En los próximos días se cumplirán cinco años de una semana que ha marcado el actual tiempo político en Euskal Herria: el 17 de octubre de 2011 se celebró la Conferencia de Aiete y el día 20 ETA anunció que abandonaba la actividad armada definitivamente. Es evidente que esos días marcaron un antes y un después en nuestra historia reciente pero también que visto desde hoy podemos decir que hemos avanzado mucho menos de lo que creíamos que avanzaríamos en octubre de 2011.

La noticia del desmantelamiento del zulo de ETA en el Estado francés es más de lo mismo, un déjà vu, una vuelta a 2011, cuando París “regalaba” a Madrid desmantelamientos o detenciones en días señalados, como el día 12 de octubre. De hecho, el zulo distrajo un poco la atención del triste desfile del “Día de la Hispanidad”, y no tanto por la lluvia como por la situación política española.

Sin embargo, el “regalo” no fue tal, de hecho, el armamento que había en el zulo estaba destinado a ser entregado a París y Madrid, aunque fuera por medio de mediadores internacionales. El decomiso demuestra que no es que los estados español y francés estén en un impasse, sino que tienen un plan muy bien elaborado y que consiste en alargar la vía policial todo lo posible, alejando al mismo tiempo la posibilidad de cualquier diálogo que señale que el problema de fondo en Euskal Herria es político. Es, además, una forma de no permitir el fin definitivo de ETA, de mantenerlo para lanzarlo contra las iniciativas ciudadanas a favor de la soberanía, o como sombra imborrable contra el independentismo de izquierdas.

Esto nos está llevando a una situación absurda y, como se ha señalado en multitud de ocasiones, única en el mundo, además de ser una situación en absoluto deseable por la sociedad vasca, porque cinco años después del fin de la actividad de ETA sabemos que no habrá mas violencia por su parte, pero hay armas no del todo controladas y, por supuesto, consecuencias del conflicto que afectan a las personas.

De hecho, es curioso, pero el mismo Gobierno español que se niega a hablar de contrapartidas, dice sin sonrojarse que el acercamiento de los presos y presas a Euskal Herria no se dará sin condiciones, a pesar de que es lo que corresponde por Ley. Y mientras Madrid exige condiciones a una organización que no está activa, sigue el sufrimiento de muchas personas.

De muchas, porque es una realidad que hay mucha gente cuya principal preocupación son las visitas al familiar preso a 800 kilómetros o si el amigo exiliado hace décadas podrá regresar, pero también se está atrasando la construcción de la convivencia con mayúsculas, la convivencia post ETA, que supone un trabajo ingente en materia de víctimas de todas las violencias.

Las oportunidades que veíamos hace cinco años están aun sin desarrollar por completo y está visto que la única vía posible, en vista de que en España no habrá cambio político, ni grande ni pequeño, sigue siendo la unilateral. Para ETA, sí, pero también para que la sociedad vasca haga su camino y no solo en materia de soberanía, sino de paz, normalización política y justicia social.

Hoy, cinco años después de Aiete, tenemos la impresión de estar esperando a un paso que los estados se niegan a dar. A ese veto también le decimos que no. Sería una buena noticia que también ETA dijera que se niega a seguir esperando y continuara dando pasos independientemente de lo que digan los Estados.

En los próximos días se cumplirán cinco años de una semana que ha marcado el actual tiempo político en Euskal Herria: el 17 de octubre de 2011 se celebró la Conferencia de Aiete y el día 20 ETA anunció que abandonaba la actividad armada definitivamente. Es evidente que esos días marcaron un antes y un después en nuestra historia reciente pero también que visto desde hoy podemos decir que hemos avanzado mucho menos de lo que creíamos que avanzaríamos en octubre de 2011.

La noticia del desmantelamiento del zulo de ETA en el Estado francés es más de lo mismo, un déjà vu, una vuelta a 2011, cuando París “regalaba” a Madrid desmantelamientos o detenciones en días señalados, como el día 12 de octubre. De hecho, el zulo distrajo un poco la atención del triste desfile del “Día de la Hispanidad”, y no tanto por la lluvia como por la situación política española.

Sin embargo, el “regalo” no fue tal, de hecho, el armamento que había en el zulo estaba destinado a ser entregado a París y Madrid, aunque fuera por medio de mediadores internacionales. El decomiso demuestra que no es que los estados español y francés estén en un impasse, sino que tienen un plan muy bien elaborado y que consiste en alargar la vía policial todo lo posible, alejando al mismo tiempo la posibilidad de cualquier diálogo que señale que el problema de fondo en Euskal Herria es político. Es, además, una forma de no permitir el fin definitivo de ETA, de mantenerlo para lanzarlo contra las iniciativas ciudadanas a favor de la soberanía, o como sombra imborrable contra el independentismo de izquierdas.

Esto nos está llevando a una situación absurda y, como se ha señalado en multitud de ocasiones, única en el mundo, además de ser una situación en absoluto deseable por la sociedad vasca, porque cinco años después del fin de la actividad de ETA sabemos que no habrá mas violencia por su parte, pero hay armas no del todo controladas y, por supuesto, consecuencias del conflicto que afectan a las personas.

De hecho, es curioso, pero el mismo Gobierno español que se niega a hablar de contrapartidas, dice sin sonrojarse que el acercamiento de los presos y presas a Euskal Herria no se dará sin condiciones, a pesar de que es lo que corresponde por Ley. Y mientras Madrid exige condiciones a una organización que no está activa, sigue el sufrimiento de muchas personas.

De muchas, porque es una realidad que hay mucha gente cuya principal preocupación son las visitas al familiar preso a 800 kilómetros o si el amigo exiliado hace décadas podrá regresar, pero también se está atrasando la construcción de la convivencia con mayúsculas, la convivencia post ETA, que supone un trabajo ingente en materia de víctimas de todas las violencias.

Las oportunidades que veíamos hace cinco años están aun sin desarrollar por completo y está visto que la única vía posible, en vista de que en España no habrá cambio político, ni grande ni pequeño, sigue siendo la unilateral. Para ETA, sí, pero también para que la sociedad vasca haga su camino y no solo en materia de soberanía, sino de paz, normalización política y justicia social.

Hoy, cinco años después de Aiete, tenemos la impresión de estar esperando a un paso que los estados se niegan a dar. A ese veto también le decimos que no. Sería una buena noticia que también ETA dijera que se niega a seguir esperando y continuara dando pasos independientemente de lo que digan los Estados.