JOSEBA AZKARRAGA /CONSEJERO DE JUSTICIA, EMPLEO Y SEGURIDAD SOCIAL DEL GOBIERNO VASCO

Querido amigo: Te debía esta carta. Te la debía desde que el pasado día 20 de febrero se puso en marcha una operación que de inmediato, sin apenas explicaciones y con una apoyatura legal más que cuestionada, desembocó en la clausura de ´Egunkaria´, hoy ya desgraciadamente confirmada para seis meses más, que es lo mismo que decir para siempre. Aquel día me acordé de ti, del ánimo con el que afrontaste el proyecto, de la ilusión y los desvelos para ponerlo en marcha, de tu dignidad en el reto asumido con auténtica pasión por tu pueblo, por el euskera y por tu oficio.

Apenas dos días después de que empezara a escribirse este negro capítulo, por el que la memoria nos remite a las épocas más oscuras, supimos ya que el juez de la Audiencia Nacional que desarrolla la investigación había ordenado el bloqueo de tus cuentas. Conocer la decisión nos llenó de indignación y estupor. Creímos y creemos que extender la sombra de la duda sobre un hombre como tú suponía y supone una actitud rastrera, vil e indigna, propia de quien ni te conoce ni se ha interesado jamás por detenerse en tu impecable y democrática trayectoria vital y humana. Porque, más allá de tu condición de referente en la cultura y literatura vasca en euskera; más allá de los múltiples premios periodísticos que han reconocido tu labor; por encima de los honores que has merecido como escritor y por encima, también, de la alta significación política que supuso tu nombramiento como miembro del Gobierno vasco en el exilio, está el respeto que te has labrado como persona.

Convencido como estoy de que las tallas profesionales y políticas no son nada si no hay un talante realmente humano tras ellas, hoy quiero recordar que el tuyo ha superado mil pruebas sin el más mínimo signo de traición a la decencia, sin una pizca de odio al adversario. Dile, pues, a Ana Mari, que esté tranquila y no tema por tu dignidad. Porque hagan lo que hagan, tu dignidad es algo que nunca te podrán quitar. O, mejor dicho, que nunca nos podrán quitar. Dile que no tema. Que la dignidad es un patrimonio que no pueden destruir, y mucho menos usurpar, quienes pretenden arrebatarlo desde la indignidad y la injusticia.

Te conocí allá por 1972, tres años después de tu llegada de un exilio donde aprendiste el dolor de la ausencia. Luego tuviste que probar la amargura del confinamiento y vivir con rigores la prohibición de la libertad. Y, sin embargo, nunca has renegado de ser un hombre libre y demócrata practicante. Lo fuiste en plena represión franquista, cuando yo era poco más que un mocoso que seguía tus pasos en la clandestinidad, desde mi falta de experiencia pero con la vitalidad que dan la juventud y una causa justa. Recuerdo que, en ocasiones, solía recogerte en mi viejo ´R-5´ para acudir a aquellas reuniones de Villa Izarra, en Beyris, sede del PNV en la clandestinidad. Recuerdo también que a la vuelta de uno de esos viajes nos sucedió algo que siempre perdurará en mi memoria. En la frontera de Irun nos paró la Guardia Civil. A pesar de saber perfectamente quiénes éramos -o precisamente por ello-, sobre todo quién eras tú, Martin, el trato fue absolutamente vejatorio. Reanudada la marcha, y ante la indignación que yo expresé por lo ocurrido, me respondiste con estas palabras: «No nos enfademos con ellos. Están cumpliendo con lo que otros les exigen. Ellos no tienen la culpa o cuando menos toda la culpa. Enfadémonos con quienes quieren dirigir los destinos de nuestro pueblo, sin que nadie les haya elegido para ello». Así eras, Martin. Así eres.

En otra ocasión, un día de 1978, en lo que todavía no era más que la salida del túnel de la dictadura franquista, recordabas, Martin, que al vasco no sólo no le habían dejado escribir durante casi 150 años en su lengua, sino que le habían cortado la lengua. Entonces consideraste ´suicida´ perder del patrimonio cultural vasco nombres como los de Aldecoa, Martín Santos o Raúl Guerra, pero también te preguntaste a la vez: «¿qué más suicidio que resignarnos a perder por la violencia la lengua de nuestro pueblo?».

Pero no debes preocuparte, amigo, no nos resignamos. La prueba de esa rebelión democrática está en la calle. La ha dado y la da la sociedad vasca, que será capaz de remontar una situación que, en el fondo y en la forma, nos está retrotrayendo al franquismo. Además, es seguro que puestos a seguir ejemplos, la sociedad sabrá, todos sabremos, seguir el tuyo y remontar este momento desde el compromiso cívico del que has sido siempre valedor. Dijiste que lo vasco ha venido envuelto en el misterio desde su origen. Con afán de desentrañar ese halo, o al menos desvelar retazos de su alma, entrevistaste a seis vascos cuando aún la dictadura vetaba cualquier verdad. Fueron largas conversaciones con On Joxe Miel Barandiaran, Ramón de la Sota, Koldo Mitxelena, Pedro Arrupe, Isidro Fagoaga y Agustín Ibarrola las que en 1974 quedaron hermosamente recogidas en ´Hablando con los vascos´.

No pretendías abarcarlo todo ni definirlo todo. Simplemente contaste que lo único que pertenecía por igual a tus seis entrevistados era el país sentido de manera «reveladoramente distinta y complementaria». Lo recuerdo porque me parece fundamental que hoy se sepa, que algunos ignorantes y demócratas sobrevenidos conozcan que jamás practicaste la exclusión. La viviste. La padeciste. Te persiguieron. Te excluyeron. Y ahora, en el ocaso de tu vida y de forma atrevidamente injusta, vuelve a proyectarse de nuevo la misma sombra.

Sé que por tu dura enfermedad estás obligadamente ausente del sufrimiento que a los tuyos comporta saberse observados por una actuación judicial, con muchos, con demasiados ingredientes políticos. Quienes te quieren, te acompañan y te arropan necesitan y requieren, también, de nuestro acompañamiento. Es preciso que nos sientan a su lado, porque estamos a tu lado. Te lo debemos, amigo. Te lo debo, Martin.

Como dijiste en el más que merecido homenaje que EA te tributó hace unos años: «Euskal Herriaren ibilbide oso luzea eta zaila izan den arren, ganorazko izan dela iruditzen zait. Euskaldunon nortasuna eta lekua mantentzen jakin izan zituzten gure aurrekoek, eta geuk ere eredu horri orokorki erantzun ona eman diogula iruditzen zait».

Geuk ere espero dugu zuek erakutsitako bide horri eusten asmatuko dugula. Eta ahalegin horretan, zeu, Martin, eredu eta ispilua zara eta izango zaitugu. Orain eta betiko.

Fuente: Joseba Azkarraga