Begoña Lasagabaster Olazabal, diputada de Eusko Alkartasuna
El pasado 1 de junio, el Congreso de los Diputados aprobó una moción, consecuencia de una interpelación presentada por esta diputada, sobre reconocimiento de las selecciones deportivas vascas, catalanas y gallegas, moción que había sido objeto de una transacción con el Partido Socialista. Mucho se ha hablado sobre esta cuestión, que ha protagonizado un nuevo debate este pasado martes al presentar el Grupo Popular una nueva iniciativa pidiendo que se declarara que la única selección deportiva reconocida para participar en competiciones internacionales oficiales fuera la selección española. Iniciativa que no prosperó por lo que sigue vigente la moción aprobada el 1 de junio. Ante la multitud de interpretaciones sobre el contenido de la misma, me gustaría reseñar algunos datos objetivos sobre lo que se votó, lo que se pactó y algunas reflexiones derivadas de este trámite

En primer lugar, destacaría que la novedad de la moción aprobada radica en su punto segundo, puesto que el primero recoge el respeto al ordenamiento jurídico y a las competencias de las comunidades autónomas en materia deportiva «en toda su extensión». Es evidente que la interpretación sobre este punto difiere, pero no hay nada especialmente novedoso. El segundo punto es la clave y señala literalmente lo siguiente: «Los poderes públicos promoverán la presencia de las selecciones autonómicas, que lo soliciten en las competicines internacionales». Por una parte, el verbo «promover», según la acepción que aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, significa «tomar la iniciativa para la realización o el logro de algo» y es antónimo de impedir u obstaculizar. Por otra, en ningún lugar se especifica si estos encuentros son competiciones oficiales o amistosas. Se habla de «las competiciones internacionales» sin concretar cuáles. El artículo «las» integra a todas las opciones.

En segundo lugar, el otro dato objetivo hace referencia a los votos, 157 a favor, 119 en contra y 6 abstenciones. A lo largo de mi vida he dedicado muchas horas a tareas de negociación, tanto en el campo profesional como en el político, y ello me lleva a saber dónde se sitúan las diferencias y dónde se encuentran las posibilidades de acercamiento. En este caso concreto, puedo señalar que muchos de los diputados socialistas compartían y comparten ese segundo párrafo, por lo que no todos sus votos fueron obligados. De hecho, esa negociación se elaboró sobre la base del programa del Gobierno tripartito de Catalunya en esta cuestión, redacción que no difiere apenas en nada de la aprobada. Este resultado, desde mi perspectiva, supone que lo único que ocurrió fue el reflejo parlamentario de la situación real que se produce en muchas naciones donde el apoyo ciudadano a esta cuestión, no debe identificarse exclusiva ni necesariamente con el pensamiento nacionalista vasco, catalán o gallego. Algo que hasta ahora no se había producido.

A partir de lo ocurrido, no ya en los debates parlamentarios sino posteriormente a los mismos, me gustaría trasladar a los lectores tres reflexiones personales:

1.- La moción es un paso adelante que puede ser incumplida o modificada a la vista de la nueva iniciativa registrada en el Congreso por el Grupo Socialista. En el caso de posible incumplimiento, la experiencia nos ha demostrado que no existen mecanismos que obliguen al Gobierno central a respetar lo que señala el Parlamento, y además también sabemos que uno de los déficits existentes hoy en la organización territorial del Estado consiste precisamente en la falta de garantías para otras administraciones a la hora de exigir el cumplimiento de lo que es debido. Sirva como ejemplo las competencias del Estatuto de Gernika. Si la Comunidad Autónoma no cumple con sus competencias, el Gobierno del Estado tiene atribuídas posibilidades para actuar, pero si es la Administración Central la que incumple la transferencia de competencias, la Comunidad Autónoma nada puede hacer. Por tanto, sería conveniente que en ambas situaciones se reflexionara y se regularan garantías para todos. En el supuesto de que la moción aprobada se modificara como consecuencia de una iniciativa del Grupo Socialista, resultaría difícil de comprender el baile de opiniones de este grupo en tan poco tiempo.

2.- El presidente de Gobierno, durante el debate de investidura y en contestación a esta diputada, manifestó que en esta legislatura la actividad política se iba a desarrollar de forma que encontraríamos «comodidad» dentro del Estado y que no necesitaríamos esgrimir nuestra posición independentista para que nuestras señas de identidad fueran reconocidas. Por el momento, siento decir que no sólo no hay ningún progreso en esa pretensión, sino todo lo contrario, pues con su urgente e inmediata respuesta y foto en defensa única y exclusivamente de la selección española, ha dificultado que nos podamos sentir cómodos en un Estado en el que sigue habiendo jerarquías para las identidades, culturas y lenguas, y donde para defender las mismas sólo nos queda tratar de conseguir ser Estado.

3.- La presente cuestión me lleva a hablar de un tema muy apreciado para algunos y que a veces utilizan como arma contra nosotros, contra los nacionalistas vascos, las llamadas dobles identidades. En esta cuestión, la defensa de las diferentes selecciones deportivas de las distintas naciones que conviven en el Estado español no es una cuestión de aquellos que nos sentimos con una única identidad: sólo españoles, sólo vascos, sólo catalanes, etc…, sino que esta reivindicación también responde a quienes se sienten vascos y españoles, catalanes y españoles, vascos y catalanes o vascos y gallegos. La defensa de esa doble identidad, tan legítima como la de los que nos sentimos identificados con una única, nos conduce a reclamar por qué no se puede defender una selección vasca o una selección catalana a la vez que la española. ¿Quién es el que teme a las dobles identidades?

Fuente: Begoña Lasagabaster