiz y en la CAV, pero no quieren hacerlo. Urtaran parece tener miedo a que movimientos transformadores le aparten de cierto electorado, tal vez por convicción política de que su modelo de gestión está más cerca del PP que del de la izquierda. En este afán por transmitir que Gasteiz es un oasis de tranquilidad, le sobran hasta los lazos amarillos en las calles y se apresura a ordenar quitarlos.
Otro tanto le pasa a Urkullu en el Gobierno vasco. Con una Cámara parlamentaria claramente partidaria de un nuevo marco jurídico político, insiste en otorgar a los partidos estatales el derecho a vetar la decisión sobre nuestro futuro, tanto en cuanto a marco jurídico-político como en materia presupuestaria.
Incluir las demandas de los socialistas en la propuesta de un nuevo marco jurídico no garantiza que este vaya a ser del gusto de un porcentaje social mayor, sino que la mayoría de la ciudadanía va a quedar descontenta. ¿Qué hay que negociar con Madrid? Sí, claro, lo ideal es una mesa de negociación. Pero con la base de la voluntad inequívoca de la ciudadanía vasca.
No sabemos si Urkullu, como Urtaran, pisa el freno desde el miedo a las tensiones políticas que crean los movimientos transformadores o desde un convencimiento autonomista. Lo que sabemos, porque se ha demostrado, es que sin EH Bildu y con el PSOE/PSE/PSN de por medio, no hay cambio: ni transformación social, ni resolución del conflicto político. Y nuestro objetivo es que en marzo del año que viene comience el cambio pendiente en Gasteiz.
Si el lehendakari y el alcalde de Gasteiz son seguidores de la frase de San Ignacio de Loiola, en Eusko Alkartasuna somos más de la máxima de Einstein que dice que “querer es poder”. Sobre todo cuando la aritmética política lo permite y la voluntad social lo aconseja.
Iratxe Lopez de Aberasturi, coordinadora de EA en Araba y concejal de EH Bildu en Gasteiz
Begoña Duque Martínez de Osaba, D. López y Blanca Ugarte, miembros de la Ejecutiva de Gasteiz de EA