EH Bildu ha aprobado los presupuestos del territorio histórico de Araba y esto ha dejado una fotografía mucho más realista de la sociedad y de la actitud de la coalición en la política del día a día.

Los dirigentes del PNV y especialmente Iñigo Urkullu repiten como un mantra eso de que EH Bildu no es de fiar, que sus propuestas no son realistas, ni realizables, tratando de equiparar a la segunda fuerza institucional del país con movimientos antisistema.

Sin embargo, el voto favorable de EH Bildu a los presupuestos del Gobierno foral PNV-PSE demuestra que dicha premisa está muy lejos de la realidad, por dos motivos, que fueron los que decantaron el sí final a las cuentas. Por una parte, la coalición ha conseguido introducir en los presupuestos todas las propuestas realizadas. Por otra, el cumplimiento de las partidas presupuestarias aprobadas el pasado ejercicio a iniciativa de EH Bildu son equiparables al del resto del documento. Es decir, las propuestas realizadas este año son factibles y las del año pasado ya están desarrolladas en gran medida.

No es que, precisamente en Araba, el PNV necesite pruebas de la actitud positiva de EH Bildu para implicarse en la gobernabilidad de las instituciones. Más bien es al contrario, son los jeltzales quienes deben demostrar que se puede confiar en su palabra, ya que el Gobierno municipal de Gorka Urtaran no ha desarrollado las medidas a las que se comprometió para conseguir el apoyo de la coalición en el Ayuntamiento.

EH Bildu ha manifestado de manera reiterada su disposición a participar en la gobernabilidad de todas las instituciones del país, para lo cual no es necesario estar en los gobiernos sino aportar a ellos. El problema es que el PNV solo acepta dichas aportaciones cuando necesita votos para aprobar presupuestos o sacar adelante determinados temas o cuando cree que eso no le va a pasar factura electoral.

Así, lo que es posible y positivo en Araba, es imposible en Bizkaia y Gipuzkoa aunque por diferentes motivos. En Bizkaia porque a la mayoría que jeltzales y socialistas les lleva a despreciar propuestas ajenas y en Gipuzkoa porque el deseo de alejarse del anterior Gobierno foral es tan grande que anula cualquier otra cuestión. Todo hay que decirlo, en Araba el PNV actúa empujado por la necesidad de que su pacto con el PSE no le da la mayoría suficiente para gobernar de manera cómoda y dado el desalojo del PP del Ayuntamiento de Gasteiz, pactar con los populares queda descartado.

El resultado es un acuerdo presupuestario bueno que ha puesto encima de la mesa propuestas necesarias para Araba y su ciudadanía y que ha puesto de manifiesto la disposición para el acuerdo de EH Bildu.

Existe, es cierto, una sombra que no permite que los presupuestos puedan ser todo lo positivos que deberían: la eterna asignatura pendiente de la fiscalidad. Este tema, de vital importancia, debe abordarse de manera inmediata. Y para no incurrir en el fantasma de la falta de armonización, el acuerdo fiscal que el país necesita no se dará herrialde a herrialde, sino a nivel de partidos que lo llevarán a juntas generales y diputaciones.

Porque si algo está claro en estos momentos es que con los recursos económicos de que disponen las diputaciones forales en estos momentos se pueden mantener –en algunos casos con pinzas- los servicios públicos, pero no se puede avanzar, crear nuevos servicios, ampliar el colectivo al que se llega,… Para ello, hay que, sí o sí, adecuar la fiscalidad, aumentando la carga fiscal en beneficios empresariales, rentas de capital y grandes fortunas. Es la única forma de conseguir más dinero para los servicios del Estado de Bienestar sin exprimir más las rentas del trabajo.

Sabemos, además, por la experiencia de EH Bildu en Gipuzkoa, que esta política fiscal da resultados, y quien mejor lo sabe es el propio PNV, ya que si Gipuzkoa está cumpliendo con las expectativas de recaudación es por los resultados de las reformas de aquella época, o los restos que han sobrevivido de la misma tras la contrarreforma de jeltzales y socialistas.

Ahí es dónde el PNV va a tener que decidirse entre el neoliberalismo del PP, que le permitirá no enfadar a las personas con rentas más altas, y las propuestas –realizables y realistas- de EH Bildu que tienen como objetivo garantizar la justicia social y avanzar en los servicios del Estado de Bienestar.